Vamos con prisa a todos lados, vivimos de forma caótica. Nunca nos desconectamos. En los días libres, volteamos la mirada al trabajo y a los pendientes que, irremediablemente, nos quedan. En definitiva, vivimos una vida alejada de nuestros sueños porque no nos queda tiempo de ir tras ellos
“Estamos corriendo por la vida en vez de vivir”. Esta sentencia fue suscrita por el escritor y periodista Carl Honoré –uno de los mayores exponentes del movimiento Slow– quien propone ralentizar la vida y reducir las cargas mentales, académica y laborales. Y a mí me parece grandioso poder reflexionar en este artículo sobre el ritmo de vida que llevamos, además, muy apropiado para ir ajustando el pulso de nuestro bienestar por la coincidencia con el inicio de año.
De igual manera, una de las 10 leyes del Ikigai –filosofía de vida japonesa– sugiere como ley indiscutible tomarse las cosas con calma. Me parece que debemos tomar muy en serio esta práctica, pues los japoneses lideran la clasificación mundial de las personas más longevas del planeta.
En la actualidad, la covid-19 ha influido de manera importante en nuestra dinámica diaria, pero la globalización y la tecnología han irrumpido en nuestras vidas de una forma demencial y, aunque debemos reconocer que nos han traído muchas cosas buenas, –entre ellas, unirnos en la distancia– nos ha limitado el tiempo para compartir y crecer en ámbitos de la vida que necesariamente debemos cultivar para vivir una vida feliz.
Vamos con prisa a todos lados, vivimos de forma caótica. Nunca nos desconectamos. Vivimos sin precisar el tiempo que realmente necesitamos y lo que es peor: cuando tenemos ese tiempo para disfrutar de la familia, salir con la pareja, visitar a amigos o cualquier otra actividad que sea de nuestro agrado, volteamos la mirada al trabajo y a los pendientes que, irremediablemente, nos quedan cuando tomamos unos días libres. En definitiva, vivimos una vida alejada de nuestros sueños porque no nos queda tiempo de ir tras ellos.
¿Cómo detener el virus de la prisa y de la impaciencia? Me atrevería a decir que cada uno puede crear su manera, pues creo firmemente que no hay fórmula única.
Algunos deliramos con escribir en nuestros ratos libres. Otros prefieren pintar, cantar o abocarse a los ejercicios. Pero lo que sí es indudable es que necesitamos tiempo de calidad, ese que te permite crecer sin acompañamiento, que te hace libre y te permite la comunión entre la mente y el alma.
El mencionado movimiento Slow sostiene, entre otras cosas, reducir las actividades extraescolares, comer en compañía y sin distracciones tecnológicas, y comenzar el día con unos pocos minutos de silencio.
Ahora bien, el inventario de comportamientos no es cerrado ni se limita a algunas actividades en especial. Por otra parte, debo advertirte que el movimiento Slow no propone, de ningún modo, hacer las cosas lentamente, sí abrazar los aspectos cotidianos de tu vida a la velocidad correcta.
Esa forma de ralentizar tu ritmo de vida te permitirá saborear y disfrutar cada segundo, ser más consciente de tu Ser, de tus errores y más conectado con el entorno que te rodea. Al hacerlo, te haces más humilde –la sabiduría de lo que somos– y esto, indefectiblemente, sumará aprendizaje y te convertirá en una mejor versión.
¿Cómo llevar a la práctica esta teoría Slow? Es más sencillo de lo que piensas. Aquí te dejo algunas claves:
Trabaja para vivir, no vivas para trabajar
Con esto no quiero decir que evites esforzarte. Lo que intento decirte es que procures trabajar en algo que te guste y te permita alcanzar la realización profesional. Trabaja con base a objetivos y construye espacios de tiempo para analizar lo realizado y recargar baterías. Si no te sientes bien con lo que haces y como te ganas la vida, déjalo, y busca aquello que te complemente y cambie tu perspectiva personal.
Comparte para ganar paciencia y sabiduría
La familia es quizás la fuente más importante para cubrirnos de amor y enfrentar los avatares de la vida. No obstante, el trajín diario, las preocupaciones y el trabajo nos quitan un tiempo precioso y, por consiguiente, el convivir en familia se limita a un “buenas noches”. Apenas tenemos tiempo para dedicar a los dependientes, hijos y padres.
Sin embargo, entendiendo lo difícil que es hacerlo en cuarentena, el tiempo que dedicamos a estos personajes nos enseña a ver la vida desde una óptica diferente, enmarcados en la inocencia que emana de las travesuras de los niños y la sabiduría que nos queda de escuchar las experiencias de nuestros padres y abuelos. Eso, definitivamente, suma exponencialmente a nuestro bienestar.
Conecta con el silencio
Conectar con el silencio debe ser una rutina obligada en nuestro transitar diario. Meditar, hacer yoga o simplemente la reflexión consciente cuando caminas o manejas, son magníficos ejercicios de introspección que te ayudarán a mirar la vida desde un lado más reflexivo y entusiasta.
En conclusión, recuerda que llevar una vida bajo un ritmo moderado, no significa desprecio por lo que haces o por los demás. Sí, una mirada distinta al mundo y el aprecio consciente de las cosas que realmente valen la pena y nos acompañaran al final del camino.
Además, te hará más atento a tus anhelos y a entender que, a pesar de todo, ¡la vida es maravillosa!
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