¿Qué comía Rafael Caldera?

Un ejemplo de lo metódico en su alimentación fue el presidente Rafael Caldera (1969-1974 / 1994-1999). Respetaba los horarios a la hora de sentarse en la mesa, pero no por eso dejaba de ser “buen diente”, como comentan el doctor Fernando Egaña y la chef Mercedes Oropeza, quienes conocieron de cerca sus gustos culinarios y preferencias, donde destacaban siempre los sancochos criollos de carne o de pescado.

Señala Mercedes Oropeza, quien era la jefa de cocina en la residencia presidencial La Casona durante el segundo período del doctor Rafael Caldera, que “él era muy organizado, siempre desayunaba y cenaba en La Casona”.

“El almuerzo sí era en el Palacio de Miraflores -recuerda Egaña- generalmente tenía algún invitado con un menú bastante sencillo pero muy variado. No faltaba una sopa o alguna crema como entrada, alguna proteína con vegetales, postre criollo y café negro”.

El desayuno invariablemente era con huevos criollos y quesos que le enviaban regularmente de Yaracuy su tierra natal, una arepa con mantequilla, café con leche y un ponqué casero, agrega Mercedes Oropeza.

Fernando Egaña explica que, en la época navideña, el desayuno variaba por completo ya que le enviaban de obsequio hallacas muy especiales confeccionadas por los mejores cocineros y cocineras de todos los rincones del país.

Para ellos era muy halagador que el presidente Caldera probara sus hallacas y como él era muy “hallaquero”, las probaba todas. Eso sí, la hora para comerlas era la del desayuno. Le servían la hallaca sola, sin los acompañamientos del llamado plato navideño, es decir no había pan de jamón, ni ensalada y mucho menos pernil.

“Yo le preparaba la cena -comenta Mercedes Oropeza- previa llamada a la cocina de Miraflores para no repetir la proteína. Eran cenas sencillas donde la entrada casi siempre consistía en un consomé de res o de gallina, una proteína cárnica con guarnición de vegetales y algún carbohidrato, y se le ofrecía algún postre casero, que no siempre se comía”.

Y agrega Oropeza: “Le gustaba mucho la buena mesa, su preferencia siempre era comer criollo, le encantaba el mondongo y de postre, el chantilly”.

Con motivo de la visita, el domingo 9 de agosto de 1998, del príncipe Felipe de Asturias, actual rey de España Felipe VI, la chef Mercedes Oropeza creó un menú muy especial para el almuerzo que le ofrecieron el presidente Rafael Caldera y su esposa Alicia Pietri de Caldera en el espectacular comedor de gala de La Casona.

La chef quiso que el entonces Príncipe de Asturias probara el cazón, pero no lo iba a poner en una empanada, quizá el tradicional envoltorio de masa de maíz no era adecuado ni muy conveniente para ese elegante almuerzo de postín, pero como Mercedes Oropeza es una chef sumamente creativa e innovadora, se le ocurrió rellenar masa phyllo con un guiso criollo de nuestro delicioso cazón y presentarlo sobre un espejo de salsa de ají dulce, a manera de entrada caliente, con el nombre de Pergamino de cazón, que después cambió por el de Strudel de cazón.

Los halagos no se hicieron esperar, al punto que el príncipe Felipe mandó a llamar a Mercedes al comedor para felicitarla personalmente y ella se impresionó cuando tuvo en frente a aquel “tipazo buenmozo, altísimo, con una sonrisa encantadora y de penetrantes ojos azules”, como ella mismo lo describe; casi que se desmaya.

Otro ejemplo de menú con acento venezolano es el almuerzo ofrecido por el presidente Caldera en el Palacio de Miraflores, en su primer mandato, a los ganadores del Premio Nacional de Periodismo 1969. En los amplios corredores que rodean el patio central se congregaron los periodistas para el agasajo que consistió en Supremas de toronja, Hervido de res, Filet de pargo meunière con petit pois y papitas al vapor, ensalada mixta y una gran variedad de quesos frescos criollos. Cascos de guayaba con queso crema y café. Previamente se sirvieron aperitivos y tequeños. El almuerzo se acompañó con Charlemagne 1961.

