Sayalero leía Los cuatro acuerdos, buscando un nuevo rumbo en su vida profesional, cuando se encontró con un amigo, dueño de un centro comercial, quien le preguntó qué estaba haciendo por esos momentos. Una vez puesto al día y gracias a la confianza que existía entre ellos, el señor le ofreció un local: “si te gusta este espacio, agárralo y luego, cuando empieces a tener ingresos, me vas pagando”.
Mientras tanto, Juan Carlos buscaba incesantemente el nombre ideal para su restaurante y una noche, entre sueños, llegó: ¿Pa’ quién? “Me encanta ese nombre. Es un concepto soñado. Te hace pensar de quién es esa paella? ¡Para todos! Y eso es lo que nosotros cocinamos a nuestro público, infinidad de arroces. Incluso, en una oportunidad, un cliente por encargo nos pidió una paella con codorniz o con salchicha y provolone. Por eso, cuando desperté de mi sueño, tallé el nombre en mi mesita de noche que hasta hoy conservo”, comparte orgulloso.
Y así, el universo empezó a conspirar a favor de Sayalero. Su papá se encargó del diseño del local y, al poco tiempo, le presentaron al que sería su socio capitalista. El señor Yonmora García, proveniente de Barlovento, callado y de mirada bonachona, le entregó un primer cheque y desapareció por un mes. Al volver, Yonmora, para aclarar su misteriosa ausencia, le contó a Juan Carlos que tiene un hijo en el extranjero jugando béisbol y, con los ingresos, estaba interesado en apostar por el país. Es así como Juan Carlos, su hermano Eduardo y Yonmora se encaramaron en este tabla’o lleno de sabor.
A partir de ahí, el resto es historia. Hoy cuentan con dos locales, uno frente al otro. En el primero tiene una carta española y en el otro hay un espacio más íntimo donde se consiguen tapas y un fantástico tabla’o que se encuentra encima de la cocina. Sábados y domingos se puede disfrutar de un divertido show flamenco. El cocinero revela: “aquí las recetas son familiares, la paella es de mi papá, los calamares en su tinta de mi mamá y los callos del papá de Maritza”. Y sí, para quienes han pasado rato preguntándose si la ex miss Maritza Sayalero tiene algo que ver con ellos, en efecto, es la prima y, cuando está en Venezuela, hace acto de presencia en los festivales.
Como no se dan abasto, acaban de abrir un tercer local, en el mismo centro comercial. Ofrecen un menú clásico y un concepto de mercado fresco en el que se consiguen pescados, aves, carnes y cualquier cantidad de productos preempacados al vacío, ideales para llevarse a casa —y que facilitarán la vida de los ciudadanos de Puerto Ordaz y sus alrededores.
Juan Carlos agrega: “aún siendo la especialidad de la casa la comida española, nos hemos propuesto traer sabores de otras latitudes. Cada dos semanas ofrecemos festivales de diversas nacionalidades que han recibido muy buena acogida. Nos gusta apostar por lo nuestro de una forma sutil: puedes conseguir un producto como el lau lau, más de 50 tapas así como tenemos la fortuna de contar con un alemán responsable de ahumar las carnes del local”.
En algún momento se le preguntó a uno de los clientes del restaurante que cómo definiría la oferta del lugar y concluyó: “aquí uno consigue comida mediterránea, con sabor guayanés y corazón venezolano. Juan Carlos, junto a su equipo, se esfuerza para que sus clientes sientan que la intención es cocinar para ellos; porque aquí no somos comensales sino amigos”.
Ver que hay personas como Sayalero, que creen en el país, que apuestan por lo propio, que utilizan alrededor del 90% de productos nacionales y que se esmeran, siempre sonreído y convencido de que no hay nada imposible y trabajando porque su personal se sienta orgulloso de su oficio, es una de las actividades más estimulantes que se pueden vivir en tiempos como estos. Y cuando tenga hambre y pregunten “¿pa’quién vamos a comer hoy?, recuerde que en Puerto Ordaz lo esperan.