Gastronomía árabe en Caracas: Un festín de sabores
En esta crónica, Alberto Veloz hace un completo paseo por la llegada y desarrollo de la comida árabe en Caracas, desde aquellas mujeres inmigrantes que nos enseñaron los primeros platos, hasta los restaurantes más novedosos. También detalla preparaciones poco conocidas, que solo se sirven en las mesas familiares
Cuando pensamos en comida árabe nos trasladamos a ciudades fantásticas de Las mil y una noches, con minaretes que apuntan al cielo donde refulge una sempiterna media luna, y en medio de lujosísimos palacios, odaliscas bailando alrededor de comensales insaciables frente a mesas cargadas de cientos de platillos en perfecto equilibrio de salados y dulces.
Esta es una visión entre infantil y adulta, de ensueño, de lecturas de Gibran Khalil Gibran y de todo lo que nos transmite esa extraordinaria cultura, pero es una visión que no está alejada de la realidad, pues se trata de la gastronomía árabe, que es en sí misma un auténtico festín de sabores y aromas.
El mundo árabe
Para entender algo de la extensa culinaria árabe se podría clasificar esta vasta región en tres grandes grupos de países. Cada uno tiene sus peculiaridades y diferencias, pero signadas todas por la característica de pertenecer al mundo árabe en su conjunto.
La comida árabe más extendida, y por ende más conocida internacionalmente, es la del Líbano, similar a la de sus vecinos del Levante: Siria, Jordania y Palestina con los mezzes o entrantes, kibbes en sus tres versiones: crudo, frito y horneado; cientos de platos con muchos vegetales y leguminosas.
Cercano está Irak donde la especialidad son los shawarmas. También hay una marcada influencia mediterránea de Grecia y Turquía con quienes comparten dolmades, conocidos como tabaquitos o enrolladitos de hojas.
Los países que conforman el Magreb, Marruecos, Túnez, Argelia, Libia, Mauritania y el Sahara Occidental, tienen larga tradición de cous cous, tajines y la conocida pastella.
La península Arábiga se centra en los pescados dada las infinitas costas que la rodea, carnes especialmente asadas y, por supuesto, los platillos tradicionales. Este conjunto de países está conformado por el reino de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán, Yemen, Baréin, Jordania y Kuwait.
Egipto protagoniza y reúne casi todos los sabores y preparaciones del mundo árabe debido a su ubicación estratégica entre el Levante del Medio Oriente y el Magreb o Poniente.
Pero los occidentales, sin conocer de tantas especificidades y orígenes culinarios decimos: si es comida árabe, es sabrosa y saludable.
Quizá este último punto, el de saludable, es uno de los pilares de su éxito y penetración hacia otras regiones del mundo.
Llegaron los turcos
En Venezuela actualmente la gente sí sabe diferenciar y reconoce que es un error endilgarle el gentilicio de turco a todos los que llegaron de los países árabes.
Tradicionalmente se decía: “Llegó el turco con su maleta bajo el brazo…”, para referirse a todos los inmigrantes árabes que salieron de sus países a finales del siglo XIX y luego, en la segunda oleada, a partir de los años 20 del siglo XX, por las terribles condiciones de vida debido a la cruenta dominación del imperio otomano en la región, especialmente en contra de pueblos de diferentes confesiones como maronitas, ortodoxos y católicos.
En esta migración también influyeron las dos guerras mundiales, conflictos bélicos civiles en sus naciones, hambrunas y falta de oportunidades por lo que un gran contingente de personas se vio en la necesidad de llegar a la tierra prometida, América, en aquel momento.
Lo de “turcos” tenía su fundamento real ya que debieron salir de sus países con pasaporte turco. No estaban identificados como sirios, libaneses, jordanos o de otras nacionalidades, y a eso se le agrega el desconocimiento del idioma para tratar de explicar tal confusión.
