Entrevista

Eduardo Castañeda, arrocero que le gusta el guiso

Quien irónicamente no gusta de la guayaba, pero aromatiza su restaurante con su perfume dulzón —tiene al mango como fruta predilecta— Eduardo Castañeda deja descubrir su establecimiento para demostrar que sí se puede ofrecer comida venezolana, “tropicalizada”, como menta, fuera de casa

Patrick Dolande
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Este texto es en homenaje a quien apostó por Venezuela, a través de sus sabores, propuestas y actividades variadas. A continuación, la entrevista que el chef Castañeda le concedió a la revista Bienmesabe para su edición de diciembre 2011.

Eduardo, filósofo de la UCAB y fatigado de dedicarse a las comunicaciones corporativas, es el chef y dueño del restaurante La guayaba verde hasta este miércoles 05 de noviembre que cierra sus puertas. Sus fogones tienen una década. Pasó sus primeros siete años de vida en La Candelaria. Hoy se instalaron en Los Palos Grandes, donde, además de brindar condumios, cuentan con actividades culturales como teatro, tertulias, proyección de cortos, aperitivos y exposiciones itinerantes, también suman un nuevo proyecto de catering que ofrece no sólo un menú criollo sino algo más universal.

Aficionado al jazz y al rock viejo, Castañeda confiesa que le gusta muchísimo la salsa, aunque no la sabe bailar. Sin embargo, durante las jornadas de trabajo, la única melodía que se escucha en su espacio y también laboratorio es el silencio. Muchos de los ingredientes que utiliza los recibe directamente en su restaurante, solo unas pocos los va a buscar en el Mercado de Chacao. Por ejemplo: el chivo, los quesos, el kimbombó, el limón francés y el pescado salado. También recorre el exótico mercado chino en la urbanización El Bosque. Allí compra las hojas de batata, que considera deliciosas.

Hijo de padres venezolanos, sociólogos los dos, uno de Barcelona, Estado Anzoátegui, y otro de Caracas, Eduardo es lo más cercano a algún personaje alemán de una película de acción: callado, de ojos azules, muy blanco, alto, zurdo y de rostro muy serio, pero que luego se relaja y empieza a sonreír. Autodidacta culinario, sus conocimientos se los debe a su padre que se divierte en la cocina y a su madre, hoy por hoy, que es quien hornea los postres del lugar. No es un cocinero mediático, aunque es amigo de varios que lo visitan: Alonso Núñez, Federico Tischler, Sumito Estévez y Ana Belén Myerston, entre otros.

Eduardo comparte: “Para quienes comen aquí, he contado con la experiencia de que su memoria gustativa empieza a trabajar y recuerdan que algún plato les sabe a la preparación de la abuela. Por mi parte me gustan muchísimo los granos, un arroz o un guiso. Luego la pasta y la papa. Disfruto enormemente de todo lo que sea especiado y los picantes, mientras menos abrasivos sean, mejor”.

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