Geografía del paladar

Portugal, un paraíso para los amantes del buen café

Precio, variedad y primor en el modo de preparación convierten al café servido en Portugal en uno de los productos más atractivos, y menos conocidos, de su gastronomía, a la altura del famoso bacalao y el tradicional pastel de nata de Belém

Texto Bárbara Pereira - Ilustración Ligia Velásquez
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Apreciada por los portugueses y cada vez más por los extranjeros, la típica taza de café portuguesa se distingue de la del resto de Europa por sus especiales características, desde la extracción a la torrefacción y su manera de servirla.
«El expresso portugués se somete a un proceso de torrefacción más lento que el italiano, su tiempo de extracción es mayor, su volumen de taza también es mayor. Y la mezcla de cafés es especial», explicó Cláudia Pimentel, secretaria general de la Asociación Industrial y Comercial de Café (AICC) de Portugal.
En Lisboa, el café es un producto omnipresente en los locales de la ciudad, donde cada día millares de portugueses toman, la mayoría de pie en las barras, esta consistente y aromática bebida.
La taza de café ilustra también a algunos de los principales escritores portugueses, como Fernando Pessoa, Eça de Queirós y Manuel Maria Bocage, que asumieron una postura artística de casi veneración y simboliza además el crisol de culturas que es Portugal.
Su histórico de producción se entrelaza con la metrópolis y antiguas colonias como Brasil, Angola y San Tomé y Príncipe, de las que extrae el grano.
Además del atractivo precio (va desde los 50 céntimos hasta 1 euro y medio), otro factor que convierte al café portugués en una «delicatessen» gastronómica atractiva para todos los públicos es la cantidad de maneras de servirlo.
En términos generales, el «expresso Português» se caracteriza por una capa de crema de color avellana, es denso, de acidez suave y consistente, y tiene, casi como el bacalao, numerosas formas de servirlo.
La «Bica» (o expresso normal), que se pide en las tascas y los restaurantes más sofisticados, es la más vertiente más popular.
Le siguen modalidades con leche como el «Galão», «Meia-de-Leite», café «Cheio» o «Pingado», así como el «Café com cheirinho» (con aguardiente), «Duplo», «Abatanado» o el simple descafeinado. Todas estas variaciones dan una idea de la dimensión del consumo nacional.
Según un estudio de la European Coffee Federation, el 80 por ciento de los portugueses beben café diariamente y cada uno de ellos de ellos consume, de media, 2,5 tazas de café diarias, la mayoría fuera de casa (60 %), frente al apenas 20 % de la media de los habitantes de la mayoría de los países europeos.
De vacaciones en Lisboa, la antropóloga brasileira Laís Duarte, escogió el tradicional «galão» -mezcla de café y leche- por ser su «recurso favorito de energía para subir las laderas del Bairro Alto».
«Me encantó la posibilidad de degustar una ciudad entera a partir de una taza de café», aclaró.
En términos de mercado, la pasión por este producto se traduce en la visión para invertir en modelos innovadores.
Ese es el caso de una novedosa cafetería, Bettina & Niccolò Corallo, cuya especialidad combina café y chocolate frescos. Situada junto a la coqueta plaza de Príncipe Real, en Lisboa, la cafetería recibe a muchos locales y extranjeros, que encuentran el local en guías gastronómicas. En la tienda, al café -importado de Brasil, Indonesia, Panamá, Ruanda e India – se le aplica una torrefacción leve, para después procesarlo en una máquina o extraerlo en filtros especiales.
«Nosotros torramos por la mañana y, por eso, ya se siente el aroma de buen café en la calle», contó la dueña del establecimiento, Bettina.
Para el clasificador de cafés, Adelino Cardoso, existen tres etapas imprescindibles para llegar a la fórmula de lo que él denomina el «expresso perfecto»: hay que tener en cuenta, en primer lugar, el origen -aspectos específicos de producción o especies-, pero también son fundamentales el procesamiento y la distribución al cliente.

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