El criollo los recibió con los brazos abiertos. Venezuela les dio la bienvenida a esos pueblos y cariñosamente todos eran “mis amigos los turcos”. Y ellos se dejaron querer con su gentilicio impuesto.
El tiempo pasó y esa gran comunidad árabe, fundamentalmente libanesa y siria, de inmediato se adaptó en la medida que lo permitía el mismo idioma, conservando siempre sus costumbres y lo que es más importante sus creencias religiosas.
Sobrevivir entre amables y extraños
El confort y poder económico que pueden ostentar actualmente esas comunidades solo se basan en el denodado trabajo diario, ahorros, inversiones y perseverancia. Vinieron para quedarse, nunca pensaron en regresar, lo que ha hecho de nuestro país una sociedad plural y acogedora.
La mejor descripción de cómo fue la inmigración libanesa está plasmada por Cristina Guzmán en la Introducción de su libro Líbano y Venezuela: 20 testimonios editado por la Fundación para la Cultura Urbana:
“La venta ambulante, la pesca de perlas en la isla de Margarita y las sabrosas creaciones de la gastronomía medio-oriental fueron las actividades comerciales a las que se dedicaron los primeros inmigrantes libaneses en Venezuela. Rómulo Gallegos retrata a la perfección a uno de ellos, el ‘árabe’ de su cuento Los inmigrantes, publicado en 1923″.
Y continúa: «Trabajador, buena gente, recorriendo el mundo venezolano con su mercancía a cuestas, el personaje galleguiano todavía es en aquellos años un viajante de comercio más o menos desenvuelto en un medio que nunca le fue hostil. Luego quizá siguió vendiendo cosas de domicilio en domicilio o de ciudad en ciudad, aunque ahora como socio de algún punto fijo de ventas, quincallas o pequeños comercios. Laboriosos y solidarios como eran, pronto empezaron a ensanchar el universo de sus actividades. A acometer empresas más ambiciosas. Comercios cada vez mayores, industrias muy diversas, bancos, profesiones universitarias de gran alcance y proyección”.
El ámbito familiar
Hay que diferenciar la oferta de la gastronomía árabe libanesa en los restaurantes con lo que se come en la mesa familiar.
Los que tenemos la fortuna de degustar ambas maneras de servir una comida libanesa podemos apreciar los platos y conocer las diferencias, especialmente cuando uno es invitado a compartir la comida en el seno de una familia de origen y costumbres libanesas.
Obviamente hay platos que se repiten en ambos ambientes. Por ejemplo, las conocidas cremas de berenjenas o garbanzos, el kibbe o el tabule y los tabaquitos de hojas de parra o de repollo. Pero, puertas adentro, encontramos muchas otras preparaciones que no se consiguen comercialmente por varias razones, porque pueden ser elaboraciones muy complicadas y largas, multiplicidad de ingredientes, variaciones entre las recetas familiares.
En este punto, Solmita Gaspard, hija de libanés, experta cocinera y gastrónoma, quien ha enseñado desde hace más de 30 años a través de talleres, a cocinar la comida libanesa, su historia y a guardar el debido protocolo al momento de servirla, comenta que “la cocina del Líbano es exquisita, refinada, sublime; de sabores intensos y un fiel reflejo de la hospitalidad de sus habitantes”.
“Cada familia da su sazón y estilo a sus platos -explica Solmita Gaspard- empleando para ello productos de la más alta calidad, responsables de otorgar los sabores, olores y colores a una de las gastronomías más elaboradas. Esta cocina incluye abundancia de frutos secos, higos, uvas, vegetales, pescados, frutos del mar, un óptimo empleo de especias como el zaatar (mezcla de orégano, tomillo secos y ajonjolí tostado), canela, tahine, menta, hierbabuena, sémola, carnes, especialmente de cordero, quesos y mantequillas”.
Parte de las tradiciones culinarias de los libaneses se encuentran en la forma como presentan y disfrutan de sus platos. Y, a pesar de estar fuera de su país de origen, esas tradiciones se mantienen y transmiten de generación en generación.
