Venezuela

Migrante deportado narra infierno en EEUU mientras de Táchira sigue saliendo gente

A pesar de miles de deportaciones ejecutadas en los últimos días y de los testimonios de sufrimiento y dolor que padecen los venezolanos en México, muchos se niegan a desistir del llamado “sueño americano” y consiguen planes de viaje que los adentran en un peligroso camino, tal vez con uno nuevo con retorno a Venezuela.

Publicidad
Demócratas piden detener expulsiones migrantes venezolanos

Atemorizado y envuelto en la incertidumbre de no saber qué va a pasar con él y cómo va a regresar a Venezuela, se encuentra en Tijuana, México, desde el 18 de octubre, Alí Reyes, uno de los miles de migrantes y refugiados venezolanos ya deportados desde Estados Unidos.

Reyes es oriundo del estado Táchira, cruzó la selva del Darién para llegar hasta México y luego se movilizó a Ciudad Juárez para lograr ingresar a Estados Unidos el pasado 12 de octubre. En esa misma el gobierno de Joe Biden implementó nuevas medidas para frenar la migración no autorizada de venezolanos hacía ese país.

“Esta experiencia vivida no la intentaría nunca más, esto es algo inhumano que no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo”, dijoel venezolanodesahogándose en conversación telefónica con El Estímulo.

Permaneció cinco días recorriendo centros de migración entre Texas y Florida, antes de ser deportado vía aérea a México.

Alí, comentó que no está solo en Tijuana, junto a él hay un grupo de unos 300 venezolanos migrantes que viajaron a través de la selva y ahora están durmiendo en plena vía pública, sin ropa, ni teléfonos y aseguró que a varios no les devolvieron los documentos de identidad.

Hasta el 12 de octubre el gobierno de Estados Unidos tenía cierta permisividad hacia los migrantes y refugiados venezolanos, que en su mayoría no eran devueltos en la frontera. A estas personas que huyen de la crisis de su país se les permitía seguir en libertad condicional los engorrosos procesos en cortes sobre sus casos de inmigración.

A diferencia de otros viajeros de países de Centro América y México, los venezolanos se entregaban a la Patrulla Frontera para formular peticiones de asilo.

«Los venezolanos que intenten cruzar ilegalmente la frontera sur de Estados Unidos seguirán siendo devueltos a México y no podrán acogerse a este proceso en el futuro», recalcó este fin de semana del Departamento de Seguridad Nacional, al anunciar la llegada de los primeros venezolanos acogidos con el programa especial que da cupo a 24.000 afortunados que tengan un patrocinador con fondos económicos en Estados Unidos.

“Nos soltaron con la ropa que cargamos puesta, sin más nada, ropa de presos: un mono deportivo, franela y cholas de plástico que nos dieron en la cárcel”.

Alí Reyes, migrante venezolano

Conforme pasan los días siguen llegando más deportados venezolanos a las inmediaciones de la terminal de Tijuana, las familias se buscan incansablemente, las han separado, por un lado, llega el padre y por otro la mamá y los hijos, relató este testigo y protagonista de un drama que se agrava cada día.

Venezolanos migrantes y refugiados están en la terminal de autobuses de Tijuana, norte de México. Foto: cortesía.

Algunos de estos connacionales se preparan para retornar a Venezuela por sus propios medios.

Otros, la gran mayoría, se han quedado sin recursos, sin esperanzas y sin sueños. Ahora esperan ayudas de organizaciones para poder sufragar los gastos del vuelo que los llevará de vuelta a Venezuela, donde los espera el pago de las deudas contraídas para hacer la frustrada travesía.

“Al regreso hay que buscar la manera de recuperar todo lo que vendimos para hacer el viaje, trabajar para pagarle a las personas que nos prestaron dinero…y del gobierno venezolano no sé qué nos espera”

Alí Reyes

El hombre aún asustado por la experiencia vivida, advierte que los venezolanos que han sido deportado de Estados Unidos no deben intentar ingresar de nuevo a ese país.

“Migración nos advirtió qué podía pasar si nos agarran de nuevo: son de tres a seis meses de prisión. Si hacemos un tercer intento, la condena va de tres hasta seis años”.

Alí Reyes, deportado venezolano

La travesía

El viaje de Alí se inició en la frontera entre Táchira y Norte de Santander. Al pasar el puente Simón Bolívar y llegar a la ciudad colombiana de Cúcuta, tomó un autobús que lo llevó al departamento de Antioquia, Medellín y desde allí se desplazó hasta la zona de Necoclí, para luego ingresó a la selva del Darién.

“En el trayecto de la selva se gasta entre 300 y 400 dólares. La selva no es complicada, complicado es pasar por Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Honduras, porque al extranjero, además de quitarle mucho dinero, lo tratan mal. Se lo disputan entre los cárteles y los coyotes. A los venezolanos no nos quieren, existe mucha xenofobia”.

Recordó que al llegar a México los perseguía Migración y la Guardia Marina. Logró entrar a Estados Unidos por Ciudad Juárez, Texas, fue amarrado con cadenas de manos y pies. Dice que en los sitios de reclusión no le permitían dormir, jamás apagan las luces y se pierde la noción de tiempo. “Nos trataban mal, ni medicinas nos facilitaron, los guardias cada hora ingresaban al lugar metiendo gritos. Ahí no hay derechos humanos”.

