Asi se hace...

Pastas Capri: nos metimos en la fábrica y te contamos cómo se hacen

Capri es una empresa familiar que, para celebrar su 70 aniversario, abrió las puertas de su amplia planta, totalmente tecnificada, con capacidad para producir 9.000 toneladas de pasta al mes. Contamos el proceso

Foto |@sobreelmantel
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Pastas Capri cumple 70 años y lo celebra abriendo sus puertas y contando su historia. Esta tradicional marca de pastas de sémola fue fundada en 1953 por las familias italianas Olivo y Nobile, cuyos descendientes siguen al mando de la empresa, ahora más crecida y tecnificada, y que cuenta con molino, dos plantas productoras, en Altos Mirandinos y en Lara, máquina de impresión de empaques y flota de transporte.

Los venezolanos somos grandes consumidores de pasta. Durante muchos años, fuimos el segundo país con mayor consumo per cápita del mundo, con una media de 13 kilos por persona por año. Solo nos superaba Italia. Debido a la crisis y a algunas políticas gubernamentales, entre 2015 y 2019 bajamos al cuarto puesto, pero en los últimos años el consumo se ha recuperado y ahora estamos en tercer lugar, con una ingesta promedio de 11 a 12 kilos por año por persona. En el segundo puesto está Túnez.

Pastas Capri
Venezuela es el tercer país más consumidor de pasta por habitante. Foto cortesía pastascapri.com

Esto deja claro lo importante que es la pasta para los venezolanos y, sobre todo y gracias a la imponente inmigración italiana, la pasta de buena calidad, elaborada con sémola de trigo y no con trigo blanco, como en otros países de Latinoamérica.

Bienmesabe fue invitada por Pastas Capri a conocer el proceso de fabricación de sus productos en su planta de Carrizal, en los Altos Mirandinos, una infraestructura de alta tecnología, modernizada alrededor de 2011, en la que la gran mayoría de los procesos son tecnificados, desde que llega la sémola y hasta que sale la pasta ya empaquetada y lista para despachar a los comercios.

Pastas Capri
Todos los visitantes pueden observar parte del proceso desde un vantanal panorámico a la entrada de la planta de Carrizal. Foto cortesía Nolck

La planta de Carrizal tiene una capacidad instalada de 9 mil toneladas al mes, con 4 silos de 90 toneladas cada uno, 4 líneas de producción según el tipo de pasta que se quiera producir y un enorme robot que agrupa los paquetes en paletas comerciales.

Así se hace Pastas Capri

«El pastificio (el lugar donde se hace pasta) es totalmente automatizado. Desde que entra la sémola y hasta que salen los paquetes, nadie toca la pasta», expresa Laura Paz, actual gerente general de Pastas Capri, con 30 años de carrera en la empresa. Se refiere a que en el proceso de elaboración de las pastas no participa la mano humana, solo para supervisión o solución de algún imprevisto.

Pastas Capri
En total, la planta tiene una capacidad operativa de 9 mil toneladas. Foto @sobreelmantel

«En cada turno solo hay un operario por máquina. En total, de los 380 empleados de Pastas Capri, solo unos 50 serán operarios», resume Dylan López, líder de Gestión de Calidad Corporativa de ambas plantas, durante el recorrido.

La sémola llega en camiones propios desde la planta de Barquisimeto, donde está ubicado el molino, que tiene una capacidad de molienda de 340 toneladas de trigo al día.

En Carrizal, el camión deposita la sémola directamente en una tubería que la lleva a silos ubicados dentro de la planta y al lado de las máquinas de producción. En estos silos, que cada uno tiene capacidad para almacenar 90 toneladas, la sémola se filtra y se guarda hasta que se necesite.

Pastas CapriPastas Capri
Los silos tienen una capacidad de almacenamiento de 90 toneladas cada uno. Foto @sobreelmantel

Capri tiene 4 máquinas de fabricación, una por cada tipo de pasta que produce: larga, corta, de especialidad (como pasticho y canelones) y bebés. Cada máquina le pide a los silos el agua y la sémola que necesita. La sémola llega por una tubería en el techo.

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La sémola llega directamente desde los silos por una tubería que está en el techo. Foto @sobreelmantel

La máquina hace dos amasados, uno normal con agua y otro al vacío y forma y corta la pasta automáticamente. Apenas termina ese proceso lo pasa al área de secado.