Platos poco conocidos
Una preparación no comercial -la he comido en muy pocos restaurantes- y que generalmente se suele disfrutar en familia es la Shichbarak, Shisvárak o Sish-barak. Consiste en una sopa de labne (leche cortada y yogurt) con “sombreritos” de masa rellenos de carne que suele ser pulpa negra y cochino molido. Estos “sombreritos” también son conocidos como raviolis libaneses.
Es una sopa sensacional por su textura, combinación de elementos, entre ácida y salada. Encontré recetas que la aderezan con yerbabuena mientras algunas lo hacen con cilantro.
Otras elaboraciones poco conocidas es el kibbe relleno con mantequilla de yerbabuena derretida, que se consume en algunos pueblos del Líbano y se conoce como Erós, de muy difícil preparación.
Existen otros kibbes que no son de carne, como los de auyama (Kibbe troji), papa (Kibbe los) también conocido como el kibbe de la Virgen, pollo (Kibbe bi djej), lentejas (Kibbe adas) o el Kibbe de pescado.
Los macrum tun son pequeñas masas donde intervienen sólo tres ingredientes: harina de trigo, muchísimo ajo en taratur, que es lo más parecido a una crema espesa de ajo y aceite de oliva.
También del ámbito familiar, no exento de estar en algunos comedores públicos, es la M´yadra protagonizada por lentejas y arroz un tanto caldoso cocinadas con un licuado de cebollas fritas a punto de estar negras, pero el secreto es que no lleguen a quemarse.
Fonética, escritura y palabras
Los nombres de los platos árabes en español no obedecen estrictamente a una traducción gramatical o la fonética real del idioma. No tienen rigidez ortográfica, más bien están vinculados a la memoria auditiva, de los cambios que se derivan de un nombre al enfrentarse a otro idioma, que por lo demás tiene un alfabeto diferente.
Así encontramos en recetarios y libros diferentes grafías para un mismo nombre como el caso de la crema de berenjena: babaganush; babagannuh; baba gannuy;baba ganuj, babaganuch y hasta babaganouse. Otros para simplificar le llaman simplemente crema o puré de berenjenas…. y santo remedio.
El mismo caso para la popular crema de garbanzos donde encontramos hommos, hummus, jummus y jummus b´tjine. Pero, como se le llame, todas son exquisitas con mucho pan pita, natural o frito.
En todos los recetarios se encuentran preparaciones rellenas, generalmente vegetales como berenjenas, calabacines, pimentones, tomates que la fonética árabe se expresa en las palabras: miche, al mahashi, majchi o mahshi.
El kibbe puede mutar en su escritura a kipe, kipeh, kebbe, kibbeh, quipe o quibbe.
Las cremitas
Así son conocidas popularmente, entre los neófitos, las tradicionales y sabrosas cremas para untar que pueden ser de garbanzos (hommos) y de berenjenas (babaganush), quizá las más populares. Pero hay otras como la crema de pimentones con nueces y un punto de limón que es más de la tradición siria, escrita de la voz árabe al español como mhambra, muhammara o mjambara.
Otras cremas como la de habas (mdammas) y la kusa que es un puré de calabacines cocinados lentamente, también para comer con el pan pita. No puede faltar dentro de las llamadas “cremitas” el labne con pepino, que es leche cortada aderezada con pepinos y yerbabuena.
Como una novedad culinaria, El Arabito, comercio especializado en comida y venta de abarrotes árabes importados y nacionales, ofrece una gran variedad de estas cremas de berenjenas y garbanzos con variaciones, añadidos y combinaciones de frutos secos, yerbas y especias.
La penetración de estas “cremitas árabes” es tan grande que se han convertido en parte de nuestros pasapalos. Ahora es muy común encontrarlas en una fiesta a manera de abrebocas o simplemente para recibir una visita en casa por lo fácil de su preparación.
