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7 razones (y más) para llegar con hambre a Yaracuy

Hay argumentos suficientes como para rodar hasta una o muchas mesas en Yaracuy. La ruta gastronómica y turística local es un hecho y sorprende con encanto, sencillez y gustosas opciones en su menú

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Uno generalmente pasa de largo. Para muchos ha sido siempre así. Llueve y sigues recto. Hay gente tratando de hacer que esa idea cambie. Tienen argumentos. Y por eso ha cambiado: Yaracuy resulta un buen descubrimiento. Uno agradable, con un encanto sencillo y acogedor para el turismo. Y para comer también, porque el pilar fundamental de ese “hallazgo” es la mesa yaracuyana.

La Ruta Turística Gastronómica Yaracuy es la mejor fuente de información para entender que hay razones suficientes para bajar la velocidad y encender la luz de cruce a la entrada de San Felipe. También sus aliados @mayeturismo y @turismoconrafa pueden preparar experiencias turísticas Yaracuy adentro. Con ellos estuvimos en la #RutadeSabores2022.

1) Carne y cachapitas fritas en Vaca’s Bar & Grill

Hay que tener el apetito a tono con la clase de festín que propone el restaurante Vaca’s Bar & Grill, en la avenida Villarreal de San Felipe.

Un lugar amplio, colorido y de agradable clima interior, cuya especialidad queda establecida en su nombre. ¿O hay alguna duda? El lomito, por ejemplo, es lomito de verdad. Pero no todo es vacuno. El lomo de cerdo –criado en el estado- y las costillas despiertan la gula. Y entre las entradas hay detalles que remiten a costumbres de la capital yaracuyana: esa de guardar para el día siguiente lo que quedó de las cachapas, para freírlas cortadas en triángulo. Y unas muy buenas arepas de chicharrón.

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Arepita de chicharron, nata y triángulos de cachapa frita (Foto: @menucallejero)

Vaca’s tiene, además, un plato que fue pensado para niños y que terminó convertido en otro de los estelares: el pollo a la broaster. Crujiente por fuera, jugoso y en porciones muy generosas.

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El pollo a la broaster de Vaca’s: ideal para los niños y para que los adultos se lo quiten a los niños también (Foto: @menucallejero)

Después de ese banquete, el consejo es servirte un trago corto de ron Veroes a la orilla de la piscina de la Hostería Colonial.

2) El pepito yaracuyano

En Chincakes & Dogs hay una confluencia curiosa: ella, descendiente de chinos y él, de italianos. Y ambos son absolutamente yaracuyanos. Adamar Hansen y su esposo Carmelo pasaron de un pequeño establecimiento, a estrenar recientemente un food truck remodelado a la medida de sus necesidades. Y sí, ella –“la china”- es conocida por sus habilidades como repostera y también por ser la vicepresidenta de la Ruta Turística Gastronómica Yaracuy. También hacen perros calientes: lo suyo es la comida rápida.

¿Y el pepito qué? Estando tan cerca de Barquisimeto -que se vanagloria de sus pepitos- esta es casi una osadía. Pero se agradece, porque no se limitaron a “copiar” el modelo, sino que siguiendo los parámetros indicados por la Ruta concibieron su pepito con señas de identidad local: tiene trocitos de tostón, aguacate -con lo cual utilizan dos productos que se dan muy bien en estas tierras- y el queso y la carne vienen de Yumare, una región celebrada por su cría de animales.

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Un «clásico» centrooccidental de la comida de calle, ahora con «personalidad» yaracuyana (Foto: @menucallejero)
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La casa rodante del pepito yaracuyano (Oscar Medina)

Si has probado los pepitos barquisimetanos y entiendes que Caracas todavía no lo logra, rápidamente vas a entender que Adamar y Carmelo encontraron su propia fórmula sobre una base ya muy conocida. Y el detalle de los tropezones de tostón es absolutamente ganador.

3) Las galletas de Moreno’s

Allá en Yumare, la abuela de Luis Moreno solía preparar conservas de coco sobre hojas de naranja y hacía variantes con lechosa verde rallada, coco rallado, azúcar o papelón. Con ese recuerdo presente, concibió la “María es de coco”, una galleta con caramelo y coco rallado. El suyo –Moreno’s Galletería– es un emprendimiento familiar que arrancó en 2014 junto a su entonces novia Joselyn. Durante un tiempo salían a venderlas por San Felipe y atendían encargos incluso en Barquisimeto.

