Deportes

¿Qué esperar de los venezolanos en Río 2016?

La verdad por delante: consciente o inconscientemente, una parte importante de la prensa y de los aficionados de Venezuela estaremos ligando para atrás en Río 2016. Somos humanos: la historia reciente del país ha generado procesos de fragmentación de la identidad nacional. Nicolás Maduro, un presidente que al parecer es poco popular, y cuyos nombramientos ministeriales más recientes apuntan a una radicalización de políticas fallidas, instrumentalizará cada medalla de oro en Brasil como un triunfo de su gestión. Ni pendejo que fuera.

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Fotografía: AP

Río 2016 nos obligará a todos, más que nunca, a hacer un enorme esfuerzo para separar lo deportivo de lo político; en algunos casos, a separar los estrictos méritos de los atletas de sus declaraciones de agradecimiento. Muchos de ellos han obtenido becas o premios del Estado que garantizarán para siempre el futuro de sus familias. Algunos incluso han estado o están en la nómina de funcionarios públicos. Sería ilógico pedirles que salgan a apoyar el referéndum revocatorio.

La verdad por delante (2): ¿que el chavismo-madurismo ha hecho una inversión deportiva importante? Sin duda. Las cinco delegaciones olímpicas más grandes de Venezuela han llegado después de 2000, y la de Río 2016 es la más numerosa (86 atletas) de todos los tiempos si se excluyen los deportes de conjunto. ¿Qué ha ocurrido en una época en la que el Comité Olímpico Internacional ha estimulado el gigantismo de los Juegos? Esa es otra discusión. ¿Qué eso no se ha traducido en un crecimiento proporcional de las medallas (apenas cuatro entre 2000 y 2012)? Cierto. ¿Qué la gran mayoría de los atletas criollos tampoco tiene chance de medalla en Río? Sin duda, aunque todos se ganaron su cupo, más allá de que los criterios de clasificación olímpica con frecuencia sean generosos para los países en desarrollo. ¿Qué esa inversión se basó en los altos ingresos petroleros y será poco sostenible en el tiempo? Sin duda. Basta ver el estado en que se encuentran los escenarios deportivos del país (en Caracas la pista de tartán del estadio Brígido Iriarte está deshecha), o los efectos que tendrá la actual crisis de alimentos en los adultos del futuro. Todas las grandes esperanzas criollas de medalla viven y entrenan en el exterior.

En Colombia, que ganó ocho medallas en Londres 2012, se hizo un plan de financiamiento a través de un porcentaje de las llamadas de celulares. Aquí Maduro está enfrentado a las empresas de telecomunicaciones (o congelan sus tarifas o las expropian) y al resto de la empresa privada.

La verdad por delante (3): la Tierra es un pequeño planeta en un sistema solar perdido dentro de una galaxia que a su vez es una migaja en el universo. Venezuela es una parte infinitesimal del olimpismo. Latinoamérica ha ganado 166 medallas de oro en Juegos Olímpicos, apenas 3% del total. Con uno o dos títulos, quizás podríamos aspirar a desbancar a Colombia (que no es mocha y aspira a una decena de metales de todos los colores en Río), Chile, Uruguay y Trinidad y Tobago, los otros países de la zona con dos oros históricos. Cuba (que viene en picado tras su propia e insostenible “generación dorada”), Brasil, México, Argentina y Jamaica probablemente siempre serán inalcanzables.

Ahora sí vamos con los pronósticos:

1)    La medalla casi segura: es la de Yulimar Rojas en el salto triple femenino en el atletismo (la final será el domingo 14 de agosto). Hizo historia al pasar la barrera de los 15 metros y luce la segunda mejor marca mundial de 2016. Como ocurre en el ciclismo BMX femenino con  Mariana Pajón, será uno de esos casos en los que Colombia y Venezuela tendrán una pequeña guerra fronteriza, en este caso con Caterine Ibargüen, la triplista número uno del planeta. Yo no le voy a caer a mentiras: hasta una medalla de bronce (e incluso una final olímpica) en atletismo o natación para mí es más importante que el oro de “Morochito” Rodríguez en boxeo en 1968, porque son deportes con un nivel competitivo casi sobrehumano y el componente de azar es mucho menor.

