Gente del oficio

Las arepas de Arepa Factory

Del lustre del maíz nace un ícono: la arepa. Ninguna casa venezolana detenta su maternidad. Son solo acólitos cautivos que insisten en recrearla estén donde estén: Venezuela, Nueva Zelanda o México

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Humeante de mantequilla, crujiente, blandita, rellena de queso fresco, desbordante en carne mechada y hasta embadurnada de diablitos. Cada ingrediente es un posible candidato y para gracia de muchos, en ninguno de ellos se advierte beligerancia ante su presencia. El libro El pan nuestro de cada día de Rafael Cartay reza “…La arepa y el cazabe, y por extensión la tortilla latinoamericana, por ser tan anónima en sabor puede acompañar a cualquier alimento sin perturbarlo, y más bien facilitando su ingestión, y hasta realzándolo”.

La señora del empaque de la Harina PAN ya es una especie de totem en el mundo gastronómico. Su legado en el área de la harina precocida ha generado una especie de epidemia patriótica alrededor de la arepa. Una religión cívica sin diezmos, limosnas o pedestales que ha propagado sus bondades. Siempre que hace su aparición el bien llamado “pan de los venezolanos” se entonan jaculatorias que hablan del disfrute del paladar. A la hora que aparezca: en el desayuno, almuerzo o cena, siempre es bienvenida.

En el caso de Geografía gastronómica venezolana de Ramón David León “La arepa, como el papelón, es eminentemente democrático. No falta en la comida del pobre, y, sin hacer mayores esfuerzos ha logrado conquistar las clases pudientes. Se trata mano a mano con el rico, sin trepadorismos ni sacrificios de amor propio. Posee valor específico. Jamás ha renegado de su abolengo indígena. Sabe que tiene estirpe. Convertida en “tostada” le enseña burlonamente la lengua a ciertos criollos candorosos cuando los escucha hablar de antepasados peninsulares fabricados a la medida. Ella, en cambio, conoce la limpieza genealógica de su origen: es hija legítima del maíz”.

La arepa está presente no solo en las casas sino en restaurantes y obviamente en las areperas, todas dignas de ser reconocidas por su labor. En este caso, los hermanos Alfonso y Anna Campaniello son los dueños y gerentes de Arepa Factory, un local ubicado en la 2da avenida con 2da transversal de Los Palos grandes. Con sentido casi apologético se le rinde tributo a la arepa. Se puede escoger entre distintas masas: integral, de linaza, de yuca, de onoto, de ají dulce y hasta de remolacha para celíacos; en cuanto al relleno, se ofrecen recetas mantuanas y tradicionales de la gastronomía del país: de asado negro, de plátano con queso de mano, cebollas caramelizadas con guayanés, de sardinas fritas con tomate y pasta de aceituna, entre otros.

Arepa factory lleva 15 años en el mercado buscando hacer de la arepa un alimento cada vez más apetecible. Sus anteriores dueños crearon el restaurante bajo una filosofía kosher, que la familia Campaniello ha tratado de preservar.

“Nosotros éramos clientes fijos del local y desde hace 5 años es nuestro. Es un negocio familiar y además de tener a mis papas velando siempre por el buen servicio, contamos con la suerte de tener un personal que lleva años trabajando en el restaurante: Elio Jose, Maribel, Irene, Iván y Carlos Alfredo”

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Comenta Alfonso odontólogo de profesión y formado como cocinero bajo la tutela de Héctor Romero. “Nuestra idea es llevar la cocina venezolana, a la manera del maestro Scannone. Parte de las cosas que me preocupan actualmente es el tema de los insumos, que un cliente me pida una arepa de jamón de pavo con queso amarillo y tomate y los precios se nos escapan de las manos; por eso siempre nos tratamos de manejarnos entre los productos nacionales e importados”, puntualiza.

El horario del restaurante es de martes a viernes de 7:30 am a 8:30 pm y sábados y domingos desde las 8:00 a la 1:00 pm.

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