También se encuentran comercializadas en empaques de botes y latas importadas, o elaboradas por El Arabito y en cocinas de señoras que se han dedicado a esta actividad.
Los tabaquitos o niños envueltos
Otro plato sumamente popular son las hojas vegetales rellenas, conocidas como tabaquitos árabes. En muchas regiones de Latinoamérica y en el estado Mérida se les conocen como “niños envueltos”, con otra sazón, pero el principio técnico del envoltorio comestible es el mismo y el relleno similar.
Las hojas rellenas comúnmente son de parra (miche guaraine), repollo (miche malfú) y acelga (miche alsaluq) , que luego de un proceso de cocción se hacen maleables y están listas para servir de envoltorio comestible y arropar rellenos cárnicos con arroz o vegetarianos.
Debido a su formato también han pasado a engrosar la lista de pasapalos, así como los falafel y los kibbes fritos con salsa de yogurt.
La mezzé
Una particularidad propia de la cocina libanesa es el servicio conocido como mezzé, que traduce del iraní “sabor o bocados sabrosos” y tiene como finalidad abrir el apetito antes de la comida principal.
“El concepto de una comida servida tipo buffet llamada mezzé, es de lo más emblemático y tradicional que se puede conseguir en casa de cualquier libanés que se visite en Caracas y en cualquier parte de Venezuela. La mezzé es una gran variedad de comida servida en platos pequeños y dispuestos en una mesa para disfrutar”, así lo explica Solmita Gaspard, conocedora de las mejores mesas libanesas y sus especialidades.
En esta sucesión de múltiples platillos estarán dispuestas una enorme variedad de aceitunas marinadas; frutos secos donde destacan pistachos y almendras; nabos encurtidos; por supuesto las ya mencionadas “cremitas” como babaganouche y hommos; labne con pepinos; tabaquitos de hojas de parra y de repollo rellenos; berenjenas en aceite; ensaladas de habas, de garbanzos, de alcachofas, tabule y fatoush; quesos a la parrilla; empanadas de acelgas; kibbe frito o kakubas; montañas de falafel con tahine (crema de ajonjolí) y mucho pan pita natural y frito.
Una mezzé puede variar de entre 25 y hasta 70 platos rebosantes de los más deliciosos y variados manjares que representan la diversidad de la gastronomía libanesa en toda su extensión.
Recordemos que las mezzé son solo para abrir el apetito. Luego se servirá la comida principal donde no faltarán el kibbe crudo y horneado; sopa de lentejas con cintas de pasta; berenjenas y calabacines rellenos; pescado en tahine con piñones; arroz árabe con pollo e higadillos; kafta o pinchos de carne. Y si falta algo aparecerán las tripas rellenas o el quimbombó guisado con carne.
Importante destacar que en todo el mundo árabe el yogurt es un elemento presente así como ingentes cantidades de aceite de oliva que bañarán literalmente a muchos platos.
“Salim da ietic”: Dios bendiga tus manos
La comida árabe tradicionalmente es elaborada por manos femeninas, de mujeres que desde el hogar emprendieron la idea de ofrecer sus platos en las sociedades donde se asentaron.
El caso de Caracas no fue distinto y desde tiempos inmemoriales un ejército de señoras de procedencia libanesa y siria ofrecen lo mejor de sus manos cuando preparan una variedad de platos para la venta.
Este es uno de los pilares fundamentales por los cuales gran parte de la sociedad caraqueña, y también del resto del país, aprendió a conocer, disfrutar y “repetir” la experiencia de una comida árabe.
Por supuesto también debido al establecimiento de cientos de restaurantes de diferentes categorías que abarcan desde el elegante salón con bailarinas y decoración totalmente árabe hasta lugares de fast food en los centros comerciales.
Homenaje a manos maravillosas
No puedo mencionar a todas las señoras que nos enseñaron a “comer árabe” pero si quiero recordar algunos nombres, aunque ya no estén para deleitarnos, como un pequeño homenaje a las manos maravillosas de Adela Abdala de Haddad y Clara Fanianos de Mattar.
