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Murales "indígenas" de la autopista: ¿quién los hizo? ¿qué significan?

Tras el cambio de nombre de Francisco Fajardo a Gran Cacique Guaicaipuro comenzaron a aparecer a los lados de la autopista: motivos indígenas en curiosos tonos pasteles, petroglifos, símbolos. ¿Son un mero ornamento o hay algo más detrás de estas figuras y colores?

Daniel Hernández
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Los colores pasteles del mural de la autopista rompen con el patrón artístico conocido. A la obra de Zapata, la esfera de Soto, la estatua de María Lionza y las paredes cargadas de cinetismo se unieron rostros gigantes de indígenas, rodeados de petroglifos. De esta manera, la renombrada vía Gran Cacique Guacaipuro muestra un nuevo collage que no fue explicado a la ciudadanía.

El cambio, que pasa también por la representación de Bolívar, sus aliados, y en algunas zonas, figuras políticas importantes del chavismo, lo solicitó Nicolás Maduro para «descolonizar» artísticamente la vía que conecta toda la ciudad y conmemorar el Día de La Batalla de Carabobo.

(Fotos: Daniel Hernández)

Y es desde ese punto que la obra generó controversia, ya que a algunos les pareció una inversión sin sentido previa a las elecciones de noviembre y a otros un concepto que no se relaciona con la identidad genuina de la ciudad. Sin contar que conocedores del arte lo catalogaron como una invasión visual a las obras que ya existen. Y no faltaron los amigos del chisme que se refirieron a las pinturas como un producto derivado de la santería.

Pero es normal que de la falta de información se pase a la elucubración. Muchas preguntas estaban en el aire: ¿Quién o quiénes eran los autores? ¿Son símbolos indígenas? ¿Qué significan los colores que se usaron? ¿Cuántos artistas participaron? ¿Cuál fue la inversión?

En El Estímulo buscamos las respuestas. Y esto fue lo que algunos protagonistas de la obra nos respondieron.

Un muralista revolucionario

Nicolai Monrroy, pintor de origen colombiano cuyo nombre artístico es Nikolay Shamaniko, fue el encargado de conceptualizar y dar continuidad a la obra titulada Gran Cacique Guaicaipuro.

Si bien su alias comienza a sonar tras haber hecho el mural que ocupa más de 70 mil kilómetros cuadrados de la autopista, su trabajo ya tiene años en las paredes de Bellas Artes, 23 de Enero, centro de Caracas y otras zonas. Son obras que exaltan los orígenes indígenas, pero también a Hugo Chávez, Fidel Castro, Alí Primera y otros personajes del «tiempo de revolución».

Según contó a El Estímulo, la Gran Misión Venezuela Bella vio su serie de ilustraciones digitales Ancestros, que hizo durante la pandemia, y decidió darle la oportunidad de crear la identidad gráfica de la vía.

«Solo tuve que hacer una investigación de (…) imágenes más enfocadas en los pueblos indígenas de Venezuela. Tocaba escoger rostros que tuvieran el fenotipo de Venezuela. De los rasgos indígenas de acá. Una investigación de los pueblos caribes», señaló.

Tras varias reuniones con autoridades del Ministerio Poder Popular de Pueblos Indígenas, Pdvsa y presidencia, se concretó el boceto con condiciones: “No se podía generar mucho impacto en algunos sectores con ciertas imágenes para evitar accidentes. Por eso, en todo ese proceso (de investigación), se llegó a la simbología, que (…) se plasmó a través petroglifos de Venezuela. Son una serie de legado ancestral en las piedras. Los pueblos se comunicaban así y dejaron esos grabados. Todos están relacionados con la naturaleza, con aquello que da vida”.

Simbología real

Aunque no dio referencias o algún contacto, Shamaniko indicó que trabajó con antropólogos y descendientes de comunidades indígenas para reunir varios petroglifos de distintos estados de Venezuela y así acompañar los rostros pintados en la autopista.

Para confirmar su autenticidad, El Estímulo conversó con especialistas en antropología de la Universidad Central de Venezuela, quienes indicaron que el sentido o significado suele reconocerse por la unión que se crea entre las figuras. Es decir, un petroglifo solo puede carecer de sentido; mientras que en conjunto puede contar un mito o situaciones cotidianas de las etnias indígenas.

