Venezuela

Las maestras de Ramón Guillermo

La más reciente noticia relacionada con Ramón Guillermo Aveledo (Barquisimeto, agosto de 1950) no es política.

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TEXTO: MILAGROS SOCORRO | FOTOGRAFÍA: ARCHIVO EL ESTÍMULO

Esta semana se incorporó, como individuo de número, a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, por designación hecha en julio de este año para ocupar el sillón N° 15, vacante por el deceso de Humberto Njaim.
El abogado y político, secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática entre marzo de 2009 y julio de 2014, es doctor en Ciencia Política con diplomados en Gerencia, Literatura Inglesa y Técnica Legislativa. Pero, según dice, no fue un gran estudiante de muy buenas notas. “Lector sí”.
Al preguntarle quiénes fueron los maestros que lo marcaron y a quienes puede atribuirse la orientación por la senda que lo condujo a la Academia, el antiguo “conserje de la Mesa de la Unidad”, como él mismo se definía, dice que fueron varios. Los hermanos del colegio La Salle, de Barquisimeto, donde cursó la primaria, le inculcaron disciplina de estudio y valores de vida. De ellos recuerda con especial gratitud a los hermanos Ernesto y Gaudencio. “El primero es laico y psicólogo. Trabajó hasta hace poco en la Unitec y se llama Fedón Arteaga”. De allí pasó al liceo, donde encontró estímulo para la curiosidad intelectual e inconformidad frente a los manuales. Conserva en su memoria las clases de Rosa María Castillo y Tarcila Viloria, de Literatura; Esther Gil, de Psicología; Pedro J. Perdomo, de Filosofía y Marcial Piña Daza, de Arte. En la UCV, donde hizo Derecho, “indiscutiblemente, Luis Herrera Marcano, de Internacional Público, un maestro de concisión al distinguir lo verdaderamente importante”. Y en el posgrado, en el City of London College) Franklyn Thompson, de Literatura.
–Tuve muchos maestros en mi vida, en el colegio, el liceo y la universidad –dice el flamante académico-, pero quisiera destacar a mis dos profesoras de Literatura, cuando estudiaba Humanidades en el Lisandro Alvarado de Barquisimeto: Rosa María Castillo, en 4º año, y Tarcila Viloria, en 5º.
“Castillo, muy joven, era la profesora guía en cuarto. Viloria era ya subdirectora del liceo. Una y otra nos adentraban en los secretos de la literatura venezolana, latinoamericana y universal. Nos conminaban a no conformarnos con los resúmenes de los manuales ni con los apuntes de clase. Había que leer a los autores, ir a los libros. Ellas me enseñaron a ir a la Biblioteca Pública ‘Pío Tamayo’. Traía del colegio valores y disciplina de estudio, pero los hábitos de lectura que ellas animaron en mí me ayudaron mucho más allá de la literatura. Leer con calma para disfrutar y para entender”.
Dotado de estas herramientas, ya cerca de graduarse de bachiller, en 1967, -cuando, por cierto, su promoción tendría de padrino a Rafael Cadenas-, ocurrió algo que marcaría su vida. La profesora Tarcila Viloria les regaló a los graduandos un folleto, editado por el mismo liceo. “Su dedicatoria”, evoca Aveledo, “lacónica, la retrata: ‘En espera de que les sea de utilidad’”. Se trataba del ensayo epistolar Cosas sabidas y cosas por saberse, de Cecilio Acosta.
Este breve texto, disponible en internet, contiene las grandes líneas que han regido la trayectoria de Aveledo, quien es, por ejemplo, un columnista de prensa que no falta a su citas con los lectores, pase lo que pase. ¿Qué dice Cecilio Acosta en aquel texto que llegó a sus manos de liceísta? “…los periódicos dan valor para decir la verdad; los periódicos proporcionan al público criterio; los periódicos enseñan artes, ciencias, estadística, antigüedades, letras. En suma: los periódicos son todo…”.
En sus tiempos de vocero de la Unidad, Aveledo hacia gala de una paciencia y una capacidad de conciliar que no solo evidenciaban unas condiciones personales excepcionales sino que eran muestra del inmenso valor que él le concede a la convivencia de las fuerzas opositoras. ¿Qué dice Cecilio Acosta en el folletico? “…la unidad en la pluralidad y la pluralidad en la unidad”.
Atacado en muchas ocasiones con saña y, hay que decirlo, echando mano de acusaciones sin ningún basamento, Aveledo ha dado muestras de gran autocontrol. Jamás ha abandonado su tono moderado y pedagógico. De la imprenta, dice Cecilio Acosta, “que forma cruzadas sin fanatismo, combate sin armas, hiere y no mata, y crea instituciones…”.
Algunos se han resignado a una idea que el régimen propaga, según la cual Venezuela jamás retornará a la democracia. ¿Pero, qué aprendió el muchacho en el librito de Cecilio Acosta?, y es convicción que se deriva de sus actos y de sus escritos.
“Las usurpaciones de mando, los desafueros en el derecho, el Yo por el Nosotros, son dramas pasajeros, aunque sangrientos […] Los sistemas duran, pero no siempre: al fin viene la sociedad con sus leyes, el progreso con su lógica, las ideas con su esplendor, y lo sepultan[…] De los tronos, unos han caído y otros ya caen, la guerra feroz huye…”.
Al preguntarle qué clase de profesor es él, contesta: “Uno que aprende de sus estudiantes”. ¿Y qué dejó dicho Cecilio Acosta en aquel puñado de páginas? “La enseñanza debe ir de abajo para arriba, y no al revés, como se usa entre nosotros, porque no llega a su fin, que es la difusión de las luces”.
Al volver a su profesora Tarcila Viloria, comenta: “No sé si sabe de cuánta utilidad me fueron las enseñanzas de ellas dos”.
A puesto a que sí. Que lo saben.
@MilagrosSocorro]]>

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