Política

La oposición antigomecista en el exilio

Un grupo de exiliados venezolanos en Nueva York organiza una campaña contra la dictadura en su país en 1923. Gómez lleva 15 años gobernando y lo hará por otros 12. Ellos, desde luego, no lo saben, y fantasean con la idea de una revolución que pueda liberar a sus compatriotas del gomecismo opresor

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gómez

En 1923 Juan Vicente Gómez lleva tres lustros gobernando a sus anchas. Nadie se atreve a cuestionar su poder. Ha logrado sofocar rebeliones militares y civiles. De los caudillos que dominaban la escena hacía solo tres décadas, en las postrimerías del siglo XIX, no hay rastros visibles. Unos todavía sueñan con derrocarlo, pero mientras transcurre el tiempo, el poder tachirense se afinca más.

A la población, reprimida de libertades, también le ha tocado padecer otros dos estragos: la malaria, principal causa de muerte de los venezolanos, y la gripe española que entró por La Guaira, en uno de esos barcos repletos de extranjeros.

Mientras unos llegan en búsqueda de riquezas, otros huyen esperanzados en conseguir las oportunidades que su país no puede darles. El petróleo no es de todos, sino de unos pocos: de los extranjeros que rodean al dictador a cambio de respaldo militar en el Caribe.

Nueva York, Ciudad de México y Madrid son los destinos predilectos de los exiliados del gomecismo. En esas ciudades se instalan importantes comunidades venezolanas que rehacen sus vidas y se adaptan a los nuevos contextos. No todos anhelan regresar, pero incluso los más desapegados tienen a Venezuela presente en sus oficios. Ellos también padecen al benemérito.

Dicen las memorias de algunos, recogidas en el libro Los desterrados y Juan Vicente Gómez, de Diego Córdoba y con prólogo de Pedro Elías Aristeguieta, que los exiliados políticos se reunían a media noche frente a la estatua de Simón Bolívar en el Central Park de Nueva York a planificar la campaña de desprestigio contra la dictadura. Formaron organizaciones y una agenda de actividades en las que fantaseaban con revoluciones que deponían a Gómez y establecían gobiernos democráticos. Sin duda, aquel era un collage de figuras que iban desde los viejos caudillos derrotados, hasta civiles con ideas más modernas sobre la democracia.

Son muchos los que ven en el periodismo y en las organizaciones políticas una ventana para denunciar a la dictadura. La Reforma Social, una revista fundada por Orestes Ferrara y editada por Jacinto López se convierte en uno de los medios principales de denuncia y reclamo contra las tiranías del continente, entre ellas la de Gómez en Venezuela, a quien José Rafael Pocaterra llama “La vergüenza de América”, epíteto que además sirve de título para las entregas periódicas que hace en la revista y que en unos años serán sus Memorias de un venezolano de la decadencia, que aparecen por primera vez en Venezuela a comienzos de 1936.

Justo por esa fecha, el autor se vio involucrado en un escándalo cuando expresó públicamente que la única forma de salir de la dictadura sería con la muerte de Gómez. Entonces, el cuerpo diplomático venezolano le pidió a la Casa Blanca atender el asunto y los involucrados fueron dispersados, yéndose Pocaterra a Canadá.

Este episodio da cuenta de que por un lado las persecuciones políticas no son inéditas de nuestros días, sino que por desgracia nos han acompañado en la historia; y, por otro, que la migración por contextos autoritarios también han sido parte del pasado, aunque no hayamos hecho memoria de esos procesos.

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