Opinión

Los pillos del valle

La firma en el libro da la idea de un seudónimo, pero lo que se lee lo hemos estado viviendo durante los últimos años: el desfalco a la nación por parte de los nuevos "amos" del valle

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Hace más o menos un mes, un amigo latinoamericano, periodista, para más señas, me contactó para preguntarme si conocía a una periodista venezolana llamada Elsa L. Picón. “Una amiga de mi mamá se llama así, pero no es periodista, es una señora mayor. Si es periodista, no tengo ni idea de quién es”, le respondí. “Pues busca conocerla, o si no, al menos leerla: yo digo que debe ser periodista por la cantidad de información que maneja. Te voy a mandar un libro que escribió sobre el despojo del que ha sido víctima tu país”.

El libro se llama como el título de este artículo, un parafraseo de “Los amos del valle” de Francisco Herrera Luque. Me puse a leerlo y no pude soltarlo. En un artículo reciente sobre el mismo libro publicado por Termómetro Nacional, El libro de Elsa L. Picón, Luis Alejandro Aguilar especula si Elsa L. Picón es “el salpicón”, algo que mi amigo también me comentó. No lo sé. Lo cierto es que en género de novela y con profusión de detalles, narra el desfalco a la nación venezolana por los bolichicos y otros personajes -tan nefastos como ellos- que van apareciendo a lo largo de la trama.

Dicen que el dinero está entre las cosas que son imposibles de esconder, como el amor, la tos y el humo… Y aquí en Venezuela unos muchachos “bien” pasaron de ser eso a convertirse en unos criminales. Eso sí, multimillonarios. Y encima, están ilesos: no hay acusaciones formales en su contra. Unos cuantos adultos que los acompañaron en sus fechorías también están, hasta dónde yo sé, sin cargos formales por parte de la justicia venezolana, y tan campantes disfrutando de su dinero mal habido. ¿Será que las instituciones venezolanas no desean comprometer a sus cómplices chavistas? ¿No es raro que los chavistas no digan ni “ñe” de los bolichicos?

El caso es que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, pero aquí somos pocos y nos conocemos mucho. Sabemos que lo que está narrado en clave novelesca es el pan nuestro de cada día desde que llegó el chavismo al poder y subieron los precios del petróleo. En Venezuela siempre ha habido corrupción, obviamente no la inventaron los chavistas. Pero lo que ha sucedido en estos últimos 24 años no tiene parangón en nuestra historia. Y esos ladrones son también asesinos: las muertes de quienes han fallecido de hambre, de mengua en hospitales vacíos de insumos y equipos médicos, llevan su impronta.

Hay que leer «Los pillos del valle» porque si pensamos que algún día aquí van a cambiar las cosas, hay que saber cómo se llegó a donde llegamos. Y lo peor, lo peor, es que ese caso de los bolichicos es solo la punta del iceberg. El monto del desfalco a la nación venezolana se mide en cifras multiplicadas por diez a la enésima potencia. Y los ladrones no tienen “pinta de malandros”, como despectivamente todavía hay quienes los califican así. Son blanquitos, algunos hasta bonitos, fueron a colegios católicos, son miembros de los mejores clubes y se consideran “de la alta sociedad”. Alta suciedad, digo yo. Alta inmundicia. Y siempre consiguen a los sigüíes que los aplauden, les ríen las pendejadas y los acompañan para gozar de su dinero…

No quiero contarles el libro, quiero que lo lean, lo comenten y que al menos, haya sanción social contra quienes han desangrado a Venezuela, ya que por lo visto mientras sus panas estén mandando, ellos gozarán de impunidad. Les dejo un párrafo, para que ustedes mismos saquen sus conclusiones:

Al final de la presentación, Antonio Luis dijo que le cedía la palabra a Luis Ignacio Otero que iba a hablar de los detalles financieros. Luis Ignacio, que es un experto en lidiar con dificultades y términos financieros comenzó su intervención:

Bueno, Manuel Felipe, te puedo tutear, me imagino que no tienes problema con eso. Aparte, yo soy mayor que tú, y como vamos a hablar en confianza, creo que es mejor así. Bueno, como ya vimos en el costo de la primera fase expusimos la cifra que las plantas flotantes cuestan las dos $200.000.000. En realidad, estas dos plantas se pueden conseguir por $40.000.000. Pero nosotros pusimos ese margen de utilidad, como holgura financiera para agilizar los trámites y trabas que pudiesen ocurrir mientras se ejecuta el total de la inversión. Claro, si ustedes quieren lo quitamos y el proyecto total costaría menos de los $1.000.000.000”.

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