El portafolio ha variado, aunque el mecanismo de venta sigue siendo el mismo pero ahora con presentaciones en las que se aprecia el trabajo en diseño de Luis. La “María es de coco” es de esas cosas que una vez que las pruebas se quedan en la memoria: texturas combinadas que se complementan y a partir de las cuales van emergiendo pequeñas explosiones de sabores, la presencia del coco a veces sutil, a veces dominante, y el caramelo que lo cambia todo -¿recuerdan los coquitos?- en la parte de “abajo” de la galleta, la que uno deja para el final. ¿O habría que empezar por ahí?

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«El Compa» y «María es de coco» (Foto: @menucallejero)

Hay otra galleta en la que también se establece una conexión con su tierra: “El Compa”, hecha con queso y naranja, dos productos emblemáticos de su región natal (aunque el llamado “dragón amarillo” acabó con las plantaciones de naranjas), una combinación de sabores muy sugerente, fresca… En realidad no vas a saber cuál te gusta más.

4) Los postres de Oksana

Pasas un día así: vas a la comunidad de Los Ureros, en el Municipio Bolívar, y ahí, a orillas del río y a la sombra de árboles inmensos, conoces a las Yaraqueñas, el emprendimiento de un grupo de tejedoras de la comunidad de La Vaca, que hacen sombreros, abanicos, cestas y otras piezas a mano con hojas de palma y a las que la caraqueña Maryelis Gutiérrez se empeña, con amor –no hay otra palabra que describa esto- en organizar y promover como lo que son: trabajadoras rurales empoderadas y artistas en su oficio.

También tienes la oportunidad de probar algunos productos hechos por otras mujeres de allí y de localidades vecinas y –tantos días después- todavía piensas en ese curioso dulce de frijol y en la rareza cautivadora del pan de horno…

Y el día sigue: a las minas de Aroa. O, para ser formales, al Parque Recreacional Minas de Aroa. Aunque su infraestructura como parque en realidad no existe, es un lugar imponente: aquí se explotaba cobre desde 1632.

Estas tierras pertenecieron a Simón Bolívar hasta su muerte. La historia cuenta que entregó concesiones a mineros británicos para financiar parte de los costos de la guerra de Independencia y finalmente las arrendó por completo, hasta que en 1832 sus hermanas las vendieron a inversionistas británicos. Allí, montaña arriba, se asentó una comunidad británica que no solo explotó el mineral, sino que trajo elementos de modernización a aquellos campos: un acueducto, electricidad, el primer tren…

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Parte de las instalaciones donde se procesaba el cobre en las minas de Aroa siguen en pie a pesar del escaso o nulo mantenimiento (Oscar Medina)

Y la receta de la gallina rellena que prepara el chef Pablo Blanco: un plato que parece más bien navideño, con su relleno con alcaparras y aceitunas, y servido en rodajas bañadas en salsa, con el cual los ingleses encontraron un sustituto al faisán.

El día no ha terminado: después de comer y reposar un poco en Valle Naranjo –un lugar recreativo y familiar, con jardines, piscina, canchas de voleyplaya, fútbol, bolas criollas, parrilleras-, entonces vuelves a San Felipe y sabes que hace falta algo: un postre.

Oksana Patisserie te cambia la perspectiva del viaje: esto no necesariamente encaja con el patrón de lo “local”, pero el paladar termina agradeciendo este momento afrancesado en el que sirven una “tarta Fraisier” y su chef pastelero Orlando Rincón te cuenta que se trata de un pastel de capas de bizcocho genovés, bañado de almíbar con crema mousselina y fresas, reinventada aquí con un brownie en lugar del bizcocho, bañado con coulis de frutos rojos y coronada con fresas y arándanos.

