Opinión

El ADN del rentismo

El genoma económico del capitalismo rentístico es portador de potenciales patologías que es necesario comprender para evitar su desarrollo. Solo así se estará en condiciones de elaborar una adecuada teoría que permita mantener bajo control su comportamiento tan particular. El capitalismo rentístico tiene su fundamento en la valorización de la naturaleza por el mercado mundial. En el caso del petróleo, el Estado venezolano –al ser el único propietario de las riquezas del subsuelo-, recibe una renta cuyo contenido económico es la captación de un plusvalor internacional, el cual distribuye luego en favor de los factores económicos y sociales internos.

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La primera alteración en el ADN de una economía rentista la encontramos en un ingreso en divisas que no es fruto del esfuerzo productivo interno. Este súbito ingreso confiere una capacidad de compra superior a la que pudiera resultar de la distribución del ingreso generado por los factores productivos internos. La inyección de la renta internacional a la circulación nacional origina una demanda que no puede ser abastecida por el precario aparato productivo local. Y entre producir e importar, se suelen apelar al expediente fácil de comprarle al resto del mundo lo que con esfuerzo y constancia debería comenzar a producirse nacionalmente.

En la secuencia del ADN del rentismo aparece de inmediato otra alteración. Debido a la presión inflacionaria que ejerce el desequilibrio entre la pujante demanda y la rigidez de la oferta, se recurre al anclaje cambiario como instrumento de política antiinflacionaria. Al congelar el precio oficial de la divisa se abaratan las importaciones que se hacen con ese dólar subsidiado, pero esto termina siendo “pan para hoy y hambre para mañana” debido a que el dólar barato estimula toda clase de importaciones que frenan y desplazan la producción nacional y destruyen el empleo productivo. La situación hace crisis cuando se retrasa la liquidación oportuna de divisas y se activa de inmediato un mercado paralelo hacia el cual se desplaza la demanda insatisfecha.

En la aberración genética del paralelo, los especuladores cambiarios encuentran el caldo de cultivo perfecto para amasar grandes ganancias, al disparar el precio de la divisa muy por encima de la tasa oficial. Este enorme diferencial es causa de una de las más perniciosas patologías inherentes a la lógica del capitalismo rentístico, la cual se expresa en los ilícitos cambiarios y fraudes que se cometen en contra del interés nacional. La sobrefacturación de importaciones, la subfacturación de exportaciones, las importaciones ficticias por empresas de maletín, la reventa del cupo electrónico, los raspatarjetas son la expresión al mayor y al detal de los cazadores de rentas que engendra el modelo extractivista.

Al no comprender el ADN que explica el comportamiento patológico de una economía rentista, el gobierno monopoliza los petrodólares y fija arbitrariamente el precio al que se venden y a quien se venden las divisas. Pero cuando colapsan los precios del petróleo y sobreviene la escasez, suele aplicar remedios que resultan ser peor que la enfermedad. Las patologías del modelo de acumulación extractivista-rentista se exacerbaron como nunca a raíz del ingreso sin precedentes que percibió Venezuela en la última década. La abundancia de petrodólares prolongó la vida de un modelo económico basado en la importación rápida y fácil, postergando así el complejo pero seguro esfuerzo por impulsar a gran escala la actividad productiva. Si esto es así cuando solo se extraen 3 millones de barriles diarios, imaginemos como será cuando se incremente el extractivismo petrolero hasta 6 millones en 2019.

Solo un decidido esfuerzo por reducir el extractivismo e impulsar simultáneamente la industrialización de los hidrocarburos, minerales y demás materias primas, impedirá que la renta petrolera retorne a China y otras grandes potencias a través del pago por importaciones de productos manufacturados con las propias materias primas que les exportamos, o que se fugue a través de los ilícitos que incentiva el régimen de cambios múltiple. Según datos del BCV sobre importaciones y salida de capitales, tanto en el capitalismo rentístico como en el neo-rentismo socialista, buena parte del plusvalor internacional que Venezuela capta como renta petrolera, retorna al exterior no solo a través de cuantiosas importaciones, sino también por la vía del endeudamiento externo y de una permanente fuga de capitales.

Venezuela arrastra una arraigada cultura rentista y vive atrapada en una larga promesa de desarrollo y bienestar, según sea el destino que se le imprima a la renta petrolera. Se trata de un país donde empresarios, trabajadores y consumidores pugnan por capturar la mayor tajada de la renta petrolera, con el fin de lograr un ingreso superior al que en rigor les corresponde por su propio esfuerzo productivo. La transformación de la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador ha sido más un planteamiento retórico y aun no se muestran resultados significativos. Es una promesa constante en los programas de gobierno, pero aún no se ha puesto en marcha una eficaz estrategia gubernamental para romper y superar el modelo rentista. Profundizar el tránsito hacia un nuevo modelo productivo post-extractivista exige una eficaz estrategia, con objetivos y metas bien concretas para sincronizar la disminución de la actividad extractiva con el crecimiento de la actividad productiva, y así gradualmente el país se vaya haciendo menos dependiente de la renta petrolera.

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