Opinión

Guardianes del aprendizaje

Ricardo Adrianza conmina a tener y fomentar más curiosidad y menos aburrimiento. ¡Necesitamos construir un entorno de aulas y oficinas emocionalmente saludables!

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En uno de mis recientes artículos –El nuevo liderazgo– expuse en forma resumida los resultados de investigaciones recientes que definían los rasgos de comportamiento que son comunes en los influenciadores de una organización, y que en pocas palabras son aquellos colaboradores con dotes de liderazgo, necesario en tiempos de pandemia y de millennials.

Dentro de los seis rasgos mencionados, destacaba de manera particular estimularse intelectualmente, que se traduce en una persona que mantiene interés en aprender y se documenta constantemente sobre todo tipo de temas y, además, busca inspiración en estos para generar nuevas ideas.

Si bien me identifico con la idea de que un porcentaje importante del esfuerzo en el desarrollo profesional debe ser propiciado por la propia persona, todos los recursos disponibles en una empresa e institución educativa deben estar al servicio de apoyar el proceso de aprendizaje de colaboradores y alumnado. No vasta con alentarlos a formarse y capacitarse en las áreas técnicas requeridas para cumplir con su función de trabajo o de sacar buenas calificaciones. Crear un entorno emocionalmente saludable es una contribución muy valiosa, que debe necesariamente formar parte de una cruzada de innovación y transformación inoculada en las tempranas aulas.

Resulta penoso ver a nuestros hijos y nietos recibiendo clases a través de un computador. No lo digo por los problemas típicos de conexión que son comunes en nuestro país. Lo menciono por el hecho de que en estos ensayos poco se incentiva el aprendizaje en sí, con el agravante adicional del esquivo contacto interpersonal tan necesario en la vida de los seres humanos. ¡Algo tiene que cambiar!

En una reciente conversación familiar discutíamos acerca de lo improductivo e innecesario para las nuevas generaciones la educación tradicional. Intercambiamos opiniones en cuanto a los ensayos de algunos países de cambiar los pensum de estudios y ajustarse a una nueva realidad, no solo por temas de pandemia, si no debido a los cambios que necesariamente imponen las nuevas generaciones.

Debemos reconocer que las nuevas generaciones tienen la información al alcance de la mano, lo cual nos lleva entonces a enfrentar con determinación la raíz del problema: el papel de las emociones en el aprendizaje.

Cuando hablamos de emociones, estas se entienden como el sentimiento intenso de alegría o tristeza producido por un hecho, idea o recuerdo. Por lo tanto, es fácil predecir que las emociones que nos lleven a una postura negativa afectarán visiblemente el rendimiento de una persona en lo académico y laboral.

Con razón a lo anterior, la psicóloga Begoña Ibarrola –begoibarrola.com –en una reciente conferencia expresaba que: “Aprender es un binomio entre la cognición y la emoción. Las emociones son los guardianes del aprendizaje ya que solemos acordarnos de aquellas cosas que aprendemos con emoción, lo cual tiene un efecto en la memoria”.

Y a mí me parece un razonamiento magnífico y muy propicio para promover. Resulta lógico que recordemos con especial ahínco las cosas que aprendemos con emoción. Nadie recuerda a nadie por su CV, sí por su forma de ser y como los hicieron sentir. Por lo tanto, es inaplazable conocer aquellas emociones y conductas que ayudan a estimular el proceso de aprendizaje. Aquí comparto algunas comentadas por la psicóloga española, Ibarrola:

Curiosidad. Cuando somos curiosos el cerebro se expande. Sientes interés en seguir buscando, lo que favorece la atención continuada y, por ende, al aprendizaje. Además, creas un hábito de investigación acorde con la amplia gama de información existente en redes sociales.

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Confianza. Cuando confiamos en nuestra capacidad de aprender, nos ponemos retos más ambiciosos con el beneficio que eso conlleva en la búsqueda de la excelencia laboral y académica.

Mantener la calma. Cuando estamos en calma, tranquilos, estamos más comprometidos con el aprendizaje y centramos mejor la atención en lo que hacemos. La atención continuada es un excelente motor de la memoria y este factor es por mucho un excelente acompañante del aprendizaje.

Por otra parte, es importante recalcar que, así como las emociones anteriores generan bienestar y ayudan al aprendizaje, existen emociones negativas como el miedo, la ansiedad y el estrés que bloquean el acceso a la memoria. Entonces, la orden aquí es aumentar la calma y la confianza, para; en consecuencia, maniatar el estrés y el miedo.

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Foto Cottonbro / Pexels

Existe una real deuda de los gobiernos del mundo –particularmente de los países de nuestra región– en promover cambios drásticos en la educación. Necesaria es la renovación de las sociedades basados en planes educativos innovadores y centrados en las nuevas realidades. ¿Qué mejor momento que el que vivimos?

Con este pequeño resumen espero incentivar una discusión sobre el necesario cambio en los métodos de docencia que conlleve a efectos positivos en el aprendizaje de nuestros jóvenes. Debemos impulsar el entendimiento del insustituible papel de las emociones y su importancia en todos los ámbitos de la vida, particularmente en la dinámica educativa.

En conclusión, necesitamos más curiosidad y menos aburrimiento. ¡Necesitamos construir un entorno de aulas y oficinas emocionalmente saludables!

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