También otras que nos siguen consintiendo con sus preparaciones como Betsy Lameh Dao, Georgette Hamowi, Badra Mourad de dos Santos, Nabiha Kmeir de Mattar, Marie Abi-Mattar, Soraya Saade, Zeina Mawad, Yamile Douaihy, Yola Jeitani , Damia de Najul, Aurora Lameh Mattar, Haifa Dagher, Adela Badaki.
Además de cocinar maravillosamente bien, algunas han publicado libros como Marianella Abadi Abilahoud con su compendio de platos familiares en El sabor de la tradición libanesa. Las recetas de la familia Abilahoud, ganador del premio como mejor libro del mundo en la categoría de Cocina Mediterránea, otorgado por Gourmand World Cookbook Awards 2016.
Rachidi Souki de Assef, además de cocinar por encargo, dedicó muchas horas en su recetario La cocina árabe libanesa editado por los libros de El Nacional y del cual se han hecho varias ediciones.
Amira Akel y Blanca Guzmán con su recopilación donde presentan preparaciones árabes y venezolanas.
La cocina de Alegre, de Alegría Gallego de Gamus, no siendo un recetario de impronta árabe, recoge preparaciones que son propias de Grecia donde nació en el seno de una familia sefardí. Aprendió los secretos y aromas árabes de sus cuñadas sirias, así como de otro familiar turco con los sabores del imperio otomano.
En esas relaciones se fraguaron los platos mediterráneos que Alegre cocinó en las discusiones familiares de la diversidad, dentro de la similitud de esas comidas con sus lógicas variaciones.
Marysol Akil dicta cursos de cocina libanesa y enseña sus secretos en talleres donde además de cocinar tiene como objetivo rescatar la cultura en la cual creció, cuenta toda la historia y mitos detrás de cada plato.
La mesa pública
Donde se afianza el conocimiento del caraqueño por la comida árabe indudablemente es en los restaurantes que funcionan desde hace muchísimos años y que en los últimos tiempos se han multiplicado.
En todos los restaurantes se ofrece la fórmula del plato mixto para los que no conocen esta culinaria, donde están las elaboraciones más solicitadas y emblemáticas. Generalmente los que prueban por primera vez estos sabores siempre repiten, porque se vuelve casi adictiva.
Catia siempre fue el epicentro de las actividades de los árabes. En la calle Colombia funcionan varios locales de comida donde destaca El Arabito que tiene una sucursal desde hace más de 50 años en la avenida Casanova y el comedor Baladna. Recientemente abrieron otra en la calle París de Las Mercedes.
Ambos locales tienen un enorme bodegón donde se pueden encontrar todo tipo de comida árabe importada y producciones nacionales del mismo Arabito. Los mostradores de frutos secos y de dulces son todo un espectáculo por su variedad, frescura, pulcritud y belleza.
También en la calle Colombia de Catia está Shawarmas Abu Samir; la panadería El Camel y en la calle México, El Zir.
En toda Caracas
El Rincón del Medio Oriente fue un lujoso restaurante en la calle El Retiro de El Rosal, con decoración de carpas del desierto y bailarinas del vientre.
En la avenida principal de El Bosque funcionó durante muchos años Cleopatra, también con ambiente oriental y bailarinas todas las noches. Muy cerca de otro árabe llamado Layalina.
Algunos restaurantes desaparecidos fueron el Baalbeck, Aravé, Gazebo (en su segundo capítulo), Kibbe Steak, Chez Synthia, Moresca y Kafta, todos ellos en Las Mercedes; Fenicia en Los Palos Grandes y Arak en El Rosal.
En la calle Villaflor de Sabana Grande durante mucho tiempo estuvo Amira, un modesto lugar de shawarmas, eran los mejores de Caracas en su momento. Su propietario, el señor Raya era un cineasta mundano y bohemio, que me dejaba bañar mi shawarma con todo el tahine que quisiera. Muy cerca estuvo La Soledad, también de platos libaneses.
