Memoria gustativa

Café Atlantique: de la utopía petrolera a los mandiles famosos

Un matemático, un arquitecto, un chef de cocina y un abogado decidieron que debían tener un restaurante

Café Atlantique, caracas, vintage
Fotos cortesía: Alberto Veloz
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Asistían frecuentemente a locales dada su inclinación por el  sibaritismo, el placer de un buen trago en agradable en compañía y reunirse con los amigos.
Originalmente el restaurante sería un pequeño bistró con aires de brasserie y con todas las de la ley es decir, comida con ingredientes de la culinaria gala, una decoración a tono, ambiente relajado y asequible.
Café Atlantique, cocina francesa, caracas, vintage

La idea rondaba por las cabezas de estos profesionales pero lo más importante, en la etapa inicial de este tipo de proyecto, era el dónde. El lugar soñado no aparecía por ningún lado o al menos un sitio adecuado por su ubicación, capacidad y seguridad.  En una ciudad como Caracas esto era y es tarea para un magister con varios postgrados.
Cuenta el arquitecto, Juan Carlos Pérez Febres, que durante esa búsqueda junto al matemático, Jonás Millán, caminando por Los Palos Grandes se toparon con el emblemático y modernista edificio Atlantic, que en su planta baja tenía un gran local vacío. Como buen arquitecto, Pérez Febres le comentó a Millán que ese era su edificio preferido, considerado referencia arquitectónica de la Caracas de los 50.
Los jóvenes se dirigieron a la administración para indagar sobre este espacio y la respuesta fue lapidaria: “está disponible en alquiler para cualquier uso, menos para restaurante”. Sin embargo, ellos insistieron y les enseñaron el espacio, protegido del mundo exterior por el sugestivo y audaz muro vitrificado.
En esa corta visita, el ojo aguzado del arquitecto intercambiaba opiniones con los cálculos exactos del matemático. Hablaban con entusiasmo en voz alta y señalaban el sitio donde iría el bar, el lounge y el comedor; la cocina estaría a la vista de todos; el techo y piso quedarían intactos, no cambiarían nada. Respetarían el concepto original y lo acentuarían con el decor de la época. Esto era amor a primera vista. Dejaron sus teléfonos de contacto por si el propietario cambiaba de opinión.
El encargado de enseñarles el local inmediatamente le comunicó al dueño y al arquitecto creador del edificio, Angelo di Sapio, lo que había escuchado de estos dos mozalbetes con ímpetus de montar lo que originalmente sería un pequeño local de comida con ambiente francés.
A las dos horas recibieron la primera de una serie de llamadas para concretar y conocer los planes del restaurante. Las cartas estaban servidas en la mesa y nacía el sitio más novedoso de restauración en Caracas entre los años 2002 y 2011: Café Atlantique.
El edificio
Café Atlantique, caracas, vintage

Angelo di Sapio fue el arquitecto artífice de este inmueble con influencias de Le Corbusier, Gió Ponti y Pier Luigi Nervi, concebido para alojar originalmente la sede de la Atlantic Refining Company. Fue la primera y la única edificación que se construyó de una utopía llamada Centro Petrolero de Caracas, que abarcaría desde Los Palos Grandes hasta la Plaza Francia.
Emocionado, di Sapio les mostró el portafolio de lo que sería este emporio que albergaría una torre cilíndrica de oficinas, un hotel de lujo y seis edificios modernistas desde donde se manejaría el oro negro que supuestamente haría rica a Venezuela. Pero la emoción de Angelo di Sapio aumentó ya que le pareció genial que “dos niños” de 23 y 26 años entendieran su concepto arquitectónico, lo quisieran respetar y valorizar, y por añadidura, recuerda Pérez Febres, bautizarlo como Café Atlantique, todo un homenaje a su obra maestra.
El arquitecto visionario de los años 50, Angelo di Sapio le dijo a su joven colega Juan Carlos Pérez Febres con voz de emoción por darle nueva vida a su obra: “Hijo, les deseo mucho éxito con el restaurante, te veo en unos meses”. Nunca vio el Atlantique funcionando, ni llegó a probar el coctel creado por el bartender en su honor bautizado Sapio Sour, ya que falleció en octubre de 2002.
Concepto innovador y cocineros invitados

