Hacemos país

Las arepas y la tizana triunfan en Lima gracias a inmigrantes venezolanos

Las arepas y la tizana de Venezuela son la última sensación en las calles de Lima, considerada la capital gastronómica de Latinoamérica, gracias a los numerosos venezolanos llegados a Perú en los últimos meses con el propósito de progresar lejos de la grave crisis económica que afronta el país

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Texto: Fernando Gimeno / Foto: Shakira di Marzo
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Estudiantes, ingenieros, mecánicos y periodistas venezolanos, entre otras muchas profesiones, encontraron en la venta callejera de su comida popular un primer paso para establecerse en Perú, ganar alrededor del triple de lo que recibían en su país y aspirar a gozar de una mejor calidad de vida.

Esa presencia venezolana en Lima es notoria en el centro histórico de la ciudad, que cada tarde se llena de decenas de venezolanos, la gran mayoría hombres, con cajones llenos de arepas al hombro o con un balde de tizana a rastras, y que triunfan con su propuesta gastronómica.

A pesar de la variada competencia de comida al paso que existe en la capital peruana, como el ceviche, los anticuchos, el arroz chaufa y las papas con huevo, las arepas y la tizana levantan la curiosidad de los limeños, ya que muchos las saborean por primera vez.

«La tizana se queda en el Perú porque a la gente le gustó muchísimo», aseguró a Efe Byron Mendoza, de 26 años, llegado a Perú hace un año, mientras sirve en el Jirón de la Unión, la calle mayor del centro histórico de Lima, vasos a 2 soles (0,60 dólares) de esa bebida hecha con jugos y trozos de frutas como fresas, sandía y mandarinas.

A pocos metros está Daniel Vera, de 25 años, natural de Barquisimeto, y técnico superior en seguridad industrial, quien vende arepas a 5 soles (1,54 dólares) junto a un amigo, ambos ataviados con los colores distintivos de la bandera de Venezuela.

«Al llegar trabajé en tiendas de ropa y en cocina, pero en estos momentos trabajo con mis arepas, ‘calenticas’ y recién hechas. Nos levantamos bien temprano a laborar todo el santo día, pero nos va bien», contó a Efe Vera, que lleva once meses en Perú, pero tiene intención de volver a Venezuela cuando la situación del país mejore.

En cambio, Said Rojas, un periodista de 29 años oriundo de Monagas, apuesta por permanecer en el extranjero porque «aunque ahora salga el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, el país tendrá que pasar por un proceso de depuración para volver a entrar en una economía estable, y eso tomará décadas».

«A Perú llegué hace dos meses para tener una mejor calidad de vida. Me veo en la situación de ser un vendedor informal, pero con mis sueños claros y mis metas precisas para que, algún día, cuando se presente la oportunidad, estabilizarme, cosa que queremos en Venezuela, pero se nos hace muy difícil», lamentó Rojas.

Junto a su balde de tizana, Rojas recordó que en Venezuela era comunicador de la Gobernación de Monagas, pero fue despedido porque «ellos quieren que uno mienta en los medios de comunicación».

«Yo me revelé contra esa idea de que todo sea Chávez y Maduro, quise decir la verdad y ellos me sacaron. Me despidieron y tuve que conseguir el dinero para venirme aquí», relató.

Cerca de la Plaza de Armas están Paolo Casalta y Paolo Villalfredo, ambos de 22 años y de Maracay, quienes venden sus arepas vestidos con una camiseta de color ‘vino tinto’, representativa de la selección venezolana de fútbol.

«Para ganar en Venezuela lo que me gano aquí en un día, tendría que trabajar tres o cuatro meses», indicó a Efe Casalta, un ingeniero que llegó a Lima hace cuatro meses, y ahora hace de anfitrión a su compañero, un mecánico con solo tres días en Perú.

Como ellos, son cada vez más los venezolanos que, más allá de los roces diplomáticos entre ambos Gobiernos, llegan a Lima para buscar una mayor prosperidad, emprendiendo un viaje que muchos peruanos hicieron a la inversa cuando la acuciante crisis de Perú a finales de los 80 llevó a miles de ellos a establecerse en Venezuela.

Según la Cancillería peruana, a finales de 2016 había unos 6.000 venezolanos en Perú, cifra que aumentó en los últimos meses, y la mayoría se acogió a un permiso de residencia especial de un año de duración, otorgado por el Gobierno, con derecho posterior a tener la residencia a más largo plazo.

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