Curiosidades

Comer con los ojos no es una ilusión, es ciencia (II parte)

Sabemos que el tamaño de la porción es relevante a la hora de mantener un peso saludable y una ingesta calórica adecuada a nuestros requerimiento, sin embargo, ¿cuánto puede influir el tamaño del empaque o del reservorio donde colocamos la comida? En este post exploraremos varias situaciones donde los resultados te sorprenderán

vasos, ilusión óptica
Foto: entretragos.wordpress
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El tamaño de los envases de alimentos e incluso las porciones han aumentado de forma constante durante los últimos 30 años. Este incremento está íntimamente relacionado con el consumo, por lo que el tamaño de un paquete puede aumentar inadvertidamente lo que usted se come, al igual que el tamaño de la porción servida en los restaurantes. Una explicación de por qué los grandes paquetes y porciones aumentan el consumo, puede ser porque sugieren que la cantidad de alimentos en un plato o en un recipiente puede sugerir implícitamente lo que podría interpretarse como una cantidad «normal» o «apropiada» para consumir.

Cuando se presenta una porción de comida de tamaño razonable, no hay pruebas de que las personas pueden tener una expectativa aproximada de cuánto de él tienen la intención de consumir. Por ejemplo, la mayoría de las personas fijan el límite de lo que comen cuando llegan a «limpiar su plato», es decir dejarlo completamente vacío. Para estas personas, hay una señal visual o punto de referencia que se ha establecido (un plato limpio), y comen hasta que llegan a ese punto de referencia o hasta que estén saciados de otra manera.

Al igual que con aquellas personas que tengan la intención en vez de comer la mitad o tres cuartas partes de lo que se sirven, todos son propensos a consumir más si se le da un tamaño de porción más grande desde el principio. Al igual que con los puntos de referencia normativos en otras situaciones, la influencia de esta señal visual puede ser relativamente automática y puede ocurrir deliberadamente.

Le sorprendería saber cómo el tamaño y la forma del vaso que actualmente está usando en casa, podría estar jugándole una mala pasada, saboteando su plan de alimentación al hacerle consumir más bebidas de lo que usted piensa. Imagine este escenario: en lugar de un jugo, usted se está sirviendo una bebida alcohólica.

Coctelería

En un estudio conducido por el Dr. Brian Wasnick de la Universidad de Cornell, 198 personas más 86 experimentados bartenders, fueron convocados a un experimento para evaluar cuan precisos podían ser al servir cierta cantidad de líquido en dos vasos: uno alto y delgado y otro ancho y corto.

La mayoría de las personas (incluyendo a los experimentados bartenders) percibieron al vaso alto y delgado con mayor capacidad por lo que terminaron sirviendo entre 20 y 30% más de la bebida en el vaso corto y ancho. Con base en sus hallazgos, los investigadores concluyeron que las personas generalmente toman sus decisiones basados a la altura del líquido en el vaso. Vasos anchos y cortos dan la “ilusión” de que contiene menos líquido por lo que sirven más líquido a pesar de la comprobada experiencia. Para solventar esta situación, se recomienda usar vasos medidores para garantizar la exactitud en la medida.

Un segundo estudio del mismo equipo de trabajo, examinó si la alteración de una “señal visual” influiría en las estimaciones de consumo y la saciedad. En este caso, la señal sería el vaciado del plato. Para el estudio usaron platos auto-recargables de forma automática, por lo que los participantes no podían darse cuenta que su plato se llenaba durante los 20 minutos que duró cada experiencia.

Al final del estudio, cada participante fue sometido a un cuestionario donde debían estimar, entre otras cosas, cuánta sopa habían comido durante la experiencia. Los resultados fueron reveladores, aquellos que comieron del plato auto-recargable no podían creer que su consumo fue 73% mayor (140 calorías más) al que ellos estimaron y los participantes del grupo control también se sorprendieron al saber que habían comido 32.3 calorías más de lo que habían estimado, confirmando que la señal visual puede ser engañosa y anula las propias señales de saciedad que genera el cerebro, haciéndole comer un poco más de lo que realmente necesita y arruinando sus intentos por mantener un plan de alimentación equilibrado.

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