OPINIÓN| No Precipitarse
En estos días las precipitaciones, aunque sea en el foro libérrimo de las redes sociales, pueden ser de alto riesgo. El más obvio es el de regalar ventajas injustas al adversario.
En estos días las precipitaciones, aunque sea en el foro libérrimo de las redes sociales, pueden ser de alto riesgo. El más obvio es el de regalar ventajas injustas al adversario.
La estrategia de hacer presión interna y externa para lograr el cambio al que los pocos beneficiarios del status quo le han cerrado los caminos prácticos de la política está en pleno desarrollo. El poder, interesado en permanecer al precio que sea, lógicamente quiere quitarse la presión de encima y uno de los varios instrumentos que usa para lograrlo es desesperarnos y convencernos de que es inútil. Para eso, les resulta útil generar una discusión en la opinión opositora, para mudar la presión hacia Juan Guaidó y a la Asamblea Nacional, en vez de acentuarla sobre el régimen que es el que tiene trancado el juego.
Es lícito evaluar constantemente si lo que vamos haciendo es lo correcto, para hacer los ajustes necesarios. Lo que no vale es descalificar a los actores, atribuirles oscuros e inconfesables intereses, para intentar imponer de contrabando un camino, más declarativo que real, al cual la mayoría considera ineficaz pero que estaría asistido por una presunta y ontológica superioridad moral.
Una precipitación, consecuencia de la lógica angustia que la crisis nos genera, puede ser fatal para los resultados deseados. ¿Por qué anticiparse a discutir qué hacer en lugar de hacer hasta sus últimas consecuencias lo que se decidió hacer?
Algo similar puede decirse de debates como el que se presenta en algunos sectores acerca de si Nicolás Maduro podría o no participar en las eventuales elecciones libres y limpias que habría que realizar en el camino de reinstitucionalizar nuestro país.
Si el grupo en el poder está cerrado y cuando habla insinceramente de diálogo lo hace como quien lanza un anzuelo a ver quien lo muerde porque sus intenciones son todo lo contrario y como repiten sus voceros con y sin motivo, aquí la única transición válida es la “transición al socialismo” y por lo pronto no da muestras de ceder ni un ápice, ¿a cuenta de qué vamos a considerar entre nosotros si quien está en Miraflores puede o no participar en el proceso electoral en el que tengamos la oportunidad de elegir un nuevo gobierno? ¿Qué señal de ceder ha dado el grupito que privatizó el Estado como para que nosotros estuviéramos considerando tal cosa?
No me suena lógico, a menos que lo que se pretenda sea un perverso tiro por mampuesto. Y eso sería tan criminal al interés nacional que prefiero ni pensarlo.
Sobre todo en tiempos de apremio, es conveniente no precipitarse.