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Con la asesoría legal del tercer socio, el abogado Luis Rengifo Röhl y la mano maestra en la cocina del cuarto socio y quizás el más conocido por su trayectoria en los fogones, el chef Laurent Cantineaux comenzó la época dorada de este restaurante que marcó pauta por su innovación y se convirtió en local de habitués por su novedosa propuesta culinaria. Tiempo después Rengifo vendió sus acciones a la también cocinera venezolana Vanessa Gaviria y al administrador financiero Juan Carlos Delgado Phelps.
Laurent Cantineaux combinaba las técnicas de la alta cocina francesa con ingredientes locales para ofrecer su llamada cocina franco-caribeña, donde mezclaba sabores y texturas para obtener platos que eran obras de arte por su presentación y colorido, amén del gusto, como una poêlee de camarones y calamares con patilla, habas frescas en emulsión de coco y cúrcuma.
También se recuerdan de estas deliciosas mezclas la cola de langosta rostizada con mantequilla “vadouvan”, maíz y polenta de albahaca; el tataki de atún con risotto de cebada, espárragos, hongos chinos en mantequilla de soya y albahaca o el financier al cardamomo con mermelada de auyama y coco acompañado de helado de ron pasas.
Pero a pesar de las nuevas propuestas, no se perdió la idea original de ofrecer, de lunes a viernes al mediodía, el Menú du jour, con platos de la cocina clásica francesa: lomito strogonoff, confit de canard, bouillabaisse o un sustancioso Coq au vin. Nunca salieron del menú y se convirtieron en clásicos del local el róbalo Daniel, el costillar de cordero y el pargo envuelto en hojas de plátano. De postres se recuerda el Baba au rhum en sopa de parchita.
Para lograr estas preparaciones un chef debe contar con conocimientos, experiencia y sensibilidad para que el plato sea armónico. También debe sentir respeto por los sabores de cada ingrediente y saber perfectamente el grado de cocción de cada uno pues solo así logra convencer al comensal.
Gracias a sus largas pernoctas en cocinas importantes con estrellas Michelin, Laurent Cantineaux se hizo un lugar entre los importantes de la cocina. Para muestra un botón: fue aprendiz en el legendario Guy Savoy de París; primer cocinero en L´Abayye Saint Michel: cocinero en Troisgros; primer cocinero en Le Bateau Ivre y en Le Scholteshof, Bélgica; sous chef de Daniel Boulud, Nueva York; también fue integrante del recordado Grupo Ara; chef ejecutivo en O´Club de Caracas, para ocupar ese mismo cargo, además de ser director de Café Atlantique.
En Venezuela fue nombrado Mejor chef por la publicación Cocina y Vino en el año 2000 y coronó su carrera con el Tenedor de Oro de la Academia Venezolana de Gastronomía en 2005.
Por hablar de tú a tú con sus colegas, los grandes cocineros del mundo, gracias a esos contactos de Cantineaux y los de sus socios, en Café Atlantique realizaron memorables festivales gastronómicos donde los mejores mandiles de aquellos años tocaron fuego en sus hornillas para felicidad de los clientes, quienes gozaban de la prerrogativa de ser los primeros en reservar. Por eso al anunciarlos el cupo estaba prácticamente lleno.
Para celebrar el primer aniversario invitaron a Thomas Buckley, del restaurante Nobu de Miami. Claude Troisgros lo visitó dos veces. El precio de su menú sirve para medir la inflación: costaba Bs.F 295.oo e incluía una copa de Möet&Chandon.
Paco Roncero del Casino de Madrid, levantó polémica. Fernando Pérez Arellano, quien este año preparó el catering para los reyes de España, en esa oportunidad dejó por unos días su restaurante Zaranda, ahora en Palma de Mallorca, para hacer dúo con Cantineaux.
Arnaud Pitrois, de Les Clos des Gourmets, considerado por Le Figaro como un chef talentoso. Roland Chanliaud, creador de Le Jardin des Remparts poseedor de una estrella Michelin. El inquieto Pedro Miguel Schiaffino, propietario de Malabar en Lima y bandera de la gastronomía peruana. Edgar Leal, Tenedor de Oro 2014 de la Academia Venezolana de Gastronomía, quien en ese entonces triunfaba en la ciudad de Coral Gables con su recordado restaurante Cacao presentó unos platos con sabores propios del continente americano como la Pumpkin Foam: espuma de calabaza con nueces caramelizadas.
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Anthony Acinapura, de China Grill, ubicado en el west midtown de Nueva York y cuyo festival se tituló «Cocina de Fusión by Quattro» presentó entre otros condumios un atún abrazado con puré de apio España, espárragos rostizados y salsa ponzu. No se puede dejar de recordar la estadía del campeón mundial de la pastelería, Pascal Molines; la del renovador Thierry Breton; la de Laurent Tourondel, quien sirvió tres cenas donde la carne fue la estrella.