Isabella Sánchez, miembro del comité editorial de la Revista Estudiantil Venezolana de Antropología (REVA), expresó: «En sí mismos no representan nada, más allá de una estrategia de propaganda para decir que (Venezuela) es un Estado amplio, tolerante, que respeta a las culturas indígenas».

Basta con revisar los trabajos de Jeannine Sujo Volsky, antropóloga venezolana especializada en Arte Rupestre del país, para evidenciar que lo dicho por Sánchez tiene sentido.

En El diseño de los petroglifos de Venezuela o El estudio del arte rupestre en Venezuela, las piedras que encontró Sujo están llenas de figuras que unidas pudieran contar una historia cuyo significado original es desconocido. Esto último obedece a dos razones, la primera es que los descendientes indígenas prefieren resguardar la interpretación o que es demasiado subjetiva.

No obstante, después de revisar las obras de Sujo y Bartolomé Tavera Acosta, un historiador y periodista que estudió la cultura indígena hasta su muerte en 1931, se comprobó el registro oficial de al menos 10 petroglifos del mural.

Algunos de ellos son los petroglifos de Vigirima del municipio Guacara en Carabobo, y la «Rueda del Indio», cuyo nombre indígena es Watajejechi, y se ubica en el cerro la Olivita, hacienda Cariaprima, en la misma entidad. También los conocidos «Gemelos del Guri», que se encuentran en el Museo de Bellas Artes (MBA); y los del Cerro «Hombre pintado», en el estado Falcón. Hay varios del estado Miranda, que se distribuyen entre El Hatillo y Los Teques; y otros más que a pesar de estar registrados, la ubicación se mantiene en resguardo con el fin de protegerlos.

Un paisaje multicolor

Desde Caricuao hasta Petare, lo más llamativo del mural son los colores que se usaron para representar a los indígenas. No son los tonos marrones o verdes habituales que se encuentran en sus paisajes, sino una paleta multicolor que Shamaniko dividió en cuatro cromas: los tonos tierra, los pasteles, los cítricos y las pieles.

«Quise ser un poco atrevido en ese aspecto, ya que todo lo relacionado con los indígenas tiene colores tierra, entonces quisimos darle otro carácter. Algo más atractivo. Por lo menos, pensando en los niños. Creo que van a estar bastante atraídos por los colores, y por medio de esos colores, llega también la curiosidad de qué son esos símbolos. Todos nuestros niños van a crecer viendo esta obra, les va a llamar la atención», señaló.

Para ahondar en su significado, se consultó a Mariana Quiaro, una princesa indígena cumanagoto, quien también fue una de las ayudantes de la obra en el Distribuidor La Araña, a la altura de San Martín, y detalló lo siguiente sobre el concepto:

  • El rosado o rosa significa fertilidad y amor.
  • El verde es la naturaleza, la prosperidad y la esperanza.
  • El azul es la libertad.
  • El amarillo es el dios sol.
  • El morado es la energía. «Yo regreso como espejo mi energía pura y buena hacia a ti. Es como transmutar», comenta.
  • El blanco «es el inicio de la vida con la madre luna».
  • El naranja representa «los caminos andados y la sabiduría, lo que uno recorre». Al respecto, la joven expresa que lo usan los sabios: «Ellos utilizan la pepa de peonias, que es una semilla de un rojo naranja con negro, y es sanadora. Echa afuera todas las malas energías».

Ante esto, Elena Plaza, curadora de Arte y exprofesora de la Escuela Armando Reverón, comentó: «Nosotros vivimos en el trópico, y si ellos querían reflejar el indígena en su entorno ¿cómo le vas a poner unos tonos pastel? No tienen nada que ver con su cromática. Si ves su arte, predominan los colores ocres y tierra. Si ves una fotografía, su entorno está lleno de verdes y marrones. Es una incongruencia conceptual utilizar esos tonos de color con ese tema».

Continúa: «Nosotros tenemos una gama de verde que va de Catia hasta Petare, que es el cerro El Ávila y una bóveda celeste, de un azul muy particular, porque estamos al norte del Ecuador, y la luz incide de manera distinta a nivel visual por el contraste. Es una decisión muy mal tomada desde mi punto de vista».