Un restaurante popular, que data desde hace unos 60 años, es el Beirut entre las esquinas de Salvador de León a Socarrás, y todavía está activo.
Damasco continúa en el Centro Comercial Metropolitano en Chacao bajo las órdenes de sus propietarios Jorge, Antonio, Hana y Sara Akkari, familia de origen sirio. Otro parecido es Damascus, de Jorge Akkari ubicado en el Centro Comercial Líder, todo queda en familia.
En el Centro Comercial Mata de Coco funciona el amplio salón de Tarabish donde la cocina es regentada por su dueña, Zeina de Khabbaz. Entre las muchas especialidades de Zeina destaca el Kibbe de mero con piñones. Tienen el vino libanés Chateau Kefraya, que va en perfecta armonía con los sabores especiados de esta culinaria.
El Club Líbano Venezolano en Prados del Este, fundado desde hace muchos años, sigue dando la batalla con su excelente comida donde su propietaria María Mawad ha estado al frente de sus elaborados platos, especialmente el kibbe crudo. También se recuerda a Aurora Dahdah por su buen hacer en la cocina libanesa. En esa zona está Lebanon House.
Entre los más recientes figuran Babel en el Centro Comercial Tolón, muy cerca está Fattush. Nour en Altamira Village y El Príncipe del Shawarma que tiene dos locales, uno en la avenida Principal de Las Fuentes en El Paraíso y el otro en el Centro Comercial San Ignacio.
Pincho Pan en Los Palos Grandes, Sabas en Santa Eduvigis y el modesto local de Pizza Zeina, que a pesar de su nombre, no está equivocado, hay pizzas pero árabes con zaatar, falafel, shawarmas, tabule y demás condumios.
El restaurante más nuevo de toda esta larga lista es Qaná, en el Centro Comercial Paseo El Hatillo. Un enorme local muy iluminado con danzarinas de los siete velos y un menú extenso con lo tradicional y una gran variedad de platos especiales preparados por su dueña Rita El Hage como el kibbe crudo y el arroz libanés llamado Riz bi Lahme con carne, fideos, especies y nueces fritas.
Un mundo muy dulce
Si existe una definición de los postres árabes es que son excesivamente dulces por el altísimo nivel de miel, sirope, almíbar o azúcar con que se elaboran y se repiten en casi todas sus preparaciones.
Los amantes de lo dulce encuentran un mundo fascinante ante la presencia de la repostería árabe donde predominan las masas filo, la pasta de sésamo y hojaldres bañados en miel, agua de azahar o agua de rosas; muchos frutos secos como nueces, piñones y almendras, algunos incluyen quesos.
En las bodas árabes, así como en las judías, la mesa de dulces es un espectáculo por su variedad y especialmente por la gran cantidad de postres presentados artísticamente y con gran sentido de la estética, que además resume la tradición y por ende, de preservar estas recetas.
Para todas las culturas del Medio Oriente, la tradición señala la simbología de los dulces, especialmente de la miel y las almendras como significado de alegría. En las bodas árabes suelen recibir a los invitados con mazapán, que es una pasta de almendras con azúcar y agua de azahar para desear mucha felicidad a los novios.
Baklava, ma´amoul, luqmat , k´nefe, halva son los dulces más conocidos del amplio repertorio de postres. En El Arabito, tanto en Sabana Grande como su local de Las Mercedes, ofrecen una variada selección de dulces muy frescos.
Lo que más se recuerda del Centro Comercial Gran Avenida, activo hasta los años 70, donde actualmente está la estación del Metro Plaza Venezuela, era la pastelería árabe, una de las más grandes que ha tenido Caracas. Ofrecía una variedad de dulces impresionante, siempre frescos porque la clientela arrasaba con ellos diariamente.
