Centenario de Armando Scannone: el libro rojo en 4 fogones
Como afirma Ivanova Decán Gambús: “El libro rojo se convirtió en el arca del tiempo no perdido. Gracias a la memoria gustativa y al rigor técnico de Armando Scannone, obtuvimos un repertorio esencial que nos instó a compartir códigos comunes enmarcados en modos de comer tan cosmopolitas como propios”
“El libro rojo se convirtió en el arca del tiempo no perdido. Gracias a la memoria gustativa y al rigor técnico de Armando Scannone, obtuvimos un repertorio esencial que nos instó a compartir códigos comunes enmarcados en modos de comer tan cosmopolitas como propios” Ivanova Decán Gambus
Armando Scanonne, el ingeniero que marcó un antes y un después en la cocina venezolana, estaría cumpliendo 100 años hoy 22 de agosto. Su primer y más popular libro, Mi cocina a la manera de Caracas o más conocido como «el libro rojo», forma parte de la mayoría de las bibliotecas del país, pero además ha logrado colarse en la intimidad y mesas de cientos de miles de familias.
Aquí, 4 de ellas le cuentan a Bienmesabe su relación con el libro rojo, una manera de honrar la memoria de quien hizo un antes y un después en la cocina venezolana.
A la luz del relámpago del Catatumbo
“Le compré la primera edición del libro rojo a Liliana cuando éramos novios y se fue a vivir en Punto Fijo”, comenta el arquitecto zuliano Gustavo Montero. “Después se lo compré a mi hija cuando se fue a Canadá, luego a mi otra hija cuando se casó y, por último, compré otro para la casa porque el primero ya estaba hasta quemado”.
Gustavo y Liliana Montero, el arquitecto y ella periodista, son una pareja de esposos marabinos que decidieron emprender un proyecto de vida hace 35 años. Él dedicado al ejercicio privado de la profesión, mientras que ella se desarrolló en la industria petrolera y desde hace 6 años es directora del Centro de Bellas Artes Ateneo de Maracaibo.
La primera receta del libro rojo que Liliana preparó para su esposo fue la mousse de parchita. Pero, recuerda bien, le pareció tan complicada que mezcló todo y lo llevó al congelador. Claro, Gustavo le aseguró que estaba estupendo y se lo comió todo, “cosas de recién casado”.
“La primera que hizo seriamente y la gran favorita de la casa es el Pastel de Polvorosa. En la casa el libro se usa casi a diario” continúa Gustavo.
“Yo trato de seguir siempre las recetas al pie de la letra. Liliana es más de libre interpretación, pero generalmente la comida es muy parecida a la de aquí”, agrega. Y finaliza “mi mamá hacía un asado negro con la receta de familia y es como la del libro rojo”.
Mil sabores y más en un libro
María Luisa Ríos, periodista especializada en gastronomía y creadora de MilSabores.net y los recorridos del mismo nombre, descubrió el libro rojo en su casa de soltera.
“Un día de Thanksgiving vi a mi mamá en la cocina con ese libro preparando uno de los pavos rellenos más sabrosos que me he comido en mi vida. Al día siguiente lo revisé página por página. No sé qué se hizo aquel libro de mi mamá, pero en nuestra casa tenemos una verdadera joya: El empastado de la primera edición”.
María Luisa recuerda muy bien que la primera receta que preparó fueron las polvorosas, tradición que además cada uno de sus hijos siguió porque también la hicieron como primera preparación.
“Cada uno de mis hijos tiene un libro rojo en su cocina en el país donde estén viviendo. Están clarísimos. Saben que cuando quieren comer algo con sabor a Venezuela, con sabor a su casa, allí están todos los secretos”.
En casa de María Luisa, una de las recetas más queridas es la de las hallacas.
“Abrimos el libro cada año -desde que me casé- para copiar la lista de los ingredientes, leer la receta completa y de allí partimos. Cambiamos algunas cosas, pero para nosotros siempre son las hallacas de Scannone”. Así lo hacen miles de hogares venezolanos cada año.
Lone Star State
Claudia Vaamonde es venezolana y caraqueña de nacimiento. Esta ingeniero y maestra de preescolar, vivió, creció y se casó en Caracas, y luego de casi 40 años y dos hijos grandes, se unió al inmenso grupo de venezolanos más allá de las fronteras del país: “Nos mudamos a Dallas, Texas, hace 4 años”.
Claudia afirma, a pesar de la oportunidad que ha tenido de visitar países y conocer otras culturas que “no hay nada como los sabores del hogar y la sazón venezolana, que para mí es una mezcla perfecta y balanceada de muchos sabores de otras tierras”.
“Mi libro rojo, que embalé entre las cosas más importantes de la mudanza, lo recibí como obsequio de boda de parte de mi tío para que empezara con buen pie”, recuerda Claudia. “Hasta ese momento yo no cocinaba más allá de huevos revueltos y panquecas, así que era perfecto el regalo”, confiesa.
Ella siente que el libro rojo es tal cual un salvavidas en el agua o Google en el celular: “Siempre a la mano y seguro cuando más lo necesitas”.
“Aquí hemos aprendido a aceptar una nueva cultura, sin olvidar la nuestra, así que hoy en día hacemos tacos con carne molida a la caraqueña y nachos volteados con pollo al pimentón o pulled pork con sabor a pernil navideño”.
Mi Puerto Viejo
“Mi primer encuentro con el libro rojo fue de joven en la cocina de mi casa”, afirma Iván Sabatino Pizzolante, abogado porteño e insaciable investigador de la culinaria de su natal Puerto Cabello.
Siendo muy joven Iván preparó, para compartir en familia, la receta del asado siguiendo paso a paso las explicaciones de Don Armando, sin perder de vista que era un plato de consumo habitual en casa, por lo tanto los “catadores” sabían que esperar.
“El libro rojo marca un antes y un después del repertorio de recetarios venezolanos, sin restar mérito a otras publicaciones” afirma Iván, “con él se inició la estandarización de las recetas y el rigor en la metodología para la elaboración de los platos”, sin duda una gran virtud de este libro.
El abogado, que ha repetido infinidad de veces la receta del asado, los bollos pelones o la torta de queso se rige por la máxima: si quieres que salga bien alguna de las recetas de Don Armando, no varíes sus medidas o cantidades»
“Tuve la dicha de conocer a Don Armando hace 20 años, en una cena de Bodegas Pomar en Caracas”, recuerda. Esa noche, el chef invitado era el pupilo y alumno de las cocinas de Scanonne José Luis Álvarez. Quiso el destino que a Iván le asignaran una mesa compartiendo con Don Armando, “que había estudiado Ingeniería en la Universidad Central con mi tío José Antonio Pizzolante. Allí nació nuestra amistad, de recurrentes e inolvidables tertulias anuales” finaliza.
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Nació en un barrio de Valencia, pero desde muy joven se enfocó en salir de allí para encontrar oportunidades. En su transitar de vida, fundó cerca de 70 restaurantes, casi todos en Asia y acaba de ganar la estrella Michelin por Ogawa, el omakase al que se dedica ahora