Un área industrial del vecindario de Port Morris es el hogar de esta destilería donde más allá de disfrutar de los diversos sabores en que se prepara el «Pitorrico», los visitantes aprenden de esta tradición puertorriqueña que va de generación en generación, y cuya antigua producción clandestina está ligada a la siembra y producción de caña en el siglo XVII.
«Somos de padres puertorriqueños y cada verano íbamos a Puerto Rico. Conocemos la cultura desde pequeños y con ella, la tradición del pitorro en la Navidad, aunque ahora se toma todo el año», dijo William Valentín, de 40 años, acompañado por su socio Rafael Barbosa, de 42, quien le propuso establecer la destilería.
«Creí que estaba loco», agrega Valentín, quien recordó que tras una visita a Puerto Rico en que Barbosa probó el pitorro que hacía su tío, propuso traerlo a Nueva York, lo que dicen no fue tarea fácil, para que les enseñara a preparar la bebida, conocida en EE.UU. como «moonshine», cuya producción legal en la isla se autorizó en 2009, con el pago de impuestos.
No obstante, eso no significa que la producción clandestina, que es más fuerte en contenido de alcohol, haya cesado. El pitorro está tan arraigado en la cultura popular que incluso está presente en canciones como «Sin pitorro no hay parranda» o «Los contrabandistas», que alude a la confiscación de la bebida por parte de las autoridades.
«Ahora tengo un alambique que no puede funcionar, porque el gobierno tiene una lancha que juega con las olas del mar», dice el tema que popularizó el ya desaparecido Daniel Santos.
A unos pasos de la estación del tren 6 que recorre el sur de El Bronx está Port Morris Distillery, cuya decoración evoca el colonial Viejo San Juan con sus edificios de colores brillantes y balcones.
La mayoría de las destilerías en Nueva York están en el condado de Brooklyn. Valentín y Barbosa optaron por algo diferente, ya que además de conocer el vecindario de Port Morris, tenían allí otro negocio que fue vendido para invertir en la destilería.
«Todo el que viene, no sólo puertorriqueños, se quedan encantados con el producto y así enseñamos nuestra cultura. No solo vienen y lo prueban, sino que a cada persona que entra aquí se le explica el origen de la bebida y cómo la hacemos», agrega Valentín, mientras se escuchaba música de salsa.
Reconoce que cada «alambiquero» tiene su fórmula y que cada uno reclama que el suyo es el mejor. Barbosa y Valentín no buscan competir con la bebida que se produce en la isla, pero, se manifiestan orgullosos de su producto, que distribuyen a varios restaurantes y otros negocios en la ciudad.
«No digo que el nuestro es el mejor porque no quiero ofender a nadie. Sólo, que vengan a probarlo», dijo y explicó que no se elabora con melaza de caña sino con manzanas y miel de abeja de Nueva York.
A eso agregan azúcar que importan para producir el ron con el que preparan los diversos sabores de la «cañita», «pitrinche» o «lágrima de mangle», como también se conoce.
El proceso desde que inician la fermentación hasta lograr el ron puede tomar unos 25 días, tras lo cual es envasado. Pero, para lograr el añejo, el proceso puede tomar hasta dos años porque el pitorro es envejecido durante ese tiempo en barriles de roble. Una tercera versión que hacen es el coquito pitorro, endulzado con coco y canela.
Estos amigos de infancia que hablan con pasión de lo que hacen, fusionan luego su pitorro con diversos ingredientes como naranja, piña o guayaba, entre otros, y lo dejen añejar al menos dos semanas para preparar de forma artesanal bebidas que sirven a sus clientes en su pequeño local, que pronto expandirán.
El cliente puede escoger entre sabores como el de café, canela, coco, tamarindo o jengibre y entre ellos figura el de la abuelita, receta de la abuela de Valentín y cuya foto está en la botella, que consiste de añejar el ron con pasa, ciruela y canela.
«Para nosotros es increíble cada vez que podemos enseñar a alguien más de nuestra cultura, para que sepan lo que los puertorriqueños podemos hacer», afirman.
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