Tras varios años trabajando en el área de curaduría artística dice: «A nivel práctico también es incoherente (el mural) porque no se deben pintar las columnas de concreto. Ese material es muy difícil de limpiar (…) cuando se deteriora una obra. Cuando graffitean, la gente pasa trabajo para sacar la pintura. Es una superficie porosa, que se debe limpiar con agua a presión para quitar el hollín y la humedad en vez de pintarlas, y su vejez es terrible».

Una invitación para todos los artistas

La convocatoria para trabajar en el mural se abrió a finales de mayo y las plazas se llenaron rápido porque más de 80% de la obra debía estar lista para el 24 de junio. Se unieron pintores, ilustradores, músicos, bailarines, escultores y más artistas de Caracas y el interior de Venezuela porque la iniciativa no era excluyente.

Shamaniko en varias entrevistas afirmó: “Lo especial de este proyecto, es que vincula a artistas de todas las artes, quienes están a lo largo de la autopista, por lo que se pueden apreciar momentos de arte con intervenciones de danzas, de performance, obras de teatro, fotografías, videos, y muchas actuaciones más”.

Fuentes afirmaron a El Estímulo que varios pertenecían al movimiento artístico Caribe, Multiartes Shamaniko y la Universidad Experimental de las Artes (Unearte).

Shamaniko indicó que se dividirían en 8 pelotones, de 40 o 50 personas, que se desempeñarían en tres cargos: productores (2 personas), pintores (10 personas) y el resto serían ayudantes. A estos grupos, se les sumarían alrededor de 1.000 obreros, que acondicionarían el área por tramos, así como personas de los departamentos de logística, transporte, alimentación, entre otros.

Las cifras publicadas por la administración de Maduro resaltan que la obra empleó a más de 300.000 personas.

Un trabajo dolarizado

Mariana Quiaro fue una de las personas que contactó a Shamaniko para trabajar en el mural y obtener ingresos extras. Le gustaba la temática por la identificación con sus orígenes, y la paga era atractiva: 10 dólares diarios que se entregarían al final de la semana (50 semanal).

Señala que el acuerdo se hizo bajo palabra, y comenzó a trabajar a partir del 14 de junio hasta finales de julio: «Para ese entonces los pintores cobraban 50 dólares por día, y después se redujo el tabulador para darles la oportunidad a personas que querían participar en el proyecto. Quedaron en un acuerdo de que los pintores ganarían entre 20 y 25 dólares por día, y los ayudantes 10».

Sin embargo, hay miembros de los pelotones que indicaron a El Estímulo que la oferta inicial diaria era de 200 dólares para los productores o coordinadores, 100 para los pintores y 20 para los ayudantes, las cuales se redujeron a la mitad sin consulta ni explicaciones.

Rogmy Armas, un usuario de Twitter, denunció el 18 de julio que esa situación afectó a una de sus familiares: «En la primera semana de trabajo a todos les bajaron el sueldo a la mitad porque sí y a las personas que trabajaron doble turno les pagaron solo uno».

Y destacó: «Hace unas semanas el turno de la noche del pelotón de mi hermana se robaron unos equipos (…) y Shamaniko, el encargado de todo esto, decidió cobrarle esos equipos a sus esclavas, gente que trabajó (y durmió) durante una semana en la autopista y les pagaron incompleto por algo que no habían hecho».

Rogmy contó a El Estímulo que el robo ocurrió la noche anterior al turno de su hermana y compañeras: «se llevaron las lámparas y otros equipos, pintura, etc. Casualmente, Shamaniko estaba allí, pero no habló con ellas, sino su pareja, y al final decidieron pagarles completo, pero igual a 10 dólares el día, sin tiempo extra».

Ante el cruce de información, Shamaniko respondió al medio de comunicación El Pitazo que las acusaciones eran «mal intencionadas» y que la propuesta económica fue la siguiente: 100 dólares para los jefes de cada pelotón, y entre 50 y 20 para el resto de trabajadores.

