Viciosidades

El Woodstock de la miseria: sobre el campamento en Margarita

Cuando veo el campamento dispuesto en la Isla de Margarita para la Cumbre de Países No Alineados (MNOAL) pienso inmediatamente en Ciencia Ficción. En realidad pienso en muchas cosas, la mayoría malas y siniestras, pero sobre todo pienso en las abstracciones de los grandes autores fantásticos del cine y la literatura Un futuro en ruinas, una realidad enferma, una epidemia mutante tropicalizada en donde los humanos se alimentan de cerebros con pescado frito y los viajes en el tiempo se hacen en Ferry.

Publicidad

¿Por cuánto tiempo me quedé dormido? ¿En qué año estamos? Y la pregunta más recurrente de todas: ¿estas pobres personas están ahí voluntariamente o los aislaron en una especie de cuarentena zombie en Pampatar? La primera referencia que viene a mi mente es la del asentamiento provisional de extraterrestres infectados en Johannesburgo de la película Sector 9 del director Neill Blomkamp. Seres antropomorfos sin capacidad intelectual para organizarse en ningún tipo de estructura social porque rigen sus vidas en función de la búsqueda insaciable de latas de comida para gatos. Las tomas aéreas difundidas en los medios y la imposibilidad de reconocer los rostros de esas personas alimentan mi imaginación en lo que sin duda, es la estampa más apocalíptica que nos ha ofrecido hasta los momentos este drama histórico que se hizo llamar Revolución Bolivariana. eso eso

Sigo sin poder entender como los venezolanos hemos permitido la vejación absoluta de nuestros gobernantes de una manera tan estrambóticamente primitiva y degradante en pleno curso del siglo XXI.

Una pesadilla «futurista» en donde, por ejemplo – lejos de las connotaciones raciales, culturales o étnicas – una raza de simios parlantes oprimen a un homo sapiens cautivo, hambriento e indefenso como en la saga original de Franklin Schaffner, Planet Of Apes.

Solo se me pude ocurrir algo como un Terminator con la cara de Nelson Merentes o un Darth Vader enano como Diosdado que mata con un mazo láser ¿En qué más podemos pensar los venezolanos en este punto tan oscuro y abyecto de nuestra vida republicana? La realidad nos da cachetadas salvajes todos los días.

Busco respuestas en el Super Nova de William Burroughs, en el entusiasmo del “Martin” de Zemeckis o de la “Susan Calvin” de Isaac Asimov. Difícil conseguir explicaciones en el mundo racional. Impensable. Desmesurado. Es como lo que podría pasar por la cabeza de William Gibson con un fiebrón por Mal De Chagas, el delirio tremens de Phillip Dick si se hubiera intoxicado con una empanada de pabellón con huevos de codorniz. No sabemos. No entendemos. Ya no podemos comprenderlo.

¿Hay niños en ese campamento?, ¿Cuántos embarazos no deseados se están perpetrando en ese terraplén al ritmo de Wisin y Magic One? campa campa Cuesta descifrar como estás personas hipotecaron su dignidad por un partido político. Y es que en el campamento de la #CumbreDelHambre el término “Lambucio” adquiere connotaciones fantásticas e inexplicables. La miseria circunscrita a un campo baldío. El hambre delimitada territorialmente como muestra probeta de estudio sociológico. Un especie de laboratorio itinerante de la marginalidad.

Buscando en otras posibles analogías vienen hacia mí las imágenes de los grandes festivales de música. Estuve presente en Woodstock 99 y no dejo de encontrar semejanzas con aquellos campamentos en las campiñas de Nueva York, precisamente, justo en el momento en que comenzaba el período más desafortunado de nuestra historia política. BBBB Surgen nuevas preguntas: ¿las mujeres del campamento andan en topless bolivariano caminando entre las carpas?, ¿ hay raves por las noches al ritmo de Alí Primera? ¿se consumen drogas de expansión sensorial o de embrutecimiento masivo? ¿Drogas de diseño o drogas de ruina? Nuevamente preguntas sin respuestas.

De lo que no quedan dudas es de que habrá que cambiarle el slogan a este inédito festival de pobreza, por algo así como: 3 días de hampa, coje-culo y anís Cartujo.

bubulina

Publicidad
Publicidad