Dossier

Las marramucias electorales dentro del Metro de Caracas

El Sindicato de Trabajadores del Metro, Sitrameca, ratificó a su junta directiva luego de las elecciones realizadas el 22 de febrero. Hasta el presidente Nicolás Maduro felicitó a sus colegas, pero sobre los rieles del subterráneo campea el descontento. Denuncian ventajismo, amedrentamiento y amenazas. El sindicato manda y el servicio a los usuarios desmejora

Composición fotográfica: Pedro Agranitis
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“Esas elecciones fueron fraudulentas”, “cercenaron el derecho a la participación”, “amenazaron a los trabajadores”, “no hubo igualdad de condiciones”. Las oraciones las deslizan —casi en susurros— los trabajadores del Metro de Caracas. Saben que de identificarse su estabilidad laboral peligra porque, afirman, en el subterráneo el poder no lo tiene el Ministerio de Transporte, mucho menos la Presidencia del sistema, allí manda Sitrameca — el Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras del Metro de Caracas—, cuya directiva fue ratificada en elecciones el pasado 22 de febrero y juramentada el 3 de marzo.
Maña y fuerza. Ambas palabras resumen el proceso por el que la plancha Base 25, dirigida por Edison Alvarado — “revolucionario y chavista de corazón”, como se describe en su perfil de Twitter—, ganó las elecciones. Alvarado, “resteado con el comandante obrero, Nicolás Maduro” ya completa tres períodos en Sitrameca y se dispone a comenzar el cuarto; pero en el subterráneo no todos están contentos con su designación; y alegan que las irregularidades comenzaron el 18 de marzo de 2016, desde el mismo momento en que se eligió la Comisión Electoral.
Fotos y videos de ese día abundan. Los trabajadores las entregan en físico porque temen que los correos electrónicos puedan ser rastreados. La Asamblea de Trabajadores fue convocada a las 5:00 pm en los Patios y Talleres de Propatria. Un lugar amplio, pero iluminado con luz natural, para escoger a los miembros de una comisión que se selecciona a mano alzada. “Mayoría evidente”, proclamaba el director de debates ante la impotencia de quienes participaban en la asamblea cada vez que se anunciaba un candidato que gozaba de la venia de Alvarado. “Tenían el micrófono y la tarima; y aunque era obvio que sus candidatos tenían menos respaldo no se pudo hacer nada. Se caldearon los ánimos. La gente gritaba ‘fraude’, pero su despliegue de fuerza era increíble”, recuerda un operador de trenes. Con el “despliegue de fuerzas” el trabajador con más de 20 años de experiencia en el servicio se refiere a la presencia de empleados de seguridad del Metro y de los organismos de seguridad del Estado tomando fotos y videos de quienes acudieron a la asamblea a manifestar una posición adversa a la de Sitrameca. A los cuerpos de seguridad se suman los colectivos, presuntamente armados, más de 25 motorizados desconocidos por el personal de Metro. Sin embargo, más irritación causaban los conocidos: personal en cargos de confianza, que no deben participar en el proceso, también alzaron las manos a favor de los candidatos de Alvarado. “El descaro era muy grande”, opina un empleado de mantenimiento del Metro que se abstuvo de participar en las elecciones de febrero. “¿Para qué, si todo eso fue un proceso amañado?”, se justifica y explica que en aquella primera asamblea más de 2.000 asistentes no pudieron contra los 300 que llevó Sitrameca.
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Sin el CNE
La Comisión Electoral no se activó sino hasta finales de 2016. Nueve meses después de su elección. Entonces era apremiante renovar la Junta Directiva del sindicato para poder discutir la convención colectiva. El período anterior de Alvarado se venció el 24 de noviembre de 2016 y el Ministerio de Transporte no estaba dispuesto a discutir un contrato con una representación vencida. Comenzaron las carreras y en enero la comisión se presentó ante los trabajadores del Metro con un cronograma electoral que comenzaba el 2 de febrero y que no había pasado ante el Consejo Nacional Electoral (CNE).