Elías Murciano, dejó su cocina del madrileño barrio de Salamanca para compartir con los caraqueños sus recetas que ganaban adeptos entre las que se recuerda la crema de champiñones servida como capuchino. Andrés Madrigal en el Atlantique mezcló sabores cristianos, judíos y árabes y el mediático Borja Blázquez con su cena “De lujo” fue acompañada por la guitarra del Goyo Reyna.
Estos son algunos de los nombres que quedaron fijos en la memoria de un tiempo que se vivió con menos pesimismo y sin tantos miedos, mientras se disfrutaba de la cocina abierta de Los Palos Grandes.
Mobiliario en armonía con espacio y época
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Por supuesto. el concepto original cambió. Por lo tanto los arquitectos Alejandro Barrios y Juan Carlos Pérez Febres concibieron el nuevo y enorme espacio con elementos originales del espíritu moderno de la Caracas de los años 50. Para lograrlo hicieron una selección precisa de piezas de diseño de la época y para ello visitaron a los anticuarios del momento, Artificio Siglo XX de Rafael Abuchaibe y Ashar Bazaar del recordado Herman Hoffman.
En Capuy adquirieron la legendaria Egg chair roja, que estaba ubicada a la entrada, así como las sillas de la serie 7, diseño de Arne Jacobsen, para el comedor, que junto con la Tulip table de Eero Sarinnen, las Diamond chairs de Harry Bertoia y sillas de Herman Miller sellaron una decoración de firma.
La original y concurrida barra azul con iluminación interna, realizada en una sola pieza por el artista plástico Marcos Salazar, daba la bienvenida a los clientes, quienes esperaban mesa allí o en algunos de los lounges con el mobiliario de diseño descrito e iluminados por unas lámparas retro italianas.
Los vasos de agua eran de la serie Aino de Alvar Aalto y la cristalería Ridel, por lo que cuando una copa se rompía estresaba a los dueños. La vajilla comenzó con piezas comunes y luego se fue cambiando por modelos Rosenthal y Bernardaud.  El concepto del logotipo, los originales menús y todo lo relacionado con el aspecto gráfico de Atlantique estuvo a cargo de Anita Reyna y Juan Carlos Bertorelli, logrando una uniformidad de criterio expresivo.
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En cuanto al vestuario de los mesoneros, en Atlantique se abandonaron las camisas blancas con pajarita negra para darle un toque tropical, así que a la brigada de la sala se le vistió con guayaberas en tonos pasteles.
Rumba continuada
Se podría decir que Atlantique era dos comedores en un mismo local. Al mediodía tenía un ambiente un poco más formal con presencia de alguno que otro político, ejecutivos con cara de almuerzos de trabajo; grupos de mujeres solas en plan de amigas para pasar un rato agradable.
La tarde-noche cambiaba el ambiente drásticamente. Se organizaron lanzamientos publicitarios, concursos de bartenders, desfiles de moda y conciertos. En una ocasión se presentó el músico ganador del premio Oscar, Jorge Drexler; el colombiano Fonseca y hasta Caetano Veloso pasó por allí antes de que le robaran misteriosamente sus instrumentos musicales. También incursionaron en la modalidad de brunchs dominicales con bastante éxito ya que familias enteras ocupaban todas las áreas y había lista de espera.
Uno podía, de vez en cuando, toparse con el maestro Jesús Soto, Adriano González León y Pedro Penzini Fleury, habitué de todos los festivales con quien compartí mesa en varias ocasiones. Personajes políticos como Leopoldo López, María Corina Machado alternaban con figuras de la intelectualidad entre ellos Leonardo Padrón.
Desde muy temprano, los viernes en la noche se organizaban las exitosas fiestas Voyage con los Dj Trujillo, David Rondón y Titina Penzini, quienes reunían a un público fashion y de avanzada, cosa que no entendieron algunos vecinos, de allí que Atlantique no estuvo exento de desavenencias externas que incluyó la competencia cercana y autoridades de la Alcaldía, que en una oportunidad casi aborta la celebración de una importante presentación. Se acercaba el fin de la historia.
Sus socios abrieron una filial para la realización de festejos y todo tipo de celebraciones llamada En Escena Eventos, catering especializado donde también oficiaba como chef ejecutivo el incansable e inquieto Laurent Cantineaux. Esta agencia todavía funciona y con mucho éxito.
La juventud tiene la audacia y el tiempo para retar al futuro y esto fue lo que hicieron los socios de Café Atlantique cuando abrieron después de un agitadísimo momento político vivido en abril de 2002 con marchas, renuncias y regresos. Después de superar el paro nacional de diciembre, y por encima de los escollos políticos y sociales del momento, tuvieron una espléndida vida de éxitos hasta que sucedió lo que recuerda el título de aquella película futurista protagonizada por Charlton Heston: el destino los alcanzó.


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