Vida sana

Los estadounidenses cada vez más interesados en la calidad de su alimentación

Con retraso respecto a la mayoría de países occidentales, los estadounidenses se interesan cada vez más por la calidad de sus alimentos y empujan a los gigantes del sector agroalimentario a tomar medidas radicales que hace poco eran inimaginables

Texto: John Biers | Foto: Patrick Dolande
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Al anunciar en septiembre que en un proceso gradual de 10 años dejará de servir en Estados Unidos huevos de gallinas criadas en jaula, McDonald’s no pensó tanto en los animales como en sus clientes.

Estos «se interesan cada vez más por sus alimentos y su procedencia», indicó el presidente de McDonald’s USA, Mike Andres.

Un mes antes, Kellogg había renunciado de manera pública a utilizar aromatizantes y colorantes artificiales en sus cereales de aquí a 2018, imitando de este modo a su competidor General Mills.

A finales de mayo, Pizza Hut y la cadena de restaurantes de comida rápida tex-mex Taco Bell, dos filiales del grupo Yum! Brands, habían tomado la misma medida.

«Más que nunca la gente quiere calidad y más información», explicó en su momento Brian Niccol, director general de Taco Bell.

«Hay un efecto de bola de nieve», observa de su lado Penny Kris-Etherton, profesora de nutrición en la Universidad Penn State (Pensilvania, noreste).

«Era un tema marginal en un nicho del mercado y se convirtió en una necesidad en masa», afirma Larry Light, ex responsable de marketing de McDonald’s.

La tendencia se ha afirmado en los últimos dos años y lo que antes concernía a ciertos clientes de clase media y alta, dispuestos a pagar más por productos bio o locales, es ahora un tema de preocupación para decenas de millones de consumidores.

El movimiento es intergeneracional: los «baby-boomers» buscan envejecer mejor y los más jóvenes aspiran a una vida más sana y respetuosa del medio ambiente.

– Presión en redes sociales –

Las redes sociales han desempeñado, como en muchos casos en la actualidad, un papel de amplificador que incrementó todavía más la presión sobre la industria agroalimentaria.

Unas fotos muy difundidas de gallinas enjauladas contribuyeron a la celebración de un referéndum en California (oeste) en 2008 que dio lugar a la adopción de una legislación más protectora.

En 2012, una petición lanzada por una madre de familia de Houston (Texas, sur) que denunciaba la utilización en las cantinas escolares de carne picada tratada con amoniaco tuvo un impacto considerable.

Varios estados del país renunciaron a servir esa «pink slime» («baba rosa») en sus escuelas, al igual que varias cadenas de comida rápida, entre ellas McDonald’s.

Atraídos durante mucho tiempo por los productos dietéticos que prometían menos calorías con el mismo placer gustativo, los estadounidenses se vuelcan ahora hacia lo «natural».

«La gente quiere llevar una vida más sana. Y estiman que cuanto más industrial, menos sana es la alimentación», analiza Larry Light, que dirige actualmente la consultora Arcature.

«La apelación ‘fresco’ es la señal de algo más sano que los alimentos preparados, incluso si contiene las mismas calorías», señaló.

Para Michael Jacobson, director del Centro para la Ciencia en el Interés Público, un organismo de investigación, muchas medidas anunciadas por los gigantes de la alimentación son solo cosméticas.

«Esas decisiones son más del área de la comunicación que de la salud pública», señala Jacobson, poniendo como ejemplo la cadena de comida rápida Chipotle, que desde hace tiempo promociona la calidad de sus materias primas.

Chipotle renunció a utilizar alimentos genéticamente modificados y carnes de animales criados con antibióticos, pero al mismo tiempo continúa sirviendo alimentos «cargados» de sal y no propone casi verduras o frutas, lamenta Jacobson.

Además, los esfuerzos realizados por algunos de los gigantes de la restauración o del sector agroalimentario no bastan por sí solos para revolucionar un país que cuenta con 78,5 millones de adultos obesos, estiman los especialistas.

«Usted puede privilegiar en cada ocasión lo más sano y a pesar de todo acumular las calorías», advierte Kris-Etherton. Para esta profesora universitaria, «lo esencial es que la gente esté bien informada».


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