2)    Siempre tienen chance. Rubén Limardo (esgrima) es el vigente campeón olímpico de espada individual (estará en acción el martes 9 de agosto). Stefany Hernández fue campeona mundial de ciclismo BMX  o bicicrós en 2015 (su final será el viernes 19). Pero las ubicaciones de ambos en los rankings previos a Río 2016 sugieren que, aunque sus logros no fueron lechazos, su nivel actual no es tan de élite.

3)    La lotería. Los deportes de combate, por sus características, siempre son un libro abierto. De manera similar al golf (con Jhonattan Vegas en acción entre el jueves 11 y el domingo 14) y quizás la carrera de ruta en ciclismo, cualquiera puede meterse en la pelea en un rapto de inspiración. En teoría, la principal esperanza es Gabriel Maestre (peso welter del boxeo), aunque cualquiera de los pugilistas podría dar un campanazo, sobre todo los de los pesos chiquitos, como Yoel Finol, el cuñado del “Inca” Valero. La excepción es la lucha olímpica, en el que la barrera con las potencias de Europa Oriental y Asia Menor es prácticamente insalvable (los criollos han ganado apenas cuatro de 42 combates desde Helsinki 1952). Y en la esgrima, apartando a Rubén Limardo y al equipo de espada (que completa su hermano galán, Francisco, y Silvio Fernández), en general a Alejandra Benítez y compañía casi siempre se les dobla el sable.

4)    Las gallas tapadas. Ojo con la gimnasta Jessica López, una de las mejores del mundo en el aparato de las barras asimétricas (la final es el domingo 14), y con Yaniuska Espinosa, una de las ocho primeras del planeta en la categoría superpesada del levantamiento de pesas. Por cierto, una pesista criolla, Génesis Rodríguez, salió raspada en un control antidoping y quedó fuera de Río (en ese aspecto, el historial de Venezuela sigue limpio, al menos en unos Juegos ya comenzados). Ojo con la joven judoca Elvismar Rodríguez.

5)    El diploma para colgar en la pared. Un diploma olímpico es cualquier figuración entre el cuarto y el octavo lugar. Los atletas los mirarán así como los franceses miraban a las medallas de plata en la Eurocopa 2016, y Maduro dirá: ¿con qué se come eso? Pero en algunos deportes, un diploma tiene mucho mérito. Ojo con el equipo masculino de velocidad que lidera Hersony Canelón (ciclismo de pista, la final el jueves 11 de agosto) y con el relevo de cuatro por 400 metros en el atletismo, que viene embalado y podría meterse entre los ocho mejores del mundo (sábado 20 de agosto).

6)    Los imposibles. Y no es el libro de Leonardo Padrón. Si ganan una medalla o un diploma en Río 2016, este redactor será capaz de cortarse un testículo. Mentira, con eso no se juega. Este año no le veo chance a ninguno de los nadadores, ni siquiera al bombón de Andreína Pinto, que a los 24 años probablemente ya dejó atrás su pico de rendimiento. La posible excepción: la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas, con los tachirenses Erwin Maldonado y Paola Pérez. En el maratón de 42 kilómetros, Venezuela tiene dos inscritos, pero si llegan a la meta entre los primeros 50 será un lechazo. Robeilys Peinado (salto de garrocha) hace poco fue subcampeona mundial sub-20, pero en categoría adulta sencillamente no va para el baile, no en estos Juegos. Elías Malavé (tiro con arco) se metió en un insólito cuarto puesto en el campeonato mundial de 2015, pero practica un deporte para el que no hay recursos. Está absolutamente descartada una medalla venezolana en los siguientes deportes, las probabilidades son las mismas de que Maduro renuncie: voleibol de playa femenino (lo siento, nenas), velerismo, ecuestre, clavados, remo y tenis de mesa.

Mi pronóstico para Río 2016: no habrá medallas de oro, pero sí una de plata (Yulimar Rojas) y dos de bronce (una en esgrima y otra en boxeo), que no estaría nada mal, pues Venezuela nunca ha ganado más de dos metales desde Los Ángeles 1984.

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