El secado es la parte más importante a la hora de hacer pasta, sea artesanal o industrializada. «Si queda una gota de agua, por más chiquita que sea, la pasta se rompe». En el caso de la pasta larga, que fue el proceso que observamos, los fideos se secan, por partes, durante 6 horas en túneles de aire caliente, a una temperatura de 90 grados centígrados.

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El secado es la parte más importante al momento de hacer pasta. En Capri demora entre 6 y 24 horas, según el tipo de maquinaria que se utilice. Foto cortesía Nolck

En medio del proceso de secado, se saca una muestra de la pasta para una prueba de humedad. La pasta larga, además, tiene un proceso adicional de humidificación. La norma venezolana permite hasta 13,5% de humedad, pero Capri la lleva a 12,5%, «para mantener un margen de seguridad», explica Dylan, que agrega: «Si algo sale mal, la pasta va directo a consumo animal».

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Dylan López. durante el recorrido. Foto @sobreelmantel

En el pastificio de Carrizal conviven máquinas de antigua tecnología con las más modernas. Hay diferencias entre ellas. Las antiguas, por ejemplo, pueden elaborar 650 kilos de pasta por hora y el proceso de secado dura un día entero, mientras que los equipos más nuevos fabrican 3 mil kilos de pasta larga y 2 mil de pasta corta, por hora. El secado demora 6 horas.

La pasta larga sale en hilos de varios metros de largo y deben cortarse al tamaño que está acostumbrado el consumidor venezolano. La máquina corta y agrupa por peso y, en el mismo carril, la despacha hasta el área de empaquetado. De allí sale el paquete completamente cerrado. Ese proceso dura segundos. Todos los paquetes pasan por un detector de metales.

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Todo, incluso los empaquetados, los hace la máquina sin intervención humana. Foto @sobreelmantel

Un «transformer» del empaquetado

En Pastas Capri, todos hablan del «robot» que agrupa los paquetes y forma las llamadas «paletas» comerciales, es decir, en centenas de paquetes juntos, destinados al despacho comercial. Cada paleta pesa entre 600 y 800 kilos.

Más que un robot es una especie de «transformer», una máquina con «brazos» y pinzas enormes, capaz de cargar centenas de kilos en segundos y llevarlas a otro lugar. Hasta sus «pies» van llegando los paquetes y el mismo robot sabe, gracias a un sensor, cuando ya están completos. Es entonces cuando los junta, los embolsa, los carga y los traslada hasta la paleta que está armando. Cuando la paleta está completa, se lleva al almacén.

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El robot es capaz de agrupar, levantar y trasladar cientos de kilos en segundos. El área está enrejada por seguridad. Foto @sobreelmantel

Finalmente, están las áreas de almacén y predespacho. La de almacén es un espacio muy grande porque tiene planes de ser robotizado a mediano plazo. Aquí, cada paleta de productos tiene una ficha técnica elaborada con el método SAP. Estos productos tienen una rotación diaria.

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Área de almacén. Foto @sobreelmantel
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El sistema SAP emite una ficha técnica única para cada paleta de productos. Foto @sobreelmantel

En la zona de predespacho, los productos Capri comparten con los de otras marcas que son distribuidos por la empresa. El transporte lo hace la filial Nobol (nombre que proviene de los apellidos Nobile-Olivo).

De esta manera, Capri controla todos los procesos fundamentales de la producción y distribución de sus pastas, desde la molienda hasta que llega a los aliados comerciales.

Y, además de pastas, Capri comercializa productos importados de Italia y España como aceite de oliva, passata, tomates pelados y salsas para pastas listas para comer.

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Capri complementa su oferta importando otros alimentos desde Italia y España. Foto @sobreelmantel

También trae vegetales desde Italia, para darle color a algunas pastas. «Nuestros productos no usan colorantes, todo proviene de los vegetales. Pero hemos intentado utilizar vegetales venezolanos y no mantienen el color. Por ejemplo, la pasta verde, que se hace con espinaca, sale marrón».

Entre los proyectos a corto plazo de esta marca está incorporar al mercado otro tipo de productos, como aceitunas variadas que traerá desde España, y relanzar su línea de bienestar, ofreciendo pastas integrales.

Historia de Pastas Capri

Los hermanos Olivo y su cuñado Nobile, todos inmigrantes italianos, trabajaban juntos desde 1938, importando y comercializando víveres. En 1953 adquirieron una planta de pasta en funcionamiento, ubicada en San Martín, Caracas, y se enfocaron en el rubro.

