Consumo

La crisis económica alcanzó a Cine Cittá

Una notable disminución de inventarios y clientes se aprecia en los otrora abarrotados pasillos del icónico bodegón, donde los precios indexados representan para muchos cifras salidas de una película de ficción.

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Texto: A. Matute / Foto: Archivo / Instagram @cinecittacaracas

Ningún negocio parece escapar a los rigores de la crisis económica venezolana. Incluso aquellos que apuntan su artillería hacia los estratos de mayor poder adquisitivo han visto mermadas sus capacidades.
Cine Cittá, ubicado en la urbanización Bello Monte, es una muestra de ello. Y no es que su exquisito bodegón haya dejado de ofrecer a su adinerada clientela los productos importados que acostumbra consumir, pero la evidente disminución de los inventarios y de perfumados compradores es indicativo de que algo ha cambiado en el local que se convirtió en ícono del consumismo de altura en la Caracas de la escasez y las desigualdades.
La diferencia con un mercadillo cualquiera persiste. En sus neveras sigue siendo profusa la cantidad de botellas con aguas, cervezas, refrescos y otros brebajes importados que cuestan mucho más de lo que recibe un trabajador venezolano al día (Bs 10.851 si se cuenta el bono de alimentación).
Mientras que a las puertas de cualquier panadería la cola se forma dos horas antes de salir el pan, en Cine Cittá las cestas rebosan de hogazas y barras recién horneadas con precios que superan los Bs 8.000 por unidad.
Sin embargo, ahora en los estrechos pasillos, el comprador –real o ficticio- puede caminar con holgura.
Ya no se amontonan las pilas de paquetes de azúcar o harina de trigo de meses atrás, y en la sección de cosméticos los bultos de 24 o más rollos de papel sanitario han cedido espacio para envoltorios individuales del papel higiénico.
Quizás el habitué no lo note, pero también ha mermado la cantidad de vitrinas que mostraban al cliente una considerable gama de lentes y perfumes, afeitadoras y aceite extra virgen de olivas italianas. Y de los relojes suizos ni asomo.
Eso sí, el cliente encontrará lo esencial: harina de maíz o de trigo, azúcar o aceite, mayonesa o crema dental a precios que, lógicamente, reflejan el exorbitante incremento que en el último año ha experimentado el nunca bien ponderado pero insoslayable dólar paralelo, verdadero marcador de estos productos para pocos pero también de todos los bienes y servicios que demanda el más humilde habitante de la barriada más pobre del país.
– Faccia esistenza – 
En el resto de los comercios la harina de maíz es solo un recuerdo, pero en Cine Cittá se consigue el producto mexicano en dos variantes de 5 libras (2,26 kilos): gluten free o con todo el contenido calórico del americano cereal a precios que van de 60.000 a 83.000 bolívares, mucho más que el kilo de la harina criolla que en las cadenas de supermercados que llega esporádicamente, se vende en Bs 2.130, pero que en el mercado negro puede tener un precio de Bs 15.000.
El paquete de 1,81 kilos de azúcar, entretanto, se vende en 57.920 bolívares o lo que es igual: Bs. 32.222 por cada 900 gramos, más de 60% frente al precio ofrecido en mercados y buhoneros por mil gramos. De la variante pulverizada no queda rastro. 
Un saco de 22,6 kilos de arroz marca un precio de 710.000 bolívares, o lo que es igual a Bs 31.415 cada kilo, mientras que el de harina de trigo del mismo peso marca Bs 360.000 y el de 50 kilos tiene un costo de 856.000 bolívares (Bs 17.120 cada kilo). Once meses atrás, el bodegón vendía el kilo de la materia prima de tortas y panes en tan solo 2.250 bolívares.
El kilo de pasta también sufrió los embates de la inflación: el año pasado la variante más costosa se vendía en 5.600 bolívares, y ahora la única marca disponible se vende en Bs 36.000, tomando en cuenta que el bulto de 5 kilos del producto italiano cuesta Bs 180.000.
Hay envases de 9,5 litros de aceite de maíz importado de Estados Unidos. Eso sí, deberán pagar por la garrafa Bs 499.990 bolívares (a razón de Bs 52.640 el litro).
Si de preparar una suculenta receta con bacalao se trata, sepa el comprador que deberá pagar Bs 220.000 por un kilo de la salada especie de la cocina portuguesa, un precio en que en muchos casos es el sueldo de un profesional de rango medio sin incluir el bono de alimentación.
Un tarro de 960 gramos de mayonesa Alberto cuesta 56.000 bolívares, precio que se reduce a solo 20.000 bolívares si se prefiere la conocida marca Hellman’s en frasco de 400 gramos.
Cajas de cereales y negrísimas galletas Oreo siguen acaparando la atención del visitante, pero con precios que triplican los vigentes algunos meses atrás, como el popular Corn Flakes, que en su presentación de un kilo se vende por encima de los 100.000 bolívares.
En el apartado de aseo personal, un tubo mediano de crema dental cuesta Bs 39.600, mientras que los desodorantes Dove y Gillette para damas o caballeros se comercializan entre 23.500 y 50.000 bolívares, monto este último que se deberá pagar para enjabonarse con una barra de Dove con aceite de almendra, aloe vera o cualquiera de las muchas variantes resguardadas detrás de cristales y llaves.
Un envase de champú o acondicionador Alberto VO5 -recordado producto de los años 80 hoy desaparecido del mercado- tiene un costo de Bs 32.800.
Detergentes para prendas finas y enjuagues para ropa de similar calidad, hojillas de afeitar, cremas para el cuerpo, alcoholados y talcos, aceites y geles de baño, pañales y toallas sanitarias, entre otros artículos, siguen formando parte del telón de fondo en el local con nombre de estudio cinematográfico, pero en una cantidad tan reducida que seguramente causará pánico entre los compradores habituales.
Lo que sí desaparecieron fueron las Barbie y Kent que servían de costoso antojo de los pequeños obligados a acompañar a sus padres. También las fórmulas infantiles y los potes de leche Nido que antes llenaban las estanterías, así como la profusa variedad de quesos u otras delicias para exigentes paladares.
También se esfumaron de la escena las etiquetas con los precios de cada artículo, quizás una manera de identificar a los simples curiosos de los compradores para los cuales el precio no es un obstáculo.
– Qualcosa cambia –
Desde la entrada se advierte que algo ha cambiado en Cine Cittá. La espaciosa terraza que recibía al visitante de la primigenia gelatería cedió a los encantos –y la seguridad- del vidrio y el aire acondicionado. Ahora la heladería se confunde con la cafetería y la pizzería.
Los precios, obviamente, también variaron. Una paleta del artesanal helado o una tinita de un solo sabor se venden en Bs 17.500, en tanto que por un atractivo banana split se deberán cancelar Bs 70.000. Un roll de canela ya vale Bs 17.000 y un pastelito Bs 6.200, y se quiere acompañarlo con un mocaccino tendrá que desembolsar otros 50.000 bolívares.
En la nevera con tortas, que sigue siendo uno de los grandes atractivos del local, solo una tiene precio: una frassier en 61.600 bolívares.
La crisis, caracterizada por una inflación galopante, parece haber tocado al público clásico de Cine Cittá, acostumbrado a comprar sin reparar mucho en los precios.
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