Shanklish a domicilio
El shanklish es un queso tradicional considerado entre los más antiguos del mundo, muy consumido en el oriente medio, especialmente en Siria y Líbano.
Nunca imaginaron los primeros productores de shanklish que su producto sería, varios siglos después, el germen de nuevas empresas, la idea que produciría fuentes de trabajo en un país tan alejado de su nacimiento, como es Venezuela.
El joven Carlos Gebrán, ingeniero mecánico, siempre se interesó por la cocina, y de ver a su abuela y padres preparando las comidas tradicionales, decidió elaborar este antiguo y tradicional queso árabe.
Comenzó a mediados de 2018 ofreciendo solo las bolas de shanklish en sus versiones natural y picante. La constancia y el esfuerzo lograron que ampliara la oferta. Hoy prepara cientos de pedidos de shawarmas, babaganush y hummus en servicios de reparto a domicilio y comida para llevar (delivery y pick up).
A Carlos se le ocurrió agregarle otros ingredientes al shanklish y ahora tiene en su menú un shanklish de pesto; otro con tomate seco, cebolla morada y perejil y el de merey con miel.
Los puristas dirán que eso es un atentado contra el shanklish. Pero, lo que verdaderamente importa, es que al público le guste y resulta que el experimento de los shanklish “envenenados” son un éxito. Carlos ya está pensando en nuevos sabores.
Con la ampliación de su oferta culinaria árabe logró un capital y próximamente abrirá un restaurante en el Centro Profesional Santa Paula. Tendrá un menú con platos tradicionales de la cocina libanesa.
Un food truck recorre las calles de la ciudad con el nombre de Shawarma King, cuyo dueño es Erick Estévez, venezolano apasionado por la comida libanesa. En su camión también ofrece kibbe, falafel, kafta y tabule donde resalta el uso de las siete especias.
En los centros comerciales siempre se encontrará un local de comida árabe, al lado de chinos, pizzas y donas.
Con colocar las palabras “comida árabe” en Instagram aparecerán cientos de ofertas de esta culinaria ancestral.
Si antes viajaban en camello por los desiertos y dunas del Medio Oriente hoy los kibbes y falafel viajan por la autopista de la cibernética y en minutos tiene un festín milinuchesco en su casa.
Bibliografía
Amira Akel y Blanca Guzmán. Gastronomía árabe venezolana. Caracas 1994 Anne Wilson. Cocina libanesa. Editorial Könemann Anne Wilson. Meze cocina mediterránea. Editorial Könemann Cristina Guzmán. Líbano y Venezuela: 20 testimonios. Fundación para la Cultura Urbana. Caracas 2009 Garam Mattar. Cocina libanesa: Aporte a la gastronomía en Venezuela. Nuestra cultura gastronómica: origen, influencias y mestizajes. Fundación Venezuela Positiva. Caracas 2008 Marianella Abadi Abilahoud. El sabor de la tradición libanesa. Las recetas de la familia Abilahoud. Oscar Todtmann Editores. C.A. Caracas 2016 Miro Popic. Guía Gastronómica de Caracas 1993. Miro Popic Editor. Caracas 1993 Miro Popic. Guía Gastronómica de Caracas 2013. Miro Popic Editor. Caracas 2013 Rachidi Souki de Assef. La cocina árabe libanesa. Colección Quirón. Los libros de El Nacional. Caracas, 2001 Raquel Gamus Gallego. La cocina de Alegre. Editorial Ateneo de Caracas 1988 Suzanne Noujaim. Un arabito en su cocina. Jacome Editores. Caracas 1992 Varios autores. Sabores del Líbano en Caracas. Presencia de la gastronomía libanesa en Caracas a través de la oferta comercial y de la comunidad libanesa en los últimos 50 años. Tesis de grado del Instituto Culinario de Caracas. Tutora: Marianella Abadi Abilahoud. Caracas 2019 Fotografías de los platos: Patrick Dolande @patrickdolande
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