Venezuela

Aristóbulo Istúriz y el discurso que lo elevó a las mieles del poder

El prestigio inicial de defensor de los derechos de los ciudadanos quedó también enterrado para pasar a la historia como el hombre que destruyó la libertad y las organizaciones de los docentes y las universidades del país. Suprimió los beneficios logrados en 40 años de democracia. Gran parte de los empobrecidos docentes se apartaron de las aulas y emigraron del país.

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De ser un líder popular; defensor de los derechos de los trabajadores, de los valores de la democracia y de disentir, Aristóbulo Istúriz se convirtió en uno de los hombres con más poder de la autocracia chavista. Desde el Magisterio en donde inició su carrera política y sindical, hace décadas fue aplaudido y creció como líder popular. En este final se le recordará como el político que destruyó la carrera docente y los derechos de los educadores conquistados en tantos años de luchas sociales

El momento más importante en la vida política de Aristóbulo Isturiz fue aquel 4 de febrero de 1992 en la sede del Congreso Nacional en sesión especial. El Parlamento estaba reunido para debatir los últimos acontecimientos: un grupo de militares encabezados por el teniente coronel Hugo Chávez Frías habían intentado un golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez.

Aristóbulo Istúriz murió al filo de la medianoche del 27 de abril en el curso de una cirugía de corazón abierto practicada en una clínica privada de Caracas, según algunas fuentes cercanas al chavismo. Como suele ocurrir en este régimen, los detalles de la causa de muerte del ministro de Educación de Maduro están rodeados de misterio.

Se sabe que padeció de covid, y eso complicó los resultados de una previa operación cardíaca. La cirugía de la que no salió  había comenzado cerca del mediodía, pero Istúriz no resistió.

El pasado remoto

Pocas horas antes de la sesión de aquél tumultuoso Congreso, hace ya casi 30 años,  todos los partidos representados en el Congreso habían redactado un comunicado que condenaba el golpe de Estado. En los sucesivos discursos predominó el rechazo a los militares rebeldes, y se destacó la intervención del dirigente de Acción Democrática, David Morales Bello, cuya frase final quedó impresa en el recuerdo de aquella violenta asonada: “muerte a los golpistas”.

El espíritu de condena que se imponía en la atmósfera parlamentaria tuvo un vuelco sorpresivo cuando, en cadena nacional, tomó la palabra el ex presidente socialcristiano y senador vitalicio Rafael Caldera, quien subrayó las condiciones políticas y económicas que a su juicio habrían generado la insurrección militar y cerró su discurso señalando:

“Se está extendiendo la corrupción, el costo de la vida se hace cada vez más difícil de atender para grandes sectores de nuestra población. Los servicios públicos no funcionan y como solución se busca privatizarlos, entregándolos a manos extranjeras porque nos consideramos incapaces de atenderlos. La seguridad pública tampoco encuentra un remedio efectivo. No es que yo diga que los militares que se alzaron hoy, que intentaron la sublevación, que felizmente ha sido aplastada, se hayan levantado por eso, pero les ha servido de base, de motivo, de fundamento, por lo menos de pretexto, para realizar sus acciones. Por eso termino mis palabras rogándole al presidente de la República que enfrente de lleno, en verdad y decididamente esta situación que, como dije antes, sirve de motivo o por lo menos de pretexto para que puedan utilizarlo por todos aquellos que quieran destrozar, romper, desarticular, el sistema democrático constitucional del que nos sentimos ufanos”.

Una brecha que dura hasta hoy

Aunque Caldera no validó directamente el golpe de Estado, abrió una fisura en el debate de aquella mañana e iluminó el camino a un pensamiento político que cambiaría el rumbo de la historia del país en al menos, los próximos 50 años.

El impacto del discurso fue directo al curul en donde aguardaba Aristóbulo Istúriz y le dio fuerza y argumentos al popular dirigente del partido de centroizquierda, La Causa Radical (LCR), quien por disciplina del partido, minutos antes había avalado la condena al golpe de Estado que se debatía en aquellos momentos.

