Para mitigar el llanto por la falta de bocado, la madre de Royer optó darle agua. No tenía dinero, pues estaba desempleada. Cuando murió su hijo, la joven solo tenía 60 bolívares que no le alcanzaba ni para tomar un bus en busca de trabajo. El niño pudo ser enterrado en un cementerio gracias a la ayuda de un consejo comunal.
Luego de esta noticia, los diarios La Verdad y Panorama reseñan casos de otros niños que están siendo víctimas por la escasez y el alto costo de la vida. Osmer, de 2 años, y Mía, de 7 meses, están en la boca de los marabinos. Ambos fueron encontrados el jueves en su casa por los vecinos del sector de Santa Lucía encerrados, sucios y con hambre.
La madre y la abuela de los pequeños no estaban en el hogar porque habían salido a “bachaquear”. El llanto del niño mayor llamó la atención de los vecinos, que llamaron a las autoridades para atenderlos. Unos 25 bomberos y paramédicos rescataron a Osmer y a Mía en horas de la tarde, entrando por el techo y por la parte trasera de la vivienda.
A las 7:35 de la noche llegaron la madre y la abuela, “sin bolsas de comida”. Los vecinos trataron de golpear a la progenitora, quien fue llevada hasta el comando de Polimaracaibo. Se le abrirá un proceso administrativo y será guiada por consejeros, según reseñó Panorama.
En el sector de Las Trinitarias, donde murió Royer, también vive Jhan Marcos, un niño de tres años y apenas cuatro kilos que presenta un severo caso de desnutrición que alerta a los vecinos del sector.
Su caso es citado por La Verdad, que advierte la familia del pequeño no tiene las medicinas para atender su cuadro de epilepsia, encefalopatía estática, tetraplejia espástica y demora motora. Jhan Marcos y sus cinco hermanos, incluyendo “el que viene en camino”, comen arroz con mantequilla en “los días buenos” y en los peores “aire o sopa de mentira”, explicó al rotativo Karelys Lozano, la madre de los menores.