“Faltando una semana para las elecciones le notificaron al CNE que el proceso se realizaría y que prescindían de sus servicios. Nosotros introdujimos un escrito ante el organismo rechazando esta arbitrariedad y la respuesta que obtuvimos fue que los sindicatos eran autónomos y por eso no era obligatoria su participación, pero esa es una violación a la Ley del Trabajo y a la Ley Orgánica de Procesos Electorales”, denuncia un miembro de la plancha Alianza Laboral 7, a quienes, pese a que tenían más de un año organizándose, les negaron inscribirse en la elección —cumplían con todos los requisitos impuestos por la Comisión Electoral: “Pedían cosas que no figuraban en los estatutos, como por ejemplo que los miembros de la plancha tuviesen más de tres años afiliados al sindicato y tener representación de cada una de las áreas del sistema. En principio no pudimos completar los 28 escaños y fuimos con 26 y por eso no nos dejaron registrarnos. Dijeron que no importaba, que si completábamos el requisito podríamos inscribirnos en una fase posterior. Lo hicimos y luego alegaron que hubo un problema de interpretación en el cronograma, violando nuestro derecho a participar”, explica el representante de Alianza Laboral 7.
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Casi hacen lo mismo con la otra plancha: Renovación Sindical Sobre Rieles. Su postulación fue admitida apenas una semana antes de las votaciones, aunque habían objetado a nueve de sus miembros, basándose en amonestaciones por llegar tarde recibidas entre 2009 y 2010. “Su intención era participar solos. Como no pudieron, vieron cuál era el enemigo más fácil de vencer y por eso aceptaron la postulación de Renovación”, continúa el representante de Alianza. A ellos no los ayudó ni siquiera un recurso de amparo con medida cautelar que introdujeron el 20 de febrero ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Su intención era congelar el proceso y que los dejaran participar. El TSJ admitió el amparo, pero les negó la cautelar. Con lo cual las elecciones se realizaron dos días después como estaba previsto.
“Es un error que el CNE no haya participado, ni siquiera como observador. Entendemos la autonomía de los sindicatos, pero debe haber un ente que vigile y garantice la transparencia del proceso. En estas elecciones lo que hubo fue observadores y prensa a conveniencia”, denuncia un vocero de Renovación Sindical.
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Con apoyo del gobierno
Los resultados de la elección, realizada de forma manual, se conocieron la misma noche del 22 de febrero. Solo anunciaron porcentajes. Base 25 habría ganado las elecciones con 75% de los votos a favor y una participación de 80%. Al día siguiente, el presidente Nicolás Maduro — quien formó parte de Sitrameca como secretario de deporte en 1995— reconoció a los ganadores con un tuit: “Felicitaciones a mis Herman@s del Metro de Caracas, ganamos con el 75% de los votos de los trabajadores…Gran Victoria de la Clase Obrera…”, el mensaje iba acompañado con un collage de fotos en las que aparecían Alvarado, Chávez y el propio Maduro.
“Ellos son gobierno y tienen toda la maquinaria y el apoyo del Estado y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). A nosotros, en cambio, aunque también nacimos de la izquierda nos tildan de golpistas; y lo que nos mueve es la inconformidad sindical. Sitrameca en lugar de defender a los trabajadores busca protagonismo político”, continúa el vocero de la plancha perdedora. Para el empleado de mantenimiento, los resultados fueron producto del miedo: “Tenemos el antecedente del Instituto de Ferrocarriles (IFE). Allá ganó la oposición y no han logrado discutir la convención colectiva, porque todo lo impugnan. La gente no quiere ir contra la corriente”.
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Los trabajadores denuncian amenazas y amedrentamiento. “Renuncia que estás a tiempo”, dijo un gerente a uno de los miembros de Renovación Sindical. En el Metro de Caracas no se admite llevarle la contraria al gobierno nacional. También amenazan con traslados. Es decir mover un trabajador de Propatria a Petare o de Petare a La Paz. La comida también sirve de carnada. En el Metro de Caracas se implementa el programa CLAP Obrero, que beneficia a unos 5.000 trabajadores, aunque la nómina de empleados es el doble. “Si votas por Renovación no vas a tener bolsas CLAP”, chantajeaban.
