Dicen que los tachirenses conforman el gentilicio más tozudo del país, y parece que es verdad. A pesar de que un grupo de habitantes de Morón (Carabobo) intentó saquear el camión la noche del miércoles, Jonathan R. y sus 15 compañeros pudieron llegar a Caracas.
“Tuvimos que quedarnos un buen rato en un puesto de la Guardia Nacional hasta que se calmó la situación”, dice con su típico acento andino Jonathan, líder de uno de los tantos grupos de tachirenses que todos los días comienzan un periplo de más de 870 kilómetros desde La Grita para ofrecer sus hortalizas y frutas a los habitantes de la capital venezolana.
El inconveniente es uno más de los varios obstáculos que los llamados ferieros deben enfrentar para cumplir su cometido: ofrecer a los caraqueños la opción más económica de adquirir vegetales. Porque aunque los precios en estas ventas de ocasión vienen subiendo semana a semana, siguen estando por debajo de los que se consiguen en supermercados y mercados municipales.
“Es un negocio, sí, pero también es un compromiso porque sin nosotros los caraqueños no comerían, muchos no pueden pagar los precios de los mercados”, dice Jonathan, quien agrega que los intentos de saqueo a los camiones de los ‘gochitos’ se han vuelto frecuentes “porque la gente está pasando hambre”.
– Campo minado –
Sorteando obstáculos, semana a semana Jonathan ha podido llegar a Caracas, una suerte de la que no ha disfrutado Javier y los suyos. “Teníamos dos semanas sin poder venir por temor a que nos saquearan en los disturbios. Pero si no trabajamos no comemos”, dice el gritense cuyo camión también surte de verduras el este caraqueño.
En el último mes la llegada de los ferieros ha sido intermitente debido a las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro ha llevado a las autoridades a obstaculizar los accesos a muchas de las ciudades que deben atravesar antes de llegar a Caracas, amén de las trancas por el cierre de varias vías principales por manifestantes.
Pero ese no es el mayor inconveniente. “Estamos teniendo problemas para conseguir mercancía. Cada día es más difícil”, dice Jonathan, quien precisa que por falta de insumos muchos campesinos han dejado de sembrar y por ende es menor la cosecha, advirtiendo que la situación tiende a empeorar.
“No se consigue nada. Esta semana no tenemos berenjenas, brócolis y coliflor porque no se consigue, y productos como zanahoria y cebolla están carísimos porque es muy poco lo que se produce”, dice Ramón, quien atiende en otro puesto de verduras en La Urbina.
En efecto, en todas las ventas visitadas faltaban algunas verduras, muestra inequívoca de que la caída de 70% de la cosecha en la región andina de la que habla Fedeagro está dejándose sentir. “Lo que hay está caro y si compramos a esos precios tendríamos que vender mucho más caro y no nos compran. Buscamos mantener el precio todo lo que podemos”, comenta uno de los entrevistados.
Estos comercios itinerantes se sustentan en el sistema de subsidio cruzado, donde los productos más baratos compensan los de mayor costo para así ofrecer la mayor parte de la mercancía a un precio único muy por debajo de los vigentes en los comercios formales.
Esta semana, el precio de consenso para la mayoría de los vegetales era de Bs 1..500 excepto para el pimentón, la zanahoria y cebolla que se vendían al doble (Bs 3.000). Sin embargo, este precio es menos de la mitad del vigente en supermercados y mercados municipales donde se consiguen entre 7.000 y 9.000 bolívares.
– Saqueos y algo más –
Los intentos de saqueos solo son una piedra más en el camino de los ferieros. Todos coinciden en que el «matraqueo» (extorsión) de policías y guardias nacionales es cada vez mayor. “Ya no solo piden dinero sino también mercancía, y hay que dárselo porque si no pueden confiscar todo”, dice uno de ellos.
Aunque ninguno quiso revelar el monto de las coimas, todos señalan que son altas, a lo que se suma el «aporte» que deben hacer a los uniformados que «vigilan» las zonas donde se ubican en la ciudad de destino, un plus que debe pagarse por una protección que se traduce en un simple “págame y no te molestamos”.
Pero un nuevo ingrediente se ha unido a este combo de contratiempos: los colectivos. Señalan los ferieros que esta nueva especie sustituyó a los representantes de los consejos comunales, que intentaron antes exigir una especie de «vacuna» para permitir el establecimiento de los camiones en sus feudos.
“Ahora son los colectivos los que piden. No piden dinero sino mercancía, y a veces se llevan bastante”, acota un comerciante andino que prefiere no se revele su nombre por seguridad, quien añade que otros colegas también reportan el surgimiento de esta nueva alcabala, incluso en lugares de clase media alta donde se supone no actúan estos grupos irregulares.
Entre los andinos también circula la especie de que se trata de delincuentes de oficio que se hacen pasar por colectivos para cobrar la ‘vacuna’, y ante la anarquía reinante en el país los tachirenses prefieren pagar el tributo.
“Cada vez es más difícil mantener este negocio. La guardia nos quita todo lo quiere, los colectivos y la policía también nos roba, porque no tenemos que darle nada por hacer su trabajo que es proteger. No hay mercancía porque cada vez la cosecha es menor. Pero mientras podamos vamos a seguir viniendo”, comenta uno de los comerciantes que cada semana emprende un recorrido de tres días para abastecer a los caraqueños de verduras.]]>