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El legado de los fundadores está muy presenre en Pastas Capri

En 1960 se incorpora al negocio la segunda generación de la familia fundadora, liderada por Simón Nobile, quien aún permanece en la empresa y que, durante su trayectoria, ha sido un conocido hombre de negocios, incluso directivo de la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos, Cavidea. Hoy, la estirpe de Pastas Capri va por la quinta generación.

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Simón Nobile y José Olivo, descendientes de los fundadores y parte activa de la empresa. Foto @sobreelmantel

En 1975 se emite un decreto para descongestionar áreas céntricas de Caracas y gran parte de la fabricación de Pastas Capri se muda a Barquisimeto. Esa planta aún funciona e incluso es donde está instalado el molino, desde 1995, cuando decidieron adquirirlo y controlar esa parte del proceso.

Por último, también adquieren la maquinaria para elaborar e imprimir sus propios empaques, hasta en ocho colores.

Actualmente cuentan con 380 empleados, cuyo promedio de antigüedad en la empresa es de 15 años. En la parte gerencial, además de Simón Nobile y José Olivo, directivos y descendientes de los fundadores, están Laura Paz, gerente general; Luis Manuel De Llanos, gerente de Relaciones Institucionales, José Andrade, gerente de Recursos Humanos; Irma Di Prata, gerente de Finanzas; William López, gerente de Logística; Dylan López, líder de Calidad y Abraham Jiménez, gerente de Mercadeo. Todos participaron de la visita de los medios de comunicación a la planta.

Actualmente, Pastas Capri cuenta con 380 empleados, con un tiempo de antigüedad promedio de 15 años. Foto cortesía Nolck

El mercado actual

Pastas Capri es una de las tres marcas de pasta que domina el mercado, las otras dos son Ronco, del Grupo MiMesa y Primor, que pertenece a Alimentos Polar. Las tres tienen niveles de venta muy similares, son el top 3 de las marcas que más compran los venezolanos. Según el último estudio de medición que maneja Capri, actualmente son líderes en ventas con 17% del mercado.

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Desde 2020, la producción aumenta a un ritmo de 30% por año. Foto @sobreelmantel

Los años dorados en ventas fueron del 2012 al 2015, cuando la producción y ventas de Capri alcanzaron las 60.000 toneladas al año. «En ese tiempo, importábamos directamente los barcos con trigo, todos para Capri. Y era el mejor trigo, proveniente de Canadá y Estados Unidos«, recuerda Laura Paz. Fue también la época en que Venezuela era el segundo país consumidor per cápita del mundo. Pero en 2015, el gobierno monopolizó la importación de trigo y lo asignaba según algunos criterios. «Nosotros trabajábamos con 9.000 toneladas al mes, y pasamos a recibir 4.500», agrega Laura.

Eso no fue todo. Con ese trigo, los pastificios industriales debían producir pasta, darle la mitad al gobierno para las cajas de alimentos Clap y la otra mitad venderla a precio regulado. Además, el trigo venía de México o Rusia, y no tenía la misma calidad. «Los molineros sufrieron pero lograron adaptarse», comentan los voceros.

Las consecuencias fueron nefastas: la producción y el consumo bajaron a niveles récord y las empresas se descapitalizaron. Hasta que un día, sin previo aviso, convocaron a la agroindustria de pastas para notificarles que, a partir de entonces, el gobierno dejaría de importar trigo. «Al salir, nos reunimos en la acera y dijimos ‘¿y ahora qué hacemos?’ porque queríamos retomar la importación directa pero nos habíamos descapitalizado».

Y así fue como nació una palabra hija de la solidaridad a pesar de ser rivales en el mercado y que pasó a ser la nueva forma de hacer negocios: la «coopetencia«.

La «coopetencia»

Como ninguna empresa de pasta tenía suficiente capital como para importar trigo por sí mismos, se unieron y trajeron, entre todos, un barco. «A Capri le tocaron 500 toneladas», rememora Laura.

La «coopetencia» resultó: el mercado comenzó a crecer, al igual que los recursos financieros disponibles en cada empresa. Y, aunque ya han pasado cuatro años, siguen trabajando juntos.

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Los pastichos forman parte de la línea de especialidades. Estos están listos para ser despachados. Foto @sobreelmantel

El consumo está creciendo cerca de 30% al año, y para 2023, Capri espera cerrar con una producción de 51.000 toneladas que, aunque aún no alcanza los magníficos niveles de 2014, se acerca cada vez más.

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