El “Negro Aristóbulo” siguió el hilo del viraje suprimiendo la que previamente tendría en mente y siguió la brecha abierta por Caldera. Con una franelita de rayas de aspecto popular, la cual solía usar cubierta por un saco que desde luego no era “de marca”, tomó la palabra y dio un nuevo giro a lo que sería la política del país y un sentimiento de cambio que comenzó a germinar en la clase media venezolana:

Maneras de entrar al burladero

“Me sentí como burlado cuando hice el planteamiento en la comisión; alrededor del proyecto de acuerdo, señalaba que era necesario incluir algún considerando que tuviese que ver con las motivaciones, fuera de las aspiraciones de quienes participan. Y eso es para preocupar a los demócratas, eso no es para que los demócratas lo oculten, el que en Valencia los estudiantes estén marchando y caminando al lado de los golpistas, eso es para que los demócratas reflexionemos. Mientras la gente no crea en el Poder Judicial y aquí todo el mundo tiene sobre el Poder Judicial las mismas dudas, porque todos hablamos de la necesidad de reforma del Poder Judicial; de este propio Congreso, donde debemos velar por la Constitución y hemos visto muchas veces aprobando cosas que vulneran la propia Constitución. Hay muchas maneras de burlar la Constitución, algunos pueden burlarla con las armas, pero otros pueden hacerlo con los votos, cuando en una línea política ciega se atropellan los derechos constitucionales y eso es igualito a un golpe de Estado, idéntico. Y aquí a la Constitución le hemos dado muchos golpes de Estado, lo que pasa es que cuando es con armas preocupa más, cuando es por brazos levantados a ciegas, siguiendo la línea partidista o los compromisos con los distintos sectores económicos, evidentemente que también constituyen golpes de Estado, pero la gente los conoce menos”, dijo.

Más adelante precisó sus ideas: “A la democracia venezolana no le hace falta más consenso. Está saturada de él. El cogollo es una síntesis de consenso, su mejor expresión. Hacen falta cauces que permitan desarrollar el disentimiento. Debo confesar que caí en la trampa del consenso, pero comparto la intervención del doctor Caldera. No se trata de ser un conspirador o un cómplice más si se solicita que se analicen las causas de esta situación. Por suerte lo hizo Caldera, a quien nadie puede acusar de conspirador. Debe haber una condena categórica a quienes usan la violencia, pero debe haber una autocrítica de la clase política”.

El camino populista

El evento parlamentario conmovió a la opinión pública y junto al “Por ahora” de Hugo Chávez, condujo al país a todos estos años de populismo de izquierda, estatismo, controles y destrucción de las instituciones democráticas.

Rafael Caldera sería el siguiente presidente del país, por el partido Convergencia, agrupando a las corrientes, entonces minoritarias de la centroizquierda; pero se despejaría el camino para una nueva casta gobernante encabezada por Hugo Chávez. Simplemente liberó al militar golpista de la cárcel, dejándole intactos todos los derechos ciudadanos de  un ciudadano inocente para participar en la política.

En esa nueva historia Istúriz cultivaría una estrecha amistad con el líder golpista, estaría en los principales organismos que edificaron el nuevo modelo político pro cubano y ocuparía los más altos cargos del poder hasta el día de su muerte este 27 de abril de 2021.

Sindicalista y demócrata

Formado en las academias de la democracia, egresado del Instituto Experimental de Formación Docente y de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Istúriz militó en Acción Democrática (AD) y en el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP).

Desarrolló una extensa carrera en el sindicalismo, fue defensor de los derechos laborales, fundador del Sindicato Unitario del Magisterio (SUMA). El Negro Aristóbulo Istúriz, en esos primeros años de carrera política tenía muy arraigado su formación dentro de la democracia; por ello en sus entrevistas y discursos defendía airadamente el respeto a la disidencia, a las libertades políticas y el derecho de los trabajadores.

Ese pensamiento fue el que lo llevó al Parlamento como diputado por LCR junto a otras figuras de la nueva centroizquierda que comenzaba a disputar espacios a los partidos tradicionales AD y Copei.

