Venezuela

¿Qué pasa con el liderazgo?

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Contaba Simón Alberto Consalvi que, en 1928, cuando Rómulo Betancourt sufrió su primer exilio y abandonó el país rumbo a Curazao, fue detenido antes de abordar el buque en la Guaira. Llevaba dos maletines de mano. La guardia sorpresivamente encontró que aquel muchacho sólo llevaba en su equipaje una muda y muchos libros, los 14 tomos de la Historia contemporánea de Venezuela de Francisco González Guinán. El joven revolucionario tenía, tan sólo, 20 años. Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Andrés Eloy Blanco, Raúl Leoni y gran parte de la generación de líderes que construyeron la Venezuela democrática del siglo XX combinaron un conjunto de rasgos que es difícil encontrar. Tenían ideas e ideales, leían, eran elocuentes y dominaban la oratoria, nadaban a contracorriente deseando implementar un sistema ajeno a la mentalidad colectiva de la población pero eran, también, prácticos, sabían de psicología de masas, se acercaron a la gente, fueron populares y persuasivos. Su mayor virtud, sin embargo, fue que tuvieron una visión, concibieron un proyecto de país absolutamente distinto y lo supieron implementar. Fue un liderazgo de transformación que promovió un cambio radical en la sociedad y la cultura.

La regresión social que tomó cuerpo con la revolución bolivariana recuperó formas arcaicas de liderazgo. Recurrió a la particular debilidad atávica del pueblo venezolano por el héroe, el caudillo, el hombre fuerte, el individuo excepcional; el clásico personalismo político latinoamericano que degeneró en el más servil culto a la personalidad y perpetuó acendrados mecanismos de dependencia de la población. Pareciera que el exceso personalista y autoritario de las dos últimas décadas saturó a la sociedad con el lado oscuro del carisma.

Nos encontramos hoy frente a una población totalmente desorientada, a la deriva, ante un pueblo que reacciona por espasmos a la urgencia y la carencia. Una masa humana angustiada, desesperada, sin dirección, sin camino. Basta leer el resumen de noticias de un solo día: “PNB tomó adyacencias del Bicentenario de Terrazas del Ávila ante caos por comida.” “Saquearon una gandola que transportaba maíz en Carabobo.” “Fuertes protestas en San Juan de los Morros por falta de luz y de agua.” ”Protestan frente a empresa de cauchos en Barquisimeto.” “Tres detenidos por saqueo en Ciudad Piar.” Ante el caos y la anomia que hoy reinan en el país no bastan la queja y la denuncia como tampoco es suficiente la brega por el cambio de gobierno. La salida del Presidente Maduro es, sin duda, una prelación para iniciar la cura de nuestros acuciantes males. Pero de cara al quiebre de la matriz social lo que más necesitamos es una visión, una propuesta de gran aliento que permita volver a dibujar el horizonte del país.

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