Opinión

Cuándo quitar mi nombre de la agencia

El emblemático discurso que Leo Burnett dio hace 54 años aún sigue vigente para inculcar sentido, propósito y motivación a los jóvenes que inician su vida laboral

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El memorable y emotivo discurso de Leo Burnett –famoso ejecutivo publicitario estadounidense–, pronunciado ante sus trabajadores en el festejo de la Navidad de 1967, es uno de esos que ha hecho historia, que emociona al más “pintao” y que nos enumera lecciones, donde la pasión por lo que se hace y la integridad son protagonistas estelares. Cierto que muchos de estas lecciones se ubican en el plano del sector publicitario, pero te aconsejo que no dejes de verlo ya que sus alcances son igualmente aplicables a tu entorno laboral y a la vida.

En muchas ocasiones lo hemos utilizado en las dinámicas de entrenamiento en nuestra firma. Y no es para menos, ya que nos permite –de manera indirecta– influir en nuestros jóvenes profesionales con la palabra de uno de los grandes exponentes de la publicidad y creador de las campañas publicitarias más conocidas del siglo XX.

Si buscas influir en tus empleados e inculcarles el sentido y propósito de lo que debe hacerse y a la vez motivarlos, este discurso te dará la oportunidad de convencerlos.

“En algún momento, cuando deje de estar en la agencia, ustedes o sus subordinados posiblemente querrán quitar mi nombre. Desde luego me va a parecer bien, si a ustedes les parece bien. Pero déjenme decirles cuándo quitar mi nombre de la agencia”, es el abreboca sidéreo para enumerar los motivos, haciendo alusión a que lo haría, incluso, después de muerto, si fuera necesario.

Los motivos “para quitar su nombre de la agencia” son muchos. En este espacio intentaré compartir algunos, juntamente con mi modesta visión de la vida y del trabajo.

1. “Pasar más tiempo intentando ganar dinero y menos tiempo haciendo publicidad”. Una clara referencia a perder el amor por lo que se hace, a bajarle la velocidad a la calidad y perder el propósito. Quienes no tienen claros sus propósitos nunca estarán a gusto con lo que hacen. Primero hay que hacer bien las cosas. El dinero en sí es una consecuencia.

2. “Perder la inquietud de que lo que se hace siempre puede estar mejor”. Nos mimetizamos y nos perdemos en el campo del conformismo. Nos quedamos pegados en las mismas posturas y enfoques, y nos olvidamos de que el trabajo, como la vida misma, requiere de esfuerzo y cambios. Si no te esfuerzas, no hay aprendizaje. ¡grandes esfuerzos, grandes recompensas!

3. “Comprometer la integridad”. En una sociedad mutilada como la nuestra, la integridad es el principal activo de cualquier compañía, en especial la de servicios. Es un valor incuestionable para nuestra credibilidad profesional. Ser íntegro es garantía de transparencia. No es lo que dices sino lo que eres. No es lo que haces sino lo que piensas. Es hacer lo correcto, incluso, cuando nadie te ve.

4. “Mostrar pequeños signos de mala educación”. Aun sigo oyendo historias de jóvenes quejándose del maltrato de sus jefes. Me parece increíble que esa cultura de imposición siga aflorando en ambientes profesionales. Lo que se enseña en casa, inevitablemente se traslada a los clientes, y eso es un gran problema. No pierdas tu esfuerzo en construir una firma sostenible en el tiempo, si no comprendes el valor de la empatía.

Foto Lukas / Pexels

5. “Que el interés principal sea el tamaño”. En la firma que represento –Mazars– hemos discutido mucho sobre esto y nosotros la tenemos muy clara: ¡La calidad está por encima de la cantidad! Como mencionó el propio Burnett en su discurso: “Que la visión se enfoque en la cantidad de ventanas que tienen los despachos”, definitivamente, es un destructor de la calidad en el servicio y de perder fuerza para la generación de nuevas ideas.

6. “Perder la humildad y convertirse en prepotentes”. Indiscutiblemente, carecer de humildad te aleja de tus propósitos. Perderla, es un gran distractor del aprendizaje y sin este, no hay avances. Una virtud olvidada por muchos, que debe prevalecer como el impulsor del respeto hacia el otro. Creo firmemente que ser humildes nos obliga a ser mejores personas y a enarbolar la bandera de la ética como principio fundamental de la existencia.

Concordarás conmigo que las frases de Burnett compartidas en este escrito nos llaman a la reflexión de que debemos abocarnos a hacer que cada día valga la pena, en el ámbito que te encuentres. De lo contrario, ¿qué sentido tiene la vida?

Al final del camino, la mejor recompensa –por encima del dinero y los triunfos– es dejar un recuerdo imborrable de tu esencia en cada uno de los trabajadores que han formado parte de tu empresa.

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