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«Sorpresa de chocolate», de la pastelería y café Oksana (Foto: Damián Boadas)

La crema, donde se caen todos los proyectos, en este caso eleva la propuesta y por sí sola es una razón para entrar a San Felipe… Pero también tiene Oksana la conexión con lo local, porque sería un error estar aquí y no aprovechar el excelente y afrutado cacao que se produce en Yaracuy para hacer cosas como la Sorpresa de Chocolate: un bizcocho de chocolate, con capas de dulce de leche en contraste, cubierto de chocolate y bañado con un fudge al 62% de cacao.

5) Las tostadas yaracuyanas

Aquí la historia habla de una señora llamada Felicidad que -unas décadas atrás- hacía estas arepas fritas rellenas con una salsa hecha con diablito. Por eso a veces escuchas hablar de ellas como “las arepas de la felicidad”. Y la verdad es que el nombre les va: porque al primer mordisco vas a conectar con tu infancia y la abuela que no se quemaba las manos sacando arepa tras arepa del caldero…

En San Felipe no hay areperas y el único lugar donde se recrean estas tostadas es en El Fuerte Bar & Grill, el restaurante del Hotel El Fuerte, en la avenida Intercomunal. En un desayuno preparado por el chef Harry Rivero probamos tres arepas pequeñas: una rellena con unos muy gustosos trozos de cochino frito, queso de mano y bicuyes -«La princesa»- otra con una versión de reina pepiada pero hecha con atún fresco -«pepiada El Fuerte»- y la tostada yaracuyana de “Felicidad”, rebautizada aquí como «Arepa María Lionza», aunque va a ser difícil que dejen de decirle «la arepa de la felicidad».

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Arepa de la «Felicidad», versionada por el restaurante El Fuerte (Oscar Medina)

No importa como la llamen, la tostada yaracuyana es así: capa de masa, queso amarillo, capa de masa y al caldero. En el relleno está la otra parte de la “felicidad”: la salsa preparada con diablitos –mayonesa, mostaza y otras cosas-, lechuga y una rodaja de tomate.

6) El chocolate de La Guáquira

Quizás otras regiones acaparen mayor atención como celebradas productoras de cacao, pero al de Yaracuy hay que prestarle atención. Hay iniciativas como la de la Hacienda Guáquira que durante más de dos décadas ha hecho un trabajo sostenido por potenciar la siembra de este fruto en la región, sumando a esto el desarrollo de planes y programas que incorporan a la población local al esfuerzo y a capacitarse también en el arte de hacer chocolate.

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Los secretos del cacao en sus paredes (Oscar Medina)
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Degustación de chocolates y ron en Pueblito Guáquira (Oscar Medina)

La historia y las dimensiones de esto son extensas, pero aquí, en La Marroquina, antes de llegar a la Reserva Ecológica Guáquira –y su hotel Pueblito Guáquira– está la Choco Casona Guáquira donde, entre otras cosas, se aprende a hacer chocolate del bueno. Si estás allí y te encuentras con Adrián Escalante, un tipo serio en lo suyo, te contará algunas historias sobre el cacao y el chocolate que están plasmadas en los murales alrededor de la casona. Pero, además, podrás comprarle alguna de esas tabletas de un chocolate 60% cacao, de aspecto oscuro y brillante y que se disuelve en boca con tonos afrutados, una característica que distingue al cacao de Yaracuy.

En Pueblito Guáquira, además de turismo de aventura en recorridos hacia pozos y caídas de agua, también hay degustaciones de su propio chocolate y la posibilidad de una inmersión de aprendizaje sobre el universo del cacao, que allí crece a la sombra de bucares.

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Miguel Ángel Torres, encargado de la Estación Ecológica Guáquira, explicando sobre el cultivo de cacao en la zona (Oscar Medina)

7) Las cachapas y tequeños de jojoto en El Tibón

El maíz es motivo de orgullo para los yaracuyanos que saben de estos asuntos. Y las cachapas tienen una fama cuya justificación encuentras cuando te la sirven en una mesa de El Tibón, un restaurante tan criollo que casi parece sucursal del llano en pleno San Felipe.

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Tequeños de jojoto yaracuyano (Foto: @menucallejero)
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Cachapa de jojoto yaracuyano a la manera de El Tibón (Foto: @menucallejero)

Su especialidad, por supuesto, es la carne. Pero la demostración de la dulzura del maíz cosechado en el estado que hacen con las cachapas y los tequeños de jojoto termina por ser un elemento diferenciador.

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