Opinión

El Club de los arrastrados

La decisión del gobierno de Nicolás Maduro, y las instituciones acólitas al poder ejecutivo, de no reconocer lo que ocurrió en las urnas electorales el pasado 28 de julio, podría significar la ruptura de alianzas en el seno de la izquierda latinoamericana, como lo evidenció el reciente rifirrafe provocado por Daniel Ortega

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Este viernes 30 de agosto el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, terció de nuevo en la crisis post electoral venezolana. El tres veces mandatario dijo que “no hay pruebas” de una victoria de Nicolás Maduro, y por tanto no reconoce su proclamación, pero ante la ausencia de datos oficiales desagregados y verificables, aclaró que tampoco reconoce al abanderado de la oposición Edmundo González Urrutia como ganador de las elecciones del pasado 28 de julio. 

La distancia que ha puesto Lula da Silva de quien fue su aliado en el pasado, le ha valido insultos y descalificaciones por parte del gobernante de Nicaragua, Daniel Ortega, cuya reelección en 2021 fue ampliamente rechazada por la comunidad internacional.

“Si querés que te respete, respétame, Lula. Si querés que te respete el pueblo bolivariano, respetá la victoria del presidente Nicolás Maduro y no estés ahí, de arrastrado”, expresó Daniel Ortega en una cumbre presidencial de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), el lunes 26 de agosto.

Creada por Hugo Chávez, hace justamente dos décadas, en una alicaída ALBA participan Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas. La realización de la reunión de mandatarios por vía telemática es señal de que escasean los recursos, en una entidad que otrora realizaba cumbres presenciales financiadas completamente por Venezuela.

Resultó llamativo que Ortega haya usado este espacio multilateral de la izquierda en el poder para atacar a Lula da Silva, y también al presidente colombiano Gustavo Petro, por las gestiones de ambos en la crisis de Venezuela, tras la ausencia de datos oficiales de las elecciones y la rápida proclamación de Maduro, mientras la oposición denuncia fraude.

Aunque la prensa brasileña, para referirse al impasse diplomático que está en desarrollo entre ambos países abiertamente habla de Daniel Ortega como dictador, el septuagenario mandatario y referente de la izquierda latinoamericana sigue usando un leguaje cauteloso. La noche de este 26 de abril, Lula da Silva escogió una reunión con líderes parlamentarios en Brasilia para referirse al rol de su país en la relación con Nicaragua y Venezuela.

Sin calificar la decisión de Managua, Lula da Silva comentó a los congresistas la decisión exagerada del régimen de Ortega y de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, de expulsar al embajador de Brasil en el país centroamericano por su ausencia en los actos oficiales con motivo del aniversario de la Revolución Sandinista el 19 de julio.

El presidente brasileño hizo una comparación y dijo que sería lo mismo que Brasil expulsara a los embajadores que no asistieron a las celebraciones del 7 de septiembre, en Brasilia, cuando el país sudamericano celebra su día nacional.

Lula afirmó que no asistir a un evento no es motivo de represalias. Nicaragua anunció a principios de agosto la expulsión del entonces embajador de Brasil en el país, Breno Dias da Costa, luego de que no asistiera al 45 aniversario del fin de la dictadura de Anastasio Somoza en el país centroamericano, el 19 de julio de 1979.

El gobierno de Brasil respondió poco después de anunciarse la expulsión de su embajador, con una medida similar.

No solo es Lula, también es Petro

“Pobre Petro, lo veo como compitiendo con Lula en ver quién va a ser el líder que va a representar a los yankees en América Latina. El pobre Petro no tiene la fuerza que tiene Brasil. El gigante de América Latina. Pero con ese gobierno que tiene, de Lula, no es gigante, bueno, es Goliat queriendo arrasar con David”, sostuvo Ortega en esta cumbre, donde tanto él como los otros jefes de Estado participaban de forma telemática. Ningún otro gobernante se hizo eco de estos comentarios.

Lula da Silva está en medio de una tensión cruzada, ya que depende del respaldo de fuerzas de centro o conservadoras en el Congreso, que a su vez le piden desmarcarse de los autoritarismos de la región, con signo progresista, mientras que su partido, el histórico Partido de los Trabajadores (PT), tiene una directiva con posiciones más radicales hacia la izquierda y de hecho avala la relección de Maduro, por ejemplo, sin que haya actas públicas ni resultados desagregados como piden otras instancias partidistas de la región, como el caso del Partido Comunista de Chile.

“El dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, dio por rotas las relaciones con Brasil, y tildó a su homólogo brasileño, Lula da Silva, de ´arrastrado´ y de querer ser el ´representante de los yanquis´ en América Latina. Me pregunto: Cómo hemos, como región, en pleno siglo XXI, permitir que personajes nefastos como Ortega y Murillo hayan podido construir dictaduras asesinas a la vista de todos y con absoluta impunidad”, comentó el estudioso sobre democracia, Daniel Zovatto, ex director del instituto IDEA para América Latina. 

Por su parte, el presidente colombiano Gustavo Petro sí ofreció una respuesta frontal a Ortega este martes. Reiteró que Brasil y Colombia buscan “una solución negociada pacífica y democrática en Venezuela” y ripostó, finalmente, “al menos no arrastro los derechos humanos del pueblo de mi país”.

Finalmente, Lula da Silva sigue navegando en dos aguas en relación con Venezuela. Por un lado, discrepa de la línea del PT, y crítica al régimen de Maduro al sostener que es “muy desagradable”, pero no cruza el Rubicón de llamarlo una “dictadura”.

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