El trio rebelde

En los primeros tiempos como diputado, junto a Pablo Medina y Carlos Melo, eran una voz rebelde en el Congreso Nacional. Aunque eran  completa minoría, paraban votaciones, sus intervenciones eran las más referidas por los medios de comunicación y el trío se convirtió en una “maquinaria rebelde” referencia de la defensa de los derechos de los sectores populares.

Cuando Istúriz caminaba por las calles, en los alrededores del parlamento, en el Centro de Caracas, no faltaban manos que se estrechaban ni voces en el camino que gritaban: “¡Epa, Negro!”. Sin duda, se había convertido en un dirigente popular.

El espíritu estatista de Istúriz tuvo momentos audaces como cuando, junto a Pablo Medina, Carlos Melo y Carlos Azpúrua irrumpieron con violencia en el salón de eventos en donde se producía la subasta abierta con sectores privados de campos petroleros marginales e inactivos en el proceso de convenios operativos de PDVSA. Eran tiempos durante la administración de Caldera en que se sufrió una importante caída de los precios petroleros por lo que estas inversiones eran vitales para el país.

Es por ello que ese mismo año, convertido en una figura política importante, su partido, LCR lo postuló a la Alcaldía de Caracas derrotando en una cerrada competencia a ese bastión de Acción Democrática, cuyo abanderado fue Claudio Fermín.

El gerente liberal

En su paso por la Alcaldía, aún no se había impregnado completamente con los conceptos del populismo izquierdista y por el contrario, convertido en gerente y trabajando con un presupuesto, hizo una gestión en donde promovió la reducción de la nómina que le parecía exagerada y aplicó conocimientos gerenciales por encima de la dádiva muy propia de los políticos venezolanos.

“Me ha tocado tomar medidas dolorosas como enfrentar a los sindicatos de la alcaldía” confesó en el programa, “Primer Plano” de RCTV, con Marcel Granier.

Allí expresó que tuvo que sentarse a conversar con los trabajadores y decirles: “el país está en crisis, hay que salvar el puesto de trabajo. Nosotros no podemos seguir con un contrato colectivo así. Hay que poner a los trabajadores frente a la crisis”.

Se arrima a Hugo Chávez

Luego de perder la reelección de la Alcaldía en 1999 frente a Antonio Ledezma, candidato por Acción Democrática, Istúriz completó su viraje hacia la izquierda radical, ahora desde el partido Patria Para Todos (PPT), escisión de LCR. Junto a Pablo Medina se alineó con la candidatura de Hugo Chávez. Comenzó así su carrera ascendente dentro del chavismo, iniciada tras el triunfo de Chávez como miembro de la Asamblea Constituyente que enterró la Constitución democrática e inició el tortuoso camino militarista.

Tuvo un conato de disidencia con Chávez por diferencias en candidaturas regionales y bloqueos en las gestiones públicas de miembros de su partido, y en un programa en Globovisión lanzó aquella frase que quedó para la historia: “Chávez se fumó una lumpia”.

Pero no tardaron mucho en reconciliarse y de allí en adelante se inició su larga carrera en el poder comenzando como Ministro de Educación y Deportes, y de allí una abultada lista de cargos de confianza que lo llevaron hasta la Vicepresidencia de la República, gobernador del estado Anzoátegui, para terminar sus días nuevamente como Ministro de Educación.

De defensor a enterrador

Quizás en el Magisterio, en el que comenzó su ascenso político, terminaron también sus días mucho antes de morir.

El prestigio inicial de defensor de los derechos de los ciudadanos quedó enterrado para ser al final la figura que pasa a la historia como el hombre que destruyó la libertad y las organizaciones de los docentes y las universidades del país. Suprimió los beneficios logrados en 40 años de democracia y gran parte de los docentes se apartaron de las aulas y hasta emigraron del país.

En defensa de los intereses de la revolución, de Hugo Chávez y de su propia carrera como líder revolucionario y hombre del aparato político del chavismo, quedará impresa aquella frase en la que explicó por qué era necesario poner un candado a la economía venezolana que fue la base de la destrucción económica del país y el pasaje directo a la gran corrupción:

“Si nosotros quitamos el control de cambio, ustedes (la oposición) sacan los dólares y nos tumban”.

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