Mariana, quien siguió en la etapa de curaduría, aseguró: «Siempre fue así. Nunca el ayudante ganó más o menos. Ese fue el acuerdo que se quedó de palabra con Shamaniko, quien es el director general del proyecto».

El objetivo: «reivindicar derechos indígenas»

En distintas entrevistas, Shamaniko afirmó que la obra no solo tenía un objetivo plástico, sino de visibilización y reivindicación de los pueblos originarios de Venezuela: «El hecho de que se le haya cambiado el nombre a la autopista es un acto importante, es un hecho descolonizador».

«No te voy a decir que nosotros tomamos temas de problemáticas sociales o lo que suceda con ellos para la obra, pero en estos últimos años, digamos en tiempo de revolución, es donde los pueblos indígenas han tenido mayor reconocimiento. Los incluyeron en la Constitución. Que desde hace 20 años los pueblos indígenas tengan cabida en la Constitución dice mucho del reconocimiento y reivindicación de nuestros pueblos originarios», dijo.

Y siguió: «El hecho de basar nuestra obra en la cosmovisión de los pueblos originarios, basarnos en su cultura, sus tradiciones, sus rostros, pues yo creo que va a ser una carga de reconocimiento».

Una postura parecida mantiene Mariana Quiaro: «Esto es un legado. Una historia. Una vivencia. Esto va a cambiar nuestro país. Yo sé que miles de venezolanos cuando vengan por la autopista con algún problema, con estrés, se van a encontrar con todos esos colores y esa energía va a cambiar. Se va a convertir en armonía y en amor».

Las cifras grises de la realidad indígena

Aunque Shamaniko espera que el mural Gran Cacique Guaicaipuro entre el récord Guinness como el más grande Latinoamérica, la realidad de las etnias indígenas en Venezuela no es tan llamativa como esos colores utilizados en Caracas.

En marzo de 2021, la Universidad Católica Andrés Bello y defensores de derechos humanos realizaron un foro que se tituló «Derechos Humanos en la Amazonía venezolana». Durante las ponencias, se ofrecieron cifras y detalles de las condiciones de vida que afectan a las comunidades originarias de Venezuela.

Uno de los ponentes fue Olnar Ortiz, indígena miembro de la comunidad Baré, abogado y coordinador de Pueblos Indígenas del Foro Penal, quien indicó que a pesar de incluirse a los indígenas en la Constitución de 1999, sus derechos continúan siendo vulnerados.

“Allí se reconoce el derecho a la tierra, la participación política, económica; también la titulación de la tierra. Han pasado 20 años y no tenemos títulos (…) En otros países que comparten la Amazonía -como Colombia, Perú y Ecuador- se ha avanzado en la cosmovisión del indígena. En Venezuela se ha frenado, manifestó.

Igualmente, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) reveló que, hasta febrero de 2021, en Brasil habían 5.512 indígenas venezolanos de las siguientes etnias: eñepa 1%, kariña 1%, wayúu 1%, pemón 27% y warao 67%.

De acuerdo con Mariela Molero, abogada y asesora legal de la Asociación Civil Kapé Kapé de Venezuela, «de 24 estados que tiene Brasil, en 20 hay waraos; 661 de ellos ya son refugiados, 1.929 residentes temporales y 2.921 solicitantes de refugio”.

Si se les pregunta cuál es la razón más frecuente de su decisión de huir, los indígenas responden que se trata de las precarias condiciones de vida a las que están expuestos y la alteración de sus ecosistemas.

Ya son varios años que Molero registra el número de indígenas refugiados y migrantes, y lo que más resalta es que esa situación ha afectado sobremanera su cosmovisión y costumbres.

Referencias:

Blog Tacarigua Rupestre: Petroglifos de Vigirima: Dos yacimientos de Arte Rupestre de la Cuenca del Lago de Valencia, estado Carabobo, Venezuela

Los petroglifos del Guri de Lelia Delgado.

Blog Rupestre Web: A la caza de una idea: Jeannine y el petroglifo y Escrito en la roca. Un lenguaje plástico:mito y petroglifo en Falcón de Camilo Morón;

Pueblos originarios: Geoglifos del caribe venezolano de Omar A. León Liscano.

Los Petroglifos de Venezuela de B. Tavera – Acosta (1956).

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