Gente del oficio

Antonio Zambrano: las manos que granizan tus raspados

En la esquina Miguelacho, en el corazón de la Candelaria, entre motos, diligencias y ruidos, se encuentra una de las pocas máquinas manuales para granizar hielo. Detrás, las manos que hacen posible esta tradicional labor, un señor de baja estatura, bien peinado y perfumado: es el señor Antonio, tranquilo, hacedor de los refrescantes "raspa'os"

antonio zambrano, raspados
fotos | shakira di marzo
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Todas las mañanas, de lunes a sábado, en esta esquina, abre un “puestico de cepilla’os” para refrescar a los transeúntes que necesitan atemperar el día caluroso y agitado que han tenido.
Quien lo hace posible es el señor Antonio Zambrano, uno de los pocos vendedores de «raspaitos» artesanales  que quedan en la capital venezolana. De hecho, asegura que gracias a la significación cultural que tiene su máquina de granizados manual, ha podido salvar su puesto de trabajo, ya que querían desalojarlo de la calle donde trabaja hace más de 12 años.
«Los policías me sacaron porque ahí no querían a nadie. Luego me vine acá y me dejaron gracias a que la comunidad me ayudó y así fue que me permitieron seguir trabajando, porque alegaban que esto era una tradición nacional, por eso pude conservar mi puesto»
Zambrano es nacido y criado en Los Andes, en el Vigía, tiene 72 años, es padre y abuelo. Dice que desde joven ha realizado casi todos los trabajos que estaban a su alcance: desde constructor, vendedor de dulces criollos y hasta perro calentero. Cuando vivía en El Vigía vendía dulces criollos pero fracasó por completo; al parecer tenía mucha competencia y era muy poca la ganancia. Después de eso decidió venir a Caracas donde ya tiene 30 años instalado.
No cree volver más nunca, aunque dice que le gustaba El Vigía porque era “otra cosa”. Admite que también disfruta de Caracas. Además, aquí tiene a toda su familia, razón importante por la que no regresaría, ya que en los Andes, dice: “no me queda nadie”.
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A pesar de todos los cambios que ha tenido que enfrentar, Antonio sigue trabajando con su máquina, dice que es difícil mantenerla pero  que más allá de las dificultades que atraviesa el país, él hace todo lo posible por el sustento diario, a través de un oficio que toda la comunidad de La Candelaria reconoce.
Al llegar la clientela, aseguran que Antonio tiene más de 12 años trabajando entre la plaza La Candelaria, una avenida de la parroquia y luego en la esquina Miguelacho. Una muchacha, vecina de la parroquia, afirma que compra cepillados al mismo señor desde que tiene recuerdo y exclama:
» ¡Pero si este señor tiene más de 12 años acá! naguará si yo vengo a comprarle raspados desde que estaba chiquitica y ya tengo hasta una hija, yo estoy segura que tiene al menos 17 años».
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Pero el señor Zambrano esta seguro de lo que expresa y aunque no es muy hablador, en esta ocasión necesita dejar muy claro que él tiene los años contados:
“Yo sé que en La Candelaria llevo 12 años trabajando, eso te lo aseguro”
Entre tanto, sirve los cepillaos que tiene pendiente, tiene en su haber una clientela amplia que desde temprano llegan a comprarle. Antes tenía cepillados de muchos sabores, ahora solo ofrece tamarindo y colita. Todos los elabora él. La preparación de la colita es con la esencia de cola y el tamarindo a base de su jugo.
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“Antes se vendía mucha parchita, pero ahora nadie lo compra y esta muy caro, prefiero no venderlo… aparte a la gente le gusta puro colita”
Para el señor Zambrano todas las preparaciones son ricas, dice que la leche condensada es muy importante, por eso, aunque no se consiga fácilmente, la sigue comprando, ya que es «el ingrediente mágico»
“A  mi me gustan todos los sabores, no tengo uno preferido, aunque a veces me provoca otra cosa, en verdad me lo tomo porque refresca bastante”
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Antonio guarda su «puestico» a eso de las 3:00 de la tarde. A esa hora no queda casi jugo ni colita, el hielo se ha derretido y ya el sol se va alejando. Todavía le queda camino ya que vive en Sarría.  Dice que de ser por él, seguiría trabajando, pero está muy cansado, que ya la edad no tiene perdón y que a veces, un día de descanso no es suficiente. Cuando le preguntamos si trabajaría este domingo 6 de diciembre, a propósito de las elecciones, respondió:
“Ese día no trabajaré, yo no me lucro así, voy a ir a votar si Dios lo permite y todo sale bien, veremos que pasa el domingo”

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