Al premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, el presidente Rafael Caldera le ofreció un almuerzo en el Palacio de Miraflores, con motivo de haber sido el ganador del Premio Rómulo Gallegos 1972, el galardón más importante de las letras en Latinoamérica.

El mediodía del viernes 4 de agosto de 1972 el Gabo departió amigablemente con el Primer Mandatario mientras servían una Cesta de frutas tropicales, Filet de pargo meunière con papitas al vapor, Supremas de pato California con petit pois y coliflor. El postre fue una Bavaroise de vainilla. Los vinos acompañantes fueron Blanco de Alsacia y champaña Möet & Chandon Brut Imperial.

El martes 1° de septiembre de 1970, Rafael Caldera le ofreció un almuerzo a su colega Rómulo Betancourt, en la Suite Presidencial del Palacio de Miraflores donde degustaron Suprema de frutas tropicales, Filet de lenguado meunière, T-bone steak a la parrilla y variedad de quesos criollos. Dulce de higos en almíbar. El acompañante fue un tinto Saint Emilion.

Caldera también frecuentó el restaurante Anatole, como todos los políticos de esa época, restaurante ubicado en la Plaza La Estrella de San Bernardino.

El nombre del restaurante Anatole apareció varias veces en la investigación de esta serie de los gustos gastronómicos de los presidentes ya que era lugar preferido por la alta dirigencia del país, amén que el servicio y la oferta culinaria de impronta auténticamente francesa era de altísima calidad. Además, ofrecía discreción, lo que resultaba indispensable para reuniones privadas donde se cocían temas del poder político.

En el caso del doctor Caldera, le gustaba tanto la sazón venezolana como la alta cocina internacional, en especial la italiana y la francesa. En sus viajes al exterior tuvo la ocasión de visitar restaurantes de reconocidos chefs como el de Paul Bocuse, e intercambiar con ellos acerca del tema culinario.

Le agradaba el restaurante Lee Hamilton y su menú con diferentes cortes de carne. Tenía cierta predilección por la cocina china y en varias ocasiones visitó El Palmar en Colinas de Bello Monte, acompañado de cuatro personas para compartir el famoso pato laqueado. Las lumpias, chop suey y arroz frito los pedía en El Dragón Verde en La Campiña.

Cuando le apetecía cocina española, especialmente vasca, visitaba el Bar Basque en La Candelaria, donde era atendido por su propietaria, excelsa cocinera y siempre recordada doña Blanca Royo, a quien llamaba cariñosamente con el diminutivo de Blanquita.

En el año 1933 lo designaron Secretario del Círculo de la Juventud Católica y fue nombrado como delegado en Roma, apenas tenía 17 años siendo su primer viaje al exterior.

Allí conoció la gastronomía italiana que se convirtió en una de sus preferidas en el capítulo de la cocina internacional. Se fascinaba por los antipastos y toda la variedad de pastas en sus más diversas presentaciones, especialmente la pasta e fagiole.

Como aperitivo tomaba Cynar con soda. Al doctor Caldera le gustaba cumplir con todos sus compromisos sociales, que obviamente eran muy numerosos, bien fuesen cocteles o bodas, siempre acompañado de su esposa Alicia Pietri Montemayor de Caldera Rodríguez.

En esas fiestas no solía probar pasapalos, a excepción de uno que otro tequeño, y es porque generalmente cenaba en su casa, bien sea en La Casona cuando le tocó conducir los destinos del país o en la quinta Tinajero, su residencia familiar en Los Chorros.

Nota de la directora: Este capítulo dedicado a Rafael Caldera es el noveno de la serie Buen apetito, señor presidente, que escribe el investigador Alberto Veloz. Si desea leer otros capítulos de la serie Buen apetito, señor presidente, puede hacer clic en este enlace o en alguna de las siguientes notas:

Créditos de las fotos

Rafael Caldera, con orgullo de ser venezolano. OT Editores C.A. Caracas, 2015
Foto del Strudel de cazón: colección de Mercedes Oropeza
Archivo Wikipedia

Bibliografía general de la serie «Buen apetito, señor presidente»

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