Sacó cuentas y contabilizó que en el viaje que hizo desde Cúcuta a Estados Unidos, invirtió 2.000 dólares, esquivando algunas “alcabalas” en Nicaragua donde dice que solo canceló $150 para obtener el salvoconducto.

Se refirió a Guatemala y México como los países “más malos” porque no solo les quitan a los migrantes los documentos, también todo el dinero si no pagan en las “alcabalas” que son manejadas por los llamados coyotes o grupos irregulares que trafican con personas. Los guías son esas mismas personas, “quedas a merced de ellos”, narró Alí.

La migración no se detiene

Al cruzar el puente Simón Bolívar en dirección hacia Colombia, se encuentra el corregimiento colombiano La Parada, allí en una especie de mercado persa se ofrecen todo tipo de artículos y servicios, entre ellos paquetes de viaje a los Estados Unidos, teniendo o no pasaporte, así lo explican los agentes de viaje.

Los hospedajes en la zona son precarios y pocos, pero en los últimos días han mostrado un importante flujo de huéspedes que esperan en listas abordar un autobús a Medellín con rumbo a la selva.

“Las medidas que dictó Estados Unidos se trata de algo más comunicacional. La gente sigue llegando aquí con la intención de irse. Nosotros somos responsables y esperamos que se descongestione un poco Necoclí para enviar a nuestros pasajeros”, señaló Josué Rivero uno de los vendedores de pasajes consultado.

Dos meses atrás un pasaje en autobús, saliendo de Cúcuta hasta Medellín se conseguía en 80.000 pesos colombianos ($18), ahora se cotiza hasta en 200.000 pesos ($44), debido a la gran demanda de compradores, explicó.

El mismo agente de viajes, precisó que quienes no tienen pasaporte toman la vía terrestre y selvática, mientras que los venezolanos que cuentan con su pasaporte vigente pueden tomar una segunda ruta, aérea y marítima.

“Los subimos en un avión desde el aeropuerto Camilo Daza hasta la Isla de San Andrés, allí permanecen tres o cuatro días con los gastos pagos hasta que los lancheros avisen de la disponibilidad para viajar hasta Nicaragua. Este viaje te puede salir entre 3.800 y 4.200 dólares”.

Por la selva el trayecto sale en $2.600 e incluye el traslado desde Cúcuta a Medellín, luego a Necoclí y Acandí, allí empieza una caminata de 12 horas aproximadamente hasta Los Abuelos y 12 horas más hasta el puesto de la ONU, comenta el vendedor.

“Esa caminata no es nada más a pies, se va en rutas a caballo y carreta de moto. En tres días se llega a Panamá, luego a la frontera con Costa Rica, sigue Nicaragua, después Honduras y Guatemala y te llevamos hasta Tapachula (México) con el respectivo salvo conducto”.

Entre nueve y diez días para llegar a México es la promesa que aún se vende en la frontera a los afanados migrantes que escapan de Venezuela. Los viajes se hacen en grupos de 15 a 20 personas, no se envía a nadie solo, acotó Rivero.

En manos de la ilegalidad

Las organizaciones de derechos humanos que hacen vida en la frontera, vienen denunciando la situación que se presenta en la zona entre Táchira y Norte de Santander con la migración venezolana. Ahora alertan sobre lo vulnerables que están los ciudadanos que insisten en perseguir el llamado “sueño americano”.

“Lastimosamente es imposible una migración regular, ordenada y segura con este tipo de medidas migratorias aprobadas por los estados receptores de migrantes. Las nuevas medidas impuestas, fortalecen las diferentes redes delincuenciales que operan en la frontera y los migrantes van a optar por estos medios para ingresar a los Estados Unidos, exponiendo sus vidas a grandes peligros, entre ellos:desapariciones y secuestros que ya son habituales por estos caminos denominados “pasos mojados”, denunció la directora de la ONG, Operación Libertad, Natacha Duque.

La representante de la ONG, con centro de operaciones en la zona fronteriza, ha recabado una serie de denuncias y testimonios de venezolanos deportados y que se encuentran en México actualmente.

“Hoy los venezolanos viven una agonía en México, según las estadísticas que arroja la oficina de migración mexicana, desde el 12 de octubre se han deportado más de dos mil personas de nacionalidad venezolana”.

Natacha Duque, activista por los Derechos Humanos

Como organizaciones promotoras y defensoras de derechos humanos, preocupa la situación, porque no todos los que se han ido lo hacen motivados por la crisis política, económica y social que atraviesa el país. Muchos están huyendo porque necesitan proteger su integridad física, son disidentes del gobierno, así como también mujeres y niños que viajaban con la esperanza de lograr la reintegración de sus familias, destacó Duque.

Mientras tanto la movilidad humana en la frontera entre Colombia y Venezuela no se detiene.

La pregunta es, ¿cuántas de estas personas que caminan apresuradas con ligero equipaje en la espalda, tomarán una de las rutas ilegales que se ofertan para llegar a Estados Unidos?

Migrantes venezolanas gesticulan y se quejan ante periodistas tras ser deportadas de Estados Unidos en el cruce de El Chaparral, puerto de entrada a Tijuana, México, el 13 de octubre de 2022. Foto: Guillermo Arias / AFP

Publicidad
Publicidad