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Zamora, ¿sólo un mal momento?

El equipo que maravilló a todos y que fue capaz de sorprender con su despliegue de opciones ante cada frente y exigencia, hoy deambula en medio de una crisis de juego que se refleja en un impresionante récord negativo de resultados. Las cosas no andan bien en Zamora, ni en la cancha, ni en el camerino.

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El Clausura marca tres derrotas consecutivas en el otrora fortín inexpugnable de La Carolina. En 14 partidos, distribuidos en tres competiciones, Zamora ha ganado un solo compromiso. Ambos son registros estadísticos que reflejan la peor crisis que enfrenta Francesco Stifano desde que asumiera las riendas del blanquinegro.

Zamora dejó de ser aquel equipo avasallante sobre su rival. Aquella máquina perfectamente calibrada que atacaba en cardumen cual pirañas y convertía cada aproximación al arco contrario con una fluidez de juego impactante, ahora se ahoga en la falta de explosividad que era su marca de fábrica. Con los mismos nombres que en días recientes destrozaban las defensas del campeonato nacional, en el momento más cumbre y exigente, donde cuecen las habas, el desplome echa por tierra todas las buenas expectativas que se tenían sobre las trascendencia de un equipo hoy visiblemente previsible.

A Stifano no le alcanzó con lo que tenía. Un muy buen once no fue suficiente para encarar tres competiciones y ya hasta las genialidades individuales que brotaban en los momentos más difíciles, cedieron a la frustrante resignación de no encontrarse, justo cuando las miradas recaían sobre el equipo en el instante cumbre en que desafiaba varios frentes a la vez, uno de ellos internacional, y se sometía a consideración si el extraordinario nivel mostrado en casa también se traspolaba al ámbito continental.

El juego del equipo luce agotado. La idea y el concepto se mantiene pero el desempeño dista mucho de lo esperado. Las mágicas y trepidantes jugadas que finalizaban en gol ahora se pierden por la raya final tras rocosas gestaciones. Hasta la puntería falla. Las variantes tácticas, innecesarias en días recientes por el calibre del funcionamiento, hoy lucen como las medidas de emergencia más próximas que debe adoptar el cuerpo técnico para evitar una catástrofe.

Se trata del juego, se trata de los intérpretes. Los jugadores de jerarquía y referentes como Pedro Ramírez, Richard Blanco, Lucho Vargas y Ricardo Clarke deambulan con la frustración como consecuencia de no encontrar el mismo desempeño que hasta hace mes y medio presumían.

Ante Carabobo, algunos detalles evidencian que lo que ocurre en el campo deriva y también va más allá de un simple bache deportivo. La exclusión de la convocatoria de Yeferson Soteldo por «decisión técnica» revela que el menudo centrocampista no anda disciplinariamente bien. Según fuentes internas, su actitud no ha sido la adecuada en los últimos días. El compromiso del mismo grupo que era una auténtica piña arrasando en el Adecuación y el Apertura pasado, ha dado paso a choques de caracteres, como el que ocurrió en el entretiempo el domingo entre algunos jugadores que se reclamaban exigiéndose más sacrificio defensivo.

Institucionalmente hay otras razones de la situación. La caja hecha por las ventas de Pedrito, Juan Falcón y Arles Flores ha sido destinada a la inversión en infraestructura y es una medida que presenta los riesgos que hoy se lamentan, pero cuyos frutos se recogerán a futuro. La llegada de Richard Blanco como sustituto de Gaby Torres fue el único golpe de talonario, pero el resto de las zonas debilitadas han sido reforzadas con futbolistas de escasa experiencia o de la cantera (las lesiones de Luis Melo y Óscar Hernández han influido, aunque ambos son apuestas de futuro). El equilibrio en el capítulo de altas y bajas ha dependido del buen tino de fichar a bajo costo y sacar de esa adquisición un alto rendimiento. ¿Por qué dejar tan productiva filosofía?

Stifano debe encontrar de inmediato la solución, en los siete partidos que le restan de calendario. La directiva tiene plena confianza en el cuerpo técnico y avala sus decisiones. El contacto con los pesos pesados del equipo tratará de aclarar asuntos que necesitan ser superados, asperezas que han complicado las relaciones internas del grupo, mientras las acusaciones de culpa llegan desde lo externo con un abanico variopinto de causas. El primer golpe que ha tenido que afrontar el estratega caraqueño se ha extendido más de lo esperado y ha hipotecado hasta las opciones de clasificación al octogonal de un team acostumbrado a luchar por todo lo que juega.

Hacer leña del árbol caído se puede lograr hasta con un cuchillo bien afilado. Que Zamora vuelva a cautivar a nuevos seguidores para el fútbol criollo dependerá de acciones y correctivos deportivos y gerenciales en lo inmediato, antes que se descomponga este paradigma inspirador.

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