Vida sana

Historias de relactancia en Venezuela

Del 1 al 7 de agosto celebramos en todo el mundo la Semana Mundial de la Lactancia Materna y este año con el lema “Mantener la lactancia materna, juntos” las organizaciones internacionales se proponen un desafío: “traducir las políticas acordadas mundialmente en acciones positivas en nuestras comunidades”

fotos: freepik
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Cuando se conversa de lactancia materna, generalmente se visualiza a la madre con el recién nacido en su regazo brindando un alimento único que brindará protección en los primeros meses de vida. De hecho, si buscas imágenes en la web, sólo encontrarás visuales de bebés muy pequeños, por lo que la influencia en esas futuras madres pareciera ser que los primero meses está bien, pero que luego simplemente no es bien visto o es un asunto para unas pocas nada más, cuando la realidad es que como mujeres tenemos el derecho a alimentar a nuestros hijos como consideremos apropiado.

Recuerdo perfecto la primera vez que experimenté esa sensación, caminaba por una tienda con una gran amiga y hermana de la vida y la gente no dejaba de mirarnos, como si fuésemos extraterrestres… o peor… como si estuviésemos cometiendo un acto inmoral. Caí en cuenta cuando una señora se nos acercó a preguntarnos si el bebé (que tenía unos nueve meses para ese momento) no estaba ya muy grandecito para “darle teta”. En ese momento, tuve oportunidad de practicar la compasión, pues pude darme cuenta de que entre nosotras mismas nos vulneramos el derecho a hacer de la Lactancia Materna algo natural. Le explicamos que el bebé aún era lactante y que su alimentación era complementada siguiendo los estándares internacionales y la recomendación de su pediatra. No sé si quedó conforme, pero finalmente no era una opción entrar en una acalorada discusión.

Con esta situación tan peculiar que experimentamos en Venezuela, donde parece que tenemos para invertir en “viajes y armamento” pero no tenemos para “medicinas y alimentos” pareciera que la única oportunidad para sobrevivir es la Lactancia Materna. Así lo anuncian las organizaciones como la OMS, al recomendar que hasta en situaciones de emergencia “la mejor forma de evitar la malnutrición y la mortalidad en lactantes y niños de corta edad es asegurarse que la Lactancia Materna comience en una hora tras el nacimiento y asegurar que no reciba ningún otro alimento ni líquido (ni siquiera agua) más que la leche materna hasta los seis meses de edad.

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Con esa premisa, decidí investigar y escribí en este mismo espacio “Amamantar con hambre” pues me parecía prudente compartir con ustedes el hecho científico que confirma que aún en estados de desnutrición, una madre puede ofrecer leche materna a su bebé recién nacido.

En efecto, una madre puede amamantar con hambre, siempre que salga la leche y para que esto suceda no sólo es la alimentación, sino un ambiente apropiado, libre de estrés y preocupaciones… lamentablemente esa no es la realidad en los centenares de hogares venezolanos en los que con la llegada del nuevo integrante, desplazamos a un lactante promoviendo lo que en África denominaron Kwashirokor, hoy está considerada como una de las enfermedades más devastadoras de la desnutrición aguda en el mundo y en una situación casi inédita, se nos instaló desde hace algunos meses en el país con consecuencias devastadoras para la nación.

Con la SMLM en puerta y con el tema en la mente, decidí explorar alternativas que pudieran fomentar espacios para apoyar a estas madres que sin planificación y sin métodos anticonceptivos (coartando un derecho fundamental conquistado por las mujeres hace ya varios años atrás) traen bebés al mundo y deben desplazar a sus hijos lactantes para alimentar al recién nacido en la que ofrecen una dieta deficitaria que en buena parte de los casos se cobra la vida de ellos y algunas veces hasta la de la madre.

Así me encontré leyendo historias de relactación, algo que hasta el momento estaba lejos de parecer una alternativa hasta que leí la historia de una abuela en Nigeria que amamantó a su nieto y lo mantuvo con vida luego de que su hija falleciera cuarenta días después de tener al bebé y tuviera que huir de su aldea por la situación sociopolítica. Sin dinero y sin alimento, Ashia llegó con su nieta (1,9 Kg) a un campamento de refugiados donde fue asistida por un grupo de especialistas, que propusieron iniciar el proceso de relactación para alimentar a su nieta y salvarle la vida.

