El dulce es felicidad que se come
El amor compartido de dos gemelos por la repostería los llevó a crear El Dulce, con propuestas francesas, americanas y de dulcería criolla elevada a alta pastelería
El amor compartido de dos gemelos por la repostería los llevó a crear El Dulce, con propuestas francesas, americanas y de dulcería criolla elevada a alta pastelería
Los buenos dulces son piezas de felicidad que se comen. Alegran la vista, su sabor azucarado activa la serotonina, conocida como hormona de la felicidad y, de paso, aportan energía al cuerpo. Pero hay más. Casi siempre los buenos dulces se hacen con cariño y dedicación, y eso lo notan las papilas y el corazón.
Los dulces son, además, una forma de dar amor. Eso lo sabemos desde chiquitos, desde que las abuelas, las tías, las mamás, nos preparaban dulces que sabían a besos. Y los venezolanos parecemos hechos de papelón y azúcar, porque cómo nos encanta un dulce.
A los gemelos Randall y Antonio Sevilla, uno chef y el otro economista, les gustan tanto que ambos supieron desde muy jóvenes que querían dedicarse a ellos. Y a su empresa la bautizaron así: El Dulce.
El crecimiento de El Dulce Casa de Pastelería, como es su nombre completo, ha sido vertiginoso. Aunque comenzaron a funcionar formalmente en 2015, ya desde 2010 hacían preparaciones por encargo. Fue entonces cuando decidieron dedicarse a almibarar la vida de los demás.
La aventura empezó cuando Randall era estudiante de Cocina en el Hotel Escuela de Mérida y a un amigo que se iba a casar le suspendieron una semana antes el servicio de comida. Había probado algunos postres que Randall preparaba de vez en cuando y le encargó toda la estación de dulces de la boda: mil postrecitos variados, una torre de ponqués, un budín ingles y una torta Victoria con fondant.
«Llamé a mi hermano, que estaba en Valencia estudiando y le pregunté ¿lo hacemos? Pasó por la casa de mi mamá, agarró el robot de cocina y se vino a Mérida en autobús», cuenta Randall.
(Los hermanos Antonio y Randall Sevilla en un evento de Bienmesabe y El Estímulo)
Lo hicieron, lo lograron y, sin saberlo, estaban plantando la semilla de El Dulce Casa de Pastelería.
Bocaditos franceses, americanos y venezolanos
Muchísimos caraqueños, valencianos y maracayeros han probado los azucarados artificios de El Dulce Casa de Pastelería. quizás hasta sin saberlo, pues están presentes en numerosas fiestas. «El 80% de los encargos que nos hacen son para fiestas de todo tipo. De hecho, ya tenemos diciembre casi copado», explica Antonio. Es por esto que sus dos lemas son Pastelería fina para celebrar y Toda celebración merece un dulce.
Desde su taller en Los Palos Grandes, los hermanos Sevilla preparan los encargos que le solicitan pero, también, trabajan en desarrollar nuevos productos enfocados, sobre todo, a la exaltación de nuestra propia dulcería.
«Todos hablamos de dulcería criolla pero nunca nos hemos planteado elevarla a pastelería venezolana, como existe la pastelería francesa, por ejemplo», opinan.
A la vez, sienten que muchos venezolanos son «muy puristas» y se oponen inconscientemente a esa evolución. «No les gusta que se cambie el color, la textura o la presentación de un dulce criollo», afirman. Sin embargo, ellos lo han hecho, buscando esa categorización de pastelería criolla, aplicándole técnicas de alta repostería.
En su línea de postres criollos, por ejemplo, ofrecen tartaletas con flores de dulce de lechosa confitado y besitos de coco hechos tipo galleta, hechos con manga pastelera. Su crema pastelera la aromatizan con sarrapia, además de minipolvorosas, tortas de queso criolla y otras granjerías.
Uno de los profiteroles más pedidos es el de guanábana y pronto presentarán el profiterol María Luisa, una fusión de repostería francesa y venezolana, basada en la tradicional torta caraqueña -una de las favoritas del investigador gastronómico don Armando Scannone- con crema y guayaba.
Aunque la pastelería venezolana que hace El Dulce va sumando entusiastas, lo que más solicitan los clientes son piezas de pastelería francesa y americana.
Profiteroles, ecclairs y croquembouche (torta de líneas geométricas de profiteroles sujetos pos caramelo) están entre lo más solicitados. También las galletas crinckle de red velvet, que hacen con la receta original.
En tortas, están ganando las «desnudas», especialmente la de chocolate con frutos rojos, hecha con un ponqué húmedo de chocolate, con ganache y compota de mora y frutos rojos. También la de vainilla se destaca por su belleza en mesa.
Sin embargo, lo que más piden es el topiario de suspiros, un arbolito redondo hecho con merenguitos.
«Este topiario tiene su historia: Para una de sus producciones, la locutora Rebeca Moreno nos pidió que le hiciéramos algo con suspiros pero que no fuera el típico cono volteado. Nos acordamos de los arbolitos que sembraba nuestra abuela, amante de la jardinería. Y los replicamos», recuerdan. Y sin saberlo crearon su producto icónico.
En su menú cuentan con shots variados, pies, pavlovas y chessecake, todo en tamaño mini o normal.
Para meriendas en casa, que son otros de sus encargos frecuentes, solicitan mucho las cajitas de brownies, las de polvorosas y las de suspiros, que también funcionan como regalitos para las maestras o como obsequios corporativos.
Aunque aún no cuentan con tienda física -todos los encargos se pueden hacer por Instagram o por correo electrónico- pronto ofrecerán parte de sus dulces en bodegones, además de nuevos productos como una salsa de chocolate picante.
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