Desprofesionalizados
En el Metro de Caracas sí aplica aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Cuando comenzó operaciones en 1983 cada aspirante palpaba la rigurosidad de los cursos de ingresos, que consistían hasta en una semana de exámenes; pero el tiempo y la política fueron relajando el perfil de quienes trabajan en el sistema de transporte más importante de Caracas. “Ahora ingresa puro malandro, gente que no sigue los procedimientos y que no les importa. Lo importante es ir a las marchas y tener simpatía por el PSUV”, dice el trabajador de mantenimiento. Denuncian que en el Metro la selección del personal no corre por cuenta de Recursos Humanos, sino de Sitrameca. “Meten a su gente. RRHH hace las pruebas, pero es el sindicato quien decide, sin importar que el aspirante haya raspado. Por eso es que la empresa se está cayendo a pedazos. Antes era imposible ver a los muchachos de las casetas chateando o echando chistes. Esta gente de ahora no tiene mística, ni vocación. El amor a la empresa lo tenemos quienes ya vamos de salida”, dice una operadora de trenes con más de 20 años de servicio.
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Antes de 1998 la nómina del Metro rondaba los 4.600 empleados, hoy está por el orden de los 11.000 —de los cuales 8.500 estaban habilitados para votar. El representante de Alianza suelta sin titubeos que acaso serán unos 6.000 los que mantienen el sistema operativo; pues muchos de esos puestos están en comisión de servicio. Los trabajadores, miembros o no de las planchas en disputa, alegan que al acto del 22 de febrero Sitrameca llevó a votar a 300 “entrenantes” —personal que está apenas empezando en el sistema—, cuando muchos de ellos ni siquiera estaban afiliados al sindicato, pues aún no habían cobrado la primera quincena y se debe cumplir un período de tres meses antes de participar en una elección.
Temen por la desprofesionalización del subterráneo, pues incluso los ascensos dependen más del “amiguismo” que de las capacidades para ejercer una función. “Antes de postularse a un cargo había que demostrar que se tenía el conocimiento. Era requisito además haber pasado cierta cantidad de tiempo en el área, lo que garantizaba la disciplina y formación adecuada. Había que dominar el cargo, y se hacía carrera dentro del Metro. Esos lapsos se han relajado. El ingreso y los ascensos los maneja el sindicato”, insiste el vocero de Renovación, para quien el sistema Metro es un servicio que implica mucho más que trasladar a personas de un lugar a otro: “El trabajador quiere el rescate de la ‘cultura Metro’. Ver las estaciones limpias, que funcionen todos los servicios, que haya confort y seguridad. Buscar la forma de incorporar a los pedigüeños a la Misión Negra Hipolita. Hay gente que tiene más de 20 años en el Metro pidiendo real, e igual a los ‘chucheros’; formalizarlos. En cambio, lo que tenemos es un sindicato patronal, que no se pone del lado del trabajador y que está por beneficio político, en busca de un curul de diputado o un cargo de ministro”. Alvarado se habría lanzado en las primarias del PSUV de 2015 para ser candidato a diputado por el Circuito 5 de Caracas.
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El dirigente de Sitrameca mide con la misma vara con la que alguna vez fue medido. En 2003 cuando era candidato por la Plancha 25 de los Círculos Bolivarianos del Metro, denunció que a él le habían robado las elecciones, paradójicamente Claudio Farías, quien más tarde fue presidente del Metro y era el candidato de Francisco Torrealba, actual ministro del Trabajo —y quien acudió a votar, pese a tener 13 años fuera del sistema. “La empresa era parte de nosotros. Había un compromiso, incluso fuera del Metro, porque nosotros éramos la imagen en la superficie. Todo eso se ha perdido. Todo aquel que expresa su inconformidad molesta. No gusta, y te empiezan a ver como el enemigo saboteador. Ni siquiera de la empresa, sino del Estado; y eso no es así. Queremos que se corrijan las cosas. Nos entristece la condición en la que vamos a entregar el sistema. Lo vamos a dejar peor que como lo recibimos”, lamenta el vocero de Renovación.
El deterioro para los usuarios es evidente. De la nueva flota de trenes que alimenta la Línea 1 –resultado de un contrato también dudoso– solo están operativos 30 trenes de los 48 totales; lo que obliga a que circulen vagones con fallas de puertas, pues no hay equipos para sustituirlos mientras se les hace el mantenimiento correspondiente; muchos torniquetes y escaleras mecánicas están dañadas. La aplicación de los exámenes médicos anuales para los trabajadores es irregular, la dotación de uniformes y botas de seguridad para el personal técnico tiene años que no se cumple a cabalidad, así como las actividades deportivas, los tres comedores están cerrados; y con todo aún se espera que el Metro continúe siendo la gran solución para Caracas.

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