De acuerdo con la organización Save the Children, en Nigeria muchas mujeres amamantan a los bebes de otras mujeres (nodrizas) que no lograron sobrevivir. De hecho, aseguran que cualquier mujer puede amamantar a un bebé incluso si no ha tenido un bebé o no ha tenido uno recientemente y con esta técnica llamada “relactación asistida” se podrían salvar cientos de vidas.

Con esta historia en mi cabeza, decidí indagar si en Venezuela teníamos casos de relactación para compartir y para eso, lo primero que hice fue preguntar en mis redes sociales si sabían de relactación. Escasamente el 10% de los que votaron en la encuesta sabían de la técnica, así que pude darme cuenta de que cuando una mujer deja de brindar lactancia materna (por la razón que sea) se reducen las oportunidades de ese bebé, especialmente ahora que no contamos con una distribución apropiada de sustitutos y lo poco que se consigue forma parte de la cara menos amable de la crisis: mercado negro.

La primera en contar su historia fue Mirlenys, una mamá primeriza que a pesar de hacer apego precoz tuvo que ser transfundida por una complicación durante la cesárea y el cuerpo de médicos le insistió en que debía parar la lactancia materna. En sus propias palabras: “todos estaban en contra de la LM y las enfermeras me llevaban el tetero a la habitación para que se lo diera a mi bebé”. Ya en casa y retomando la lactancia materna, Mirlenys comenta que rápidamente se le rompieron los pezones y aun así intentó darle leche materna a su bebé. Al cabo de un tiempo el bebé manifestó una importante pérdida de peso y por complicaciones tuvo que ser hospitalizado. Allí luego de insistir pudo extraerse la LM y dársela a su bebé; sin embargo le insistieron que debía hacer alimentación mixta “para ayudarse”. Actualmente ella se ha dejado acompañar con una consejera en lactancia materna para encontrar el balance, mejorar la técnica de amamantar, anclada a su deseo de brindar este alimento único que Dios le dio la oportunidad de producir para su bebé. Aun con todos los tropiezos, Mirlenys recomienda tener paciencia e insistir una y otra vez.

Luego conocí a Luca, quien luego de comentar que no suele escribir mucho, accedió a compartir su historia al leer mi pedido en las redes sociales. Ella comenta que a los 10 días de tener a su bebé, su pediatra le recomendó complementar la lactancia materna con fórmula pues había bajado de peso y sufría de cólico del lactante (ambas situaciones son muy factibles que sucedan y en ningún caso se debe suplementar). Como ella comenta la presión de familiares y amigos era muy fuerte, e insistían que podía estar llorando de hambre, así que se imaginarán el compromiso. A pesar de experimentar dos mastitis (inflamación de las glándulas mamarias por una obstrucción de los conductos de la leche) y con un dolor que describe como insoportable, decidió continuar la lactancia haciendo su propia investigación. Comenta que entendió que el agarre debe ser adecuado para evitar los problemas y garantizar mayor succión y mayor producción.

lactancia materna

A los nueve meses, Luca tuvo una peritonitis que la mantuvo separada de su bebé por varios días (a la bebé por seguridad no se le permitió estar en la clínica) y por el tratamiento con antibióticos tuvo que suspender nuevamente la lactancia. En sus propias palabras “Me rompió el corazón negársela, pero sabía que era por su (propio) bien”. Tanto los doctores como sus familiares la consolaban argumentando que ya le había dado suficiente, que se quedara tranquila, sin embargo, no se resignó y contra todos se sacaba la leche durante el baño para evitar que mermara la producción y al culminar el tratamiento y transcurrido el tiempo recomendado para evitar los residuos del medicamento (para ella fueron dos meses), sorprendió a todos con su experiencia de relactar, permitiéndole prolongar la lactancia hasta los dos años y 10 meses, tiempo en el cual, de mutuo acuerdo mamá y bebé decidieron el destete “sin traumas” como bien lo comentó en su testimonio. Para ella, la LM fue su mejor elección y dejándose guiar por su intuición hizo lo que sabía que era lo mejor para su bebé.

Sé que hay muchas historias de relactancia por compartir, esto es sólo el comienzo pues a pesar de este camino incierto, nuestra naturaleza bondadosa puede hacer que las cosas buenas sucedan. Yo no sé si la relactancia es la solución, pero si sé que ha sido la bendición y la clave de superviviencia de muchos bebes, así que, basados en que lo hecho hasta ahora no ha resuelto el problema, ¿Qué tal si hacemos algo diferente?

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