Shawarma frito. Shawarma de pollo crispy. Y, claro, shawarmas tradicionales de carne, kafka, pollo y falafel. Esa es la principal propuesta del nuevo local de comida árabe, Araguaney Fast Food, a la que se suman cremas de garbanzo, pimentón y berenjena, ensalada tabule, falafel y otras comidas de origen árabe.
Araguaney Fast Food es un pequeño local enfocado en shawarmas, ubicado en La Guairita, que llevan los esposos Sara Albero y Pedro Romera. Ella, nieta de árabe, administradora y contadora, se ocupa de la cocina y de llevar las cuentas. Él, publicista, atiende a los clientes y hace la promoción del local, sobre todo en redes sociales. Ambos tienen experiencia en negocios de comida y, algo muy importante, en carnicería, pues regentaron una durante algunos años.
«Nosotros reconocemos los cortes y la buena carne. Aquí usamos solo carne de primera, casi siempre de pulpa negra. En nuestros shawarmas no vas a encontrar ni un pellejito, pues nos esforzamos en que la carne sea magra», asegura Pedro.
Shawarma doble, antes de enrollarlo. Foto cortesía de Pedro Romera
Los shawarmas y los otros platos que ofrecen se hacen al gusto de Sara, que aprendió a elaborarlos con el cocinero de un local árabe que frecuentaba en Catia. Para el macerado de la carne utilizan 7 especias, paprika y sal de limón. La hacen en plancha, no en el asador vertical, porque consideran que en el asador queda muy seca.
El pan, al igual que las especias, es de Manicería San Jorge, y es más suave y flexible que el de otros lugares. Esto hace que soporte mejor los jugos y las salsas. Usan perejil rizado, que tiene un sabor más potente, y logra equilibrar y potenciar el sabor dulce de la cebolla cruda.
Shawarmas con crema de ajo y de garbanzos. Foto cortesía Pedro Romera
La salsa de ajo se hace con sal de limón y sin mayonesa, como es la manera tradicional, y está siempre en la mesa, junto con una salsa de garbanzos y picante árabe en polvo, para que el comensal se sirva al gusto.
A excepción del pan y el picante en polvo, todo lo elaboran Sara y Pedro en la pequeña cocina, al fondo del local, muy cerca de las mesas.
«Aquí vino un señor árabe y estaba dudando si comer, porque decía que estaba cansado de los sitios que ofrecen shawarmas y, en realidad, no lo son. Le dije que si no le gustaba, yo asumía el pago. Pidió uno de carne, luego nos llamó, nos dijo que estaba muy rico y ahora es cliente frecuente«, asegura Pedro.
Los shawarmas de Araguaney Fast Food llevan 120 gramos de cada carne que se elija. Por ejemplo, el sencillo, lleva 120 gramos de carne (y cuesta $3). El doble, 240. Y el triple, 360. Y se pueden combinar a gusto del cliente.
Las cremas de berenjena y pimentón (esta con un toque de garbanzos) las sirven con pan árabe frito. El falafel es más delgado y más crujiente que los acostumbrados en otros locales de comida árabe, pero conserva la humedad propia de esta preparación.
Shawarmas. Foto cortesía Pedro RomeraCrema de berenjena. Foto @sobreelmantel
¿Y esos shawarmas?
Sara y Pedro respetan las recetas árabes, pero también se permiten innovar. Así surgen los shawarmas de pollo crispy o con pan frito, que se han convertido en los favoritos de muchos comensales.
«A mí me encanta el pollo crispy«, confiesa Pedro. «Y siempre tenía en la cabeza cómo sabría en shawarma. Lo probé, me encantó, le hicimos unos ajustes y lo incorporamos al menú», recuerda.
El pollo crispy ya lo preparaban porque también ofrecen hamburguesas. «Esto se debe a que, en las familias y grupos de amigos, puede que haya alguien que prefiera hamburguesa, así que el menú de Araguaney Fast Food también cuenta con esa opción», cuentan Sara y Pedro. El pan de las hamburguesas es muy suave y aromático, de masa de batata con topping de orégano, y lo elabora la panadería artesanal Zucchero.
Las hamburguesas. Foto cortesía Pedro Romera
La idea del shawarma frito surgió por su fanatismo hacia el pan frito que se comen con las cremas. «Es crujiente y delgado, y pensamos, ¿cómo quedará en un shawarma?», recuerdan.
Shawarma frito, de los favoritos entre los comensales. Este tiene falafel y pollo crispy. Foto cortesía Pedro Romera
No fue fácil lograrlo. Para ello crearon un molde cilíndrico para sostener el pan árabe mientras lo fríen. Luego lo rellenan. «Ha sido una locura, a la gente le encanta», afirman.
Un asunto de genes
Los genes son cosa seria. El abuelo de Sara era sirio, se casó con una chica de Guanape, en Anzoátegui, y allá se quedó. La comida árabe no era común en la mesa de esa familia mixta, donde más bien predominaban las cachapas con el maíz del conuco, la carne con la del ganado familiar, y los quesos artesanales que abundan en la zona.
Pedro y Sara, en su local. Foto @sobreelmantel
Pero Sara siempre sintió atracción por los sabores árabes y en Caracas, buscaba y probaba alguno que le «hiciera clic», alguno con el que ella sintiera que eso era lo que a ella le gustaba. No había razón alguna para ese requerimiento, más que un gusto interno. «La verdad es que solo me gustaban unos que hacían en Catia, y hasta allá iba a comer», cuenta.
Quiso la suerte que, cuando empezaron a proyectar abrir un negocio de shawarmas, se encontraran con el cocinero de aquel lugar árabe, que accedió a enseñarles las recetas y sus trucos. Y aplican religiosamente lo aprendido, cuidan los ingredientes y las técnicas.
Y siempre están allí. Cuidan de su negocio, ya conocen a los clientes, y conscientes de que son fast food, tratan de sacar una orden en pocos minutos. «Si sabemos que vamos a demorar un poco más, sobre todo los fines de semana porque hay mucha gente, entonces sacamos cremitas y pan para que vayan comiendo mientras esperan. Incluso hemos invitado una ronda de cerveza. Lo hacemos porque queremos a los clientes y sabemos que, a veces, perdiendo también se gana».
Entre las novedades están las fajitas flambeadas en la mesa, que pueden ser de camarones, pollo, lomito o mixtas. También se suman